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Estas son las 30 promesas de los negocios 2024

Las recientes revisiones al alza a los pronósticos de crecimiento del PIB en México han intensificado la discusión sobre el momento en que alcanzaremos la recuperación económica. Las distintas visiones sobre la recuperación abundan —dadas las diferentes percepciones sobre los alcances de la crisis, y en especial sobre el grado de afectación del mercado interno, las perspectivas para la vacunación, la necesidad de incrementar los apoyos fiscales y el grado de debilidad que ya enfrentaba la economía antes de que el país viera siquiera el primer caso de Covid-19—. Sin embargo, me parece que destaca la de la Secretaría de Hacienda por su optimismo en relación con las perspectivas de la mayoría de los analistas económicos y diversas organizaciones dentro y fuera del país.

Este optimismo no es nuevo. Se ha visto recurrentemente en los últimos dos años. Por ejemplo en septiembre de 2019, cuando Hacienda proyectaba una tasa de expansión de la economía en 2020 de 2% en sus Criterios Generales de Política Económica (CGPE), empleados como base para la elaboración del presupuesto del gobierno federal del año siguiente. En contraste, el consenso de analistas anticipaba un crecimiento más conservador, de 1.4%. En abril de 2020, habiendo iniciado ya la pandemia, Hacienda actualizó su escenario de crecimiento del PIB para ese mismo año a -2.9%, cifra que se comparaba favorablemente contra la variación de -3.5% que pronosticaban los analistas. Más recientemente, en septiembre del año pasado, Hacienda estimó en sus CGPE 2021 que la economía crecería este año 4.6%, tasa notablemente más elevada que la de 3.5% que proyectaba el consenso en ese entonces.

Nunca antes las discrepancias entre estas estimaciones habían sido tan amplias y perdurado por tanto tiempo —al menos desde 2009 que contamos con la Encuesta Citibanamex de Expectativas para comparar—. La única excepción se dio en abril de 2014, cuando los analistas estimaban una tasa de expansión económica en ese año de 3.1%, al tiempo que Hacienda anticipaba en sus Pre-Criterios un crecimiento de 3.9%. Esto último, en vista de los efectos favorables que el gobierno federal atribuía a las reformas estructurales que tuvieron lugar en aquellos años, pero pocos meses después las expectativas de Hacienda convergieron de nuevo hacia las del consenso.

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El optimismo relativo de la Secretaría de Hacienda se hizo patente otra vez la semana pasada con la publicación de los Pre-Criterios 2022. En el documento se contemplan tasas de crecimiento del PIB en 2021 y 2022 de 5.3 y 3.6%, respectivamente, las cuales se contraponen a los pronósticos correspondientes del consenso de 4.5 y 2.7%. Las cifras más alegres de Hacienda implican que la economía habrá recobrado totalmente su nivel previo a la pandemia para inicios de 2022, lo cual se enfatiza desde el principio del documento. Para los analistas, el regreso del PIB a sus niveles prepandémicos se daría hasta 2023 o incluso después.

Las razones que según Hacienda explicarían la recuperación también difieren de las que han dado otras instituciones que asimismo han revisado al alza, aunque de manera más cauta, sus expectativas de crecimiento. La secretaría señala que la recuperación sería apuntalada primordialmente por el restablecimiento del dinamismo del mercado interno que traerán la vacunación y la reapertura de actividades. En contraste, analistas y organismos, dentro de los que se incluyen al Fondo Monetario Internacional y al Banco de México, apuntan hacia la más robusta recuperación de la economía estadounidense —y en particular al vertiginoso ritmo de vacunación y la reciente aprobación en ese país del cuantioso paquete fiscal por 1.9 billones de dólares— como el principal factor que incide sobre las mejores perspectivas para la economía mexicana. Podríamos dirimir estas diferentes percepciones si contáramos con la desagregación de las proyecciones de oferta y demanda agregadas de la Secretaría de Hacienda, pero desde los Pre-Criterios 2019 dejó de publicarlas.

Por varios motivos, estas diferencias importan. Uno de ellos es que un mayor dinamismo de la actividad económica presupone que habrá una mayor recaudación tributaria, lo que permitiría aumentar el gasto público —en especial en un año electoral— sin que se modifiquen las metas de balance fiscal. Otro es que las previsiones de una institución como la Secretaría de Hacienda típicamente deberían servir como guía a inversionistas, empresas y al público en general. Se esperaría así que sus estimaciones, incluidos su marco macroeconómico, así como las proyecciones de ingresos y gastos, fueran prudentes (no son solo pronósticos, sino supuestos para una programación), más aún cuando en los últimos años no se han cumplido las metas de ingresos y se ha tenido que recurrir al uso inusitado de fondos y fideicomisos.

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Quizás un asunto todavía más importante y que se discute menos es cuál es el punto de referencia que marcaría la recuperación. Frecuentemente el debate se centra, como expuse arriba, en el momento de vuelta al nivel de PIB previo a la pandemia. Pero ese punto de referencia pierde relevancia en la medida que la recuperación es más lenta. En este caso —y a diferencia de una economía como la de Estados Unidos, con grandes estímulos fiscales y monetarios, o la de China, con un envidiable control de la pandemia—, una economía como la mexicana tarda años en regresar a ese nivel. Cada año que pasa es uno en el que la economía pudo haber alcanzado niveles de actividad cada vez mayores, como es habitual, pero no lo hizo. Más aún si consideramos también la contracción económica que ya había visto nuestra economía antes de la pandemia, durante el primer año de este sexenio.

Así, otra concepción de recuperación económica —más válida, me parece— es volver a la senda de crecimiento por la que transitó la economía hasta 2018. Si entre 2019 y 2022 México hubiera crecido al ritmo que lo hizo durante los 5 o 10 años previos (alrededor de 2.5% por año, vara no particularmente alta si consideramos un crecimiento anual promedio de la economía mundial de 3% en ese periodo), el PIB en 2022 sería 11% más elevado en relación con su punto de partida. Ese punto de partida es más o menos también el nivel de PIB previo a la pandemia al que la primera acepción de recuperación aspira (dado que la economía prácticamente no creció en 2019). E incluso tomando en cuenta el choque de la pandemia, pero suponiendo resultados económicos como los del país promedio (esto es, una contracción económica menor en el contexto de mayores apoyos fiscales a empresas y hogares), la brecha en 2022 sería todavía de 6%.

Otras posibles definiciones de recuperación —como volver al nivel de PIB, pero en términos per cápita— también implican un resarcimiento de la actividad económica mucho más lento que lo que sugiere Hacienda. El punto es que la definición a la que Hacienda y otros nos hemos referido más comúnmente a raíz de la pandemia es posiblemente la menos ambiciosa. La fácil. Si entendemos por recuperación el regreso a la senda de crecimiento de hace unos años, no alcanzará la siguiente década, particularmente en la ausencia de políticas que impulsen de forma sistemática y robusta el consumo privado y la inversión.

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Adrián de la Garza es economista en jefe y director de estudios económicos de Citibanamex*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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