Imagina que temprano en la mañana, cuando todavía está oscuro, empieza a sonar la alarma del despertador. La tibieza de la cama seduce, nos queremos quedar acurrucados, pero sabemos que hay que levantarse y empezar el día. Los que logran vencer la tentación de seguir acostados están practicando un ejercicio de voluntad. Nos sometemos a un pequeño tormento —que, en ocasiones nos resulta inconmensurable— porque entendemos que estamos en la búsqueda de un bien mayor. Un acto de voluntad es aquel que nos proporciona una molestia o nos somete a una incomodidad a corto plazo y al que nos sometemos para conseguir algo mejor.

Los actos de voluntad son un binomio que se tiene que dar en conjunto, si falta alguna de sus partes, ya no se trata de eso sino de otra cosa. Son acciones que van emparejadas y en el caso de que se de una condición sin la otra, ya no es un acto de voluntad. Además, debe haber una secuencia:

  1. Primero, salimos voluntariamente de nuestra zona de confort con la mirada puesta en la meta que se encuentra en el porvenir.
  2. Segundo, ponemos manos a la obra para acercarnos a la meta que nos propusimos. Es decir, situados en el presente, construimos el futuro.

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Estas acciones vienen en todas las dimensiones: desde tomarnos ese tónico con sabor nauseabundo para aliviar el dolor de estómago hasta los grandes actos heroicos que la gente llega a perpetrar. El ingrediente que cohesiona la voluntad y la acción es el carácter y más específicamente el dominio que debemos ejercer sobre nosotros mismos. Los ejercicios de voluntad tienen la gran ventaja de ser algo que nosotros iniciamos y cuyos resultados se cosechan en un amplio radio de influencia.

Más que nunca, necesitamos formas de recargar nuestra energía, calmar nuestras ansiedades y practicar el autocuidado. Buscar momentos que inspiren asombro o admiración. Es preciso encontrar experiencias que nos impulsen a pensar, a generar ideas positivas, a crear soluciones para problemas y personas fuera de uno mismo. Hay que salir del capullo que nos hemos construido y así ayudarnos a lograr estos objetivos. Esto no necesariamente requiere un peregrinaje a pie al Gran Cañón o tirarse en un barril a las Cataratas del Niágara. Para llegar a conseguir que nuestros propósitos se conviertan en realidades, podemos empezar con ejercicios de voluntad estratégicos. Para hacer que las cosas sucedan, necesitamos querer. Para ponernos en marcha, hay que ponernos de pie y tener ganas de dar el primer paso. Así se ha hecho desde antiguo y se conocía como ascesis: conjunto de prácticas y hábitos que sigue el asceta para conseguir la perfección moral y espiritual.

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No, la ascesis no es una novedad pero, hoy los conocemos como ejercicios de voluntad estratégica. En Occidente, las primeras doctrinas ascéticas surgieron en la Antigua Grecia, con el entrenamiento militar y el ejercicio físico , pero no se quedaban ahí, también iban a la profundidad del ejercicio de la virtud. Sin embargo, este tipo de prácticas ya eran milenarias en Oriente. El ascetismo es la doctrina filosófica o religiosa que busca, por lo general, purificar el espíritu por medio de la  abstinencia. La mayoría de los sistemas ascéticos desdeñan las necesidades fisiológicas del individuo por considerarlas de orden inferior. Por eso, los ejercicios de voluntad son un binomio: tienen el componente de la ascesis y buscan un fin específico que nos acerque a las metas planteadas.

Los ejercicios de voluntad son un actos reflexivos de esfuerzo, persistencia que demuestran carácter e incluso bondad para los demás y para nosotros mismos. Son oportunidades que pueden parecer simples y son poderosas. Por ejemplo, darnos un descanso si nos sentimos agobiados, en vez de continuar;  tener curiosidad y observar la belleza que nos rodea; comer en un lugar digno y no sobre el escritorio; si no se puede estar lejos de la computadora, aprovechar las maravillas naturales a su alcance; varios estudios han demostrado que incluso los videos de la naturaleza  pueden inspirar nuestra sensación de asombro; si estamos en una reunión o en una plática que nos requiera presencia plena, dejar el celular a un lado o cualquier acción que nos lleve fuera de nuestra zona de confort.

Parece trivial y no lo es. Estos pequeños momentos de asombro no sólo recargarán las baterías, sino que también mejorarán la creatividad y colaboración en el trabajo. Especialmente, en la situación que nos está tocando vivir. Puede que poco a poco estemos regresando a nuestras oficinas o a nuestras labores cotidianas. Puede que nos estemos atreviendo a salir del encierro o que ya hayamos salido hace mucho tiempo. Puede ser, pero las tensiones de la pandemia apenas han terminado. A medida que entramos en una etapa de transición después de un año de trauma y tensión, más que nunca necesitamos formas de refrescar nuestras energías, calmar nuestras ansiedades y cuidar nuestro bienestar. Rara vez se habla de una intervención potencialmente poderosa en el lugar de trabajo: el cultivo de la ascesis.

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Una de las grandes virtudes de estos ejercicios de voluntad estratégica es que generalmente producen experiencias de asombro. Al igual que la gratitud y la curiosidad, el asombro puede hacernos sentir inspirados y con energía. Es otra pieza en indispensable en nuestra caja de herramientas profesionales.  En ocasiones, es difícil abordar el tema de los ejercicios de voluntad porque nadie quiere oír hablar de sacrificios, de renuncias o de costos en los que debemos incurrir. Queremos que todo nos salga gratis y sin esfuerzo sin darnos cuenta de que eso es imposible.

Cuando practicamos los ejercicios estratégicos de voluntad nos topamos con la maravilla que sentimos cuando nos encontramos con algo poderoso que no podemos explicar fácilmente. Cultivar ejercicios de voluntad que nos traigan experiencias de asombro es especialmente importante y útil para renovar nuestra energía y hacemos planes para un futuro más esperanzador. Esto se debe a que más allá de los efectos físicos como hormigueo y piel de gallina y una frecuencia cardíaca más baja bajo estrés, el asombro también nos afecta emocionalmente. Tenemos que luchar contra el desánimo, el desinterés, la apatía. Hay que cambiar. Esta transformación tiene grandes beneficios: a medida que aprovechamos algo más grande y el sentido de nosotros mismos toma otra dimensión, también lo hacen nuestros diálogos mentales y nuestras preocupaciones. Al mismo tiempo, el deseo de conectarse y de lograr algo aumenta. Las personas que experimentan voluntad y asombro también reportan niveles más altos de satisfacción y bienestar general con la vida.

Los ejercicios de voluntad estratégica tienen efectos gloriosos sobre el estrés y la resiliencia. Es lógico, cuando entendemos que para conseguir algo, tenemos que dar algo, entramos en un círculo virtuoso: me empeño y no me quejo. Consigo acercarme y eso me da alegría y satisfacción. Miro al largo plazo y me ocupo de lo que tengo que hacer hoy.

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