Ser maestro es construir futuro, significa apostar por lo más importante que tenemos: nuestras niñas y niños. Es dedicar horas a enseñar a una clase, pero también a planear y preparar lo que se va a socializar en esa clase. No sólo se necesita el conocimiento teórico para instruir, sino también la vocación para acompañar, guiar y nutrir a seres humanos únicos e irrepetibles.

Las y los maestros marcan la vida de sus alumnos, todos tenemos maestros que seguimos recordando, no solo por la materia que enseñaban, sino por su ejemplo, así como enseñanzas más allá de lo académico.

Yo tuve maestras y maestros que me enseñaron a no darme por vencida, a tener paciencia y humildad, a escuchar al otro. El valor de trabajar en equipo, de la diversidad de ideas y de la importancia que tiene la inclusión, más en un país como México.

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Cuando tuve la oportunidad de enseñar en un aula valoré aún más su gran labor, lo difícil que es llevar un grupo, preparar una clase, lograr que el conocimiento no solo sea aprendido, sino también valorado y asimilado.

Comprendí lo difícil que es acompañar a alumnas y alumnos que viven momentos difíciles en su vida privada, tener sensibilidad para ver a la persona, no solo la conducta, separarle del grupo e intentar hacer la diferencia para ella.

Aprendí la gran responsabilidad que es tener a un grupo de niñas, niños, jóvenes en la etapa de mayor aprendizaje, que te observan y de las cuales eres ejemplo, lidiar con las diferentes formas de aprendizaje de cada uno, pero también de la institución en la que laboras y, por supuesto, el gran reto: los padres de familia.

Durante la pandemia hemos aprendido a valorar la gran labor de los maestros, ahora que a los padres de familia nos toca acompañar a nuestros hijos en su proceso de aprendizaje. Hemos visto lo difícil y lo importante que es esta gran labor.

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En lo personal, he admirado la labor de educar a distancia, de poder estar sin la presencia física, el permitirnos entrar en sus casas, el demostrarnos su compromiso con nuestras niñas, niños y jóvenes, lo cual se traduce en un gran compromiso por el desarrollo de nuestro país.

Hoy tenemos mamás maestras que han tenido que lidiar con el acompañamiento de sus hijas e hijos, maestros rurales que han puesto su talento y creatividad al servicio de la comunidad para que puedan seguir estudiando.

Profesores que tuvieron que aprender a marchas forzadas el uso de nuevas tecnologías e incluso nuevas formas de enseñanza para poder seguir dando clases a sus alumnas y alumnos en medio de una pandemia global.

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A ustedes que todos los días dan lo mejor para enseñar, acompañar y transformar a nuestras niñas, niños y jóvenes para convertirlos en ciudadanos comprometidos que puedan construir un mejor México, muchas gracias.

Gracias a todas y todos los que dan lo mejor que tienen para poder crear, de la mano de sus alumnos un mejor futuro, un mejor país y un mejor mundo. Muchas muchas gracias a quienes nos enseñaron y a quienes siguen haciéndolo.  

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Jimena Cándano estudió la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana. Actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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