El aburrimiento es un enemigo aguerrido y perseverante. Ahora mismo aquí está, al acecho, a la espera de saltar sobre nuestras mentes para robar nuestra atención y sacarnos de nuestros deberes.

Te pica al oído, en tus gustos, en tus deseos; llega a la punta de tu dedo para incitarte a que busques otro contenido, mientras que a mi se me avalanza a la cabeza, ataca mis ideas para hacerme sentir que no es esta la mejor forma de despertar tu interés sobre un tema tan complejo.

El aburrimiento se hace omnipresente durante nuestros deberes, nos dificulta el aprendizaje, hace más largas las jornadas de trabajo, echa a perder amistades y matrimonios, y hasta contribuye a que políticos, gobiernos, pueblos y países no se toleren ni comprendan.

Para mejorar nuestra relación con este sentimiento, conviene considerar que es parte del origen y desarrollo de nuestras artes y de nuestra ciencias, de todo aquello en lo que creemos.

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Ese desgano y desinterés, esa sensación que pone tan intolerables a nuestros hijos, es el milagro que llevó a nuestros primitivos antepasados a hacer algo distinto en las formas en que recolectaban, cazaban o se apareaban. Por aburrimiento, pensaron en construir caminos, para facilitar el arribo de los productos; las armas y las trampas, para atrapar con eficiencia a las grandes presas; o la música, la poesía y el mismo contrato de matrimonio, para seducir y mantener cerca a la pareja.

¿Quien puede imaginar aburrida a una bestia?

Sólo un ser capaz de desear, de aprender y crear, puede aburrirse; o, dicho de manera inversa, sólo el ser que se aburre desea, aprende y crea cosas distintas.

Pero sucede que el aburrimiento se convierte en un problema cuando tenemos un deber que cumplir. El más común y ahora tan cercano por la pandemia es el aprendizaje.

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Los estudiantes tienen como obligación apropiarse de determinado conocimiento para, en el corto plazo, cubrir un plan de estudios, pero que, en el largo plazo, les será útil para la vida.

Sin embargo, incluso en las clases presenciales los distractores son muchos, provocan que lo que tenemos en frente no despierte nuestro interés, ya sea porque es muy complejo, aparentemente lejano o irrelevante, no estamos motivados o francamente el vehículo de enseñanza no es el mejor.

Evidentemente, el aburrimiento se ha agudizado con las clases y el trabajo a distancia. Desde hace años, los profesores sufrimos el flagelo de los dispositivos electrónicos que se roban la atención de nuestros alumnos. Desde el hogar, se han convertido en nuestros tiranos, pues el alumno salta con suma facilidad a otro contenido más interesante mientras el profe se para de cabeza e intenta convertirse en un entertainer.

Lo mismo pasa con quienes siguen trabajando en casa e incluso en la oficina. Hay muchos distractores que hacen sentir que nuestra tarea no es interesante.

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Claves

Te comparto cuatro tips para sacudirse el aburrimiento o para emplearlo a tu favor, al fin de cuentas, es un signo de humanidad.

  1. El primero es el más aburrido, pero el más usado y práctico: ármate de voluntad y concéntrate en lo que estás haciendo. Un incentivo es que entre más pronto salgas de ello, más rápido podrás dedicarte a otra cosa.
  2. Imponte retos en esa tarea que te causa desánimo. Por ejemplo, esa junta que te provoca tanta flojera, ¿qué tal si te pones la meta de resumirla en unas cuántas líneas o, qué mejor, participar de una manera acertiva para que sea lo más corta y eficiente posible?
  3. También considera lo que te motiva. Si esa actividad, discurso o esa clase la puedes relacionar con lo que te gusta, despertarás tu propio interés. Particularmente si eres líder de cualquier equipo de trabajo, si eres maestro, y alguien te propone una forma distinta de hacer las cosas, seguro es una señal que se está aburriendo y muy posiblemente, tú con él. Aprovecha para cambiar.
  4. Usa las emociones positivas (alegría, diversión, interés, orgullo, esperanza, inspiración, serenidad, amor, gratitud o asombro). Antes de iniciar esa labor que te aburre o en una pausa, puedes inyectarte de alegría compartiendo bromas con los compañeros, haciendo un juego, acelerando tu ritmo cardiaco con algún ejercicio físico o, si tu actividad no requiere de tanta euforia, observando las cosas buenas que provocas con tan pesada actividad.

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Lo primordial es que consideres que el aburrimiento es la antesala de un momento creativo o de innovación, así que no lo veas como algo negativo: aprovéchalo.

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Contacto:

Rosalinda Ballesteros, es Directora del Instituto de Ciencias del Bienestar Integral de Tecmilenio

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