El responsable del cambio más profundo en el orden mundial contemporáneo es un agente biológico. El Covid-19 ha escrito su nombre en la historia de la humanidad como el gran disruptor, como el cisne negro que logró hacer tambalear los sistemas de salud pública alrededor del mundo y por consiguiente, logró la desestabilización económica global paralizando a miles de millones al mismo tiempo.

2020 se va dejando una estela de muerte, de incertidumbre, de nuevos pobres y una desigualdad aún más profunda alrededor del mundo.

Pero quizás el 2021 resulte aún más atípico, un año naciente, en pañales y con cubrebocas; pero que ya se antoja más complejo.

El panorama internacional estará aún dominado por la pandemia, por la transición política en los Estados Unidos, la creciente digitalización y los procesos políticos en diversas regiones del mundo. Y, aún habrá que procurar la oportunidad de recomponer el rumbo y aplicar lo aprendido durante el 2020.

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La aplicación de la vacuna no logrará aliviar la caótica situación que enfrenta el mundo, los problemas logísticos para su distribución y la amplia desigualdad económica hará que en la mayoría de los países del mundo sea hasta 2022 y 2023 que la vacuna pueda aplicarse masivamente. Atender a la población vulnerable de los países en vías de desarrollo requerirá mucho más que los desgastados discursos populistas a los que están acostumbrados.

Desde México hasta Chile, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca generará un reacomodo en la agenda regional que seguramente incluirá un reordenamiento en la geopolítica que dependerá del nuevo capítulo en la relación de los Estados Unidos con Cuba y Venezuela, de la nueva agenda migratoria y de la nueva estrategia contra el narcotráfico.

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Si bien es cierto que uno de los principales desafíos del presidente electo Biden será lanzar una contundente estrategia sanitaria, económica y social para mitigar el daño causado por la pandemia; también es cierto que una de sus prioridades debe ser estabilizar a la sociedad en amplia convulsión y polarización.

Tristemente, para nuestro país se cierra la segunda década del milenio con la misma deuda social y sin los avances que se han prometido sistemáticamente. La agenda política nacional marcada por los procesos electorales intermedios, el rápido deterioro económico y el aumento en la línea de pobreza definirán el rumbo del país en el segundo tramo del actual gobierno. Este sexenio tendrá siempre tintes pandémicos, eso es inminente. Sin embargo, sabemos de antemano que 2021 será un año que requiere arduo trabajo y de mayores retos. Pero también sabemos con antelación que en la crisis hay oportunidad y en la oportunidad hay crecimiento; y eso depende de cada uno de nosotros.

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