Datos clínicos del Covid-19 para México y el mundo muestran que el mayor porcentaje de muertes por la presente pandemia se encuentra en el grupo de adultos mayores de 40 años, con el 95% de todas las muertes confirmadas.

En cambio, los adultos jóvenes nacidos entre 1980 y 1995, mejor conocidos como “millennials”, así como los pre-adultos y adolescentes nacidos entre 1996 y 2010, pertenecientes a la generación de los “centennials”, y los niños nacidos a partir del 2011, ahora referidos como “pandemials”, solo sufren aproximadamente el 5% de todas las muertes por Covid-19.

Lo anterior sugiere que los jóvenes, adolescentes y niños realizan transferencias implícitas a las generaciones más viejas en términos de asumir costos —por ahora silenciosos— reduciendo sus actividades presenciales, de tal modo que se puedan seguir salvando vidas durante la pandemia.

Basta con comparar el número de muertes en el mundo causada por la pandemia del Covid-19 (4 millones de personas) contra los fallecimientos durante la gripe española (17 millones de personas) o la peste negra (75 millones de personas) para concluir que el objetivo tan loable y filantrópico de salvar vidas se está logrando.

Sin embargo, los costos silenciosos para las generaciones más jóvenes se siguen acrecentando. Dentro de dichos costos encontramos la pérdida en años de escolaridad, la precarización laboral, la destrucción patrimonial, y los estragos en la salud mental.

Primero, el costo más importante que los jóvenes están asumiendo es la pérdida de años de escolaridad. Uno puede pensar que dicho tiempo perdido se puede compensar en el futuro.

No obstante, una serie de investigaciones en el campo de la educación, indican que es difícil que una persona siga dedicándole tiempo al estudio después de cierta edad, ya que es justo en esa etapa de la vida donde los jóvenes comienzan a pensar sobre trabajar, casarse o salirse de casa.

Aún peor, para el caso de México, donde los sindicatos del magisterio son tan fuertes, se antoja difícil que se pueda reponer el año y medio escolar perdido durante una serie de veranos.

Una investigación mía en curso, junto con Adán Silverio, Lauren Hoehn y Jacob Panglase, señala que los niños en México le dedicaron solo la mitad del tiempo a actividades escolares durante la pandemia en comparación a cuando las clases eran presenciales.

En este caso, lo mejor que pueden hacer las autoridades es incentivar el regreso a clases, acelerar la vacunación e invertir en pruebas de infección para que ir a la escuela sea una actividad segura. 

Segundo, los “millenials” y “centennials” se enfrentan a un mercado laboral cada vez más precarizado. Datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) demuestran que fueron los trabajadores más jóvenes (entre 15 y 29 años) los que sufrieron un mayor descalabro en el porcentaje de desempleo durante los primeros meses de la pandemia.

De hecho, son justamente los jóvenes, junto con las mujeres, los que siguen sin recuperar sus empleos en el sector formal en México. Por eso no sorprende que las ciudades mexicanas se estén llenando de repartidores jóvenes en motos, que van de un lado al otro arriesgando la vida sin acceso a la seguridad social para poder hacerse de un salario.

Los programas de inserción laboral del gobierno creados antes de la pandemia resultan insuficientes e inadecuados para enfrentar la crisis de precarización laboral que asecha a los jóvenes mexicanos. Lo más adecuado es actualizar dichos programas a la realidad post-Covid para incentivar el trabajo en el sector formal en los jóvenes.

Tercero, los “millennials” están destruyendo su patrimonio al acumular deudas sin construir activos que los respalden. Dicha generación de mexicanos enfrenta su segunda crisis en el poco tiempo que tienen laborando (la crisis financiera global del 2008 y la crisis del gran encierro del 2020). Esto acota las oportunidades de ascenso dentro de las empresas donde trabajan ya sea por recortes de personal o de puestos.

Lo anterior implica que los salarios sean más bajos y que las oportunidades de construir un patrimonio se vean mermadas. Un artículo reciente de Forbes indica que la generación de los millenials está destinada a una menor calidad de vida que generaciones anteriores como los “baby boomers” o la generación “X”.

De hecho, muchos “millennials” que se habían independizado y rentaban departamentos o coviviendas en el país, están mudándose de regreso con sus padres durante la pandemia.

Si el gobierno no incentiva la construcción del patrimonio en la generación “millennial”, o si no da un respiro en la cantidad de impuestos que ésta generación paga, pronto nos podremos encontrar ante una crisis de deuda que no tenga un respaldo de activos para este grupo de mexicanos.

Por último, pero no menos importante, las medidas para contener la pandemia están causando estragos en la salud mental de los jóvenes, adolescentes y niños. El Reporte Global de Riesgos 2021, publicado por el Foro Económico Mundial, indica un deterioro en la salud mental de los jóvenes y niños en términos de ansiedad o soledad.

Asimismo, los riesgos de tener una juventud sumamente desilusionada implican la exacerbación de sentimientos antisociales como el miedo, la ira y la división. Estos riesgos crecientes en las actitudes de los jóvenes comienzan a hacerse notar en diferentes países cercanos como Colombia o Estados Unidos, lo que ha prendido focos rojos en muchos otros países.

Si estos riesgos no se atienden a tiempo con oportunidades e inversión para los jóvenes, pronto habrá una reacción en términos de violencia social. Para el caso específico de México, esto podría encausar aún más la violencia criminal que azota al país, si lo jóvenes deciden unirse a las filas de organizaciones criminales por desilusión o falta de oportunidades.

Ante este panorama, el Gobierno de México debe tomarse en serio la salud mental y el sentir social de los jóvenes. Es un reto enorme al que se le tiene que dedicar una estrategia integral, y el cual debe ser parte de la agenda nacional.

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Contacto:

Dr. Jose Roberto Balmori, Director de los programas de licenciatura de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México.*

Twitter: @jrbalmori

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