En internet hay una fábula que se le atribuye al filósofo Zhuangzi, y va más o menos así: un día, un ave débil y enferma cayó en el jardín del marqués de Lu. El marqués la tomó entre sus manos, y con la intención de reanimarla, mandó organizar un banquete; incluso trajo a sus mejores músicos para relajarla. El ave no parecía recobrar el ánimo, ni siquiera mostraba interés en los bocados de carne que le ofrecían o en el vino que ponían cerca del pico. Después de unas horas, el ave murió. La moraleja, nos dice esta fábula, es que “el marqués de Lu agasajó a la gaviota como a él le gustaba ser agasajado y no como a ella le habría gustado”.

Llega a mi mente esta anécdota cuando trabajo con empresas familiares que se enfrentan a cambios drásticos. Cuando las emociones están a tope, los líderes empresariales intentan resolver los problemas a los que se enfrentan con las soluciones que a ellos les gusta implementar: las que funcionaron en el pasado, las que ya conocen, las que los hacen sentir seguros. Sin embargo, a veces las soluciones del pasado no funcionan para nuevos problemas. Esto no es una falla metodológica, sino emocional. Muchas veces, nuestra incapacidad para adaptarnos al cambio viene de una incapacidad emocional para manejar la incertidumbre, el estrés y la frustración. En el caso de las empresas familiares, donde las emociones y los lazos consanguíneos juegan un papel protagónico, gestionar las emociones resulta fundamental.

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¿Alguien aquí le teme al cambio?

Según John P. Kotter y Leonard A. Schlesinger, autores de uno de los artículos más importantes sobre gestión del cambio, existen cuatro razones principales por las que los miembros de una organización se resisten al cambio:

  • El miedo a perder algo valioso: Primero que nada, está el temor de perder poder de decisión, influencia o prestigio. En las empresas familiares, este miedo es especialmente grande en el fundador, especialmente cuando está cerca del retiro.
  • Una falta de entendimiento de lo que implica el cambio y que genera desconfianza: cuando no se comunica bien el cambio, la gente se resiste abiertamente o renuncia. Pensemos, por ejemplo, en un escenario donde se anuncia la reestructuración de un departamento. Si los beneficios del cambio no se comunican de manera adecuada, las personas pueden oponerse o incluso sabotear los esfuerzos de la Alta Dirección.
  • La convicción de que el cambio es nocivo para la empresa: Esto sucede cuando los directivos o gerentes evalúan la situación de una manera y los colaboradores de otra, generando un gran choque. Los gerentes o directivos no entienden que esta resistencia es un síntoma de que algo no va bien, y deciden simplemente castigar la resistencia en vez de empatizar con sus colaboradores.

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  • Poca tolerancia al mismo hecho de cambiar: Hay personas que simplemente no son buenas para adaptarse, especialmente las que se han acostumbrado por años a hacer las mismas cosas de una sola manera. Acordémonos de cuando entraron el internet y las computadoras a las organizaciones, y muchas personas temieron volverse obsoletas, resistiéndose a utilizar dichos aparatos.

Cuando las empresas familiares se enfrentan a cambios dramáticos, estas se ven obligadas a cambiar de manera radical en muy poco tiempo. Esto también afecta a los líderes de la organización, que deben ajustar sus estilos de liderazgo. El manejo de las emociones negativas resulta crítico, pues sin esta cualquiera estrategia fallará. Dicho esto, los siguientes consejos pueden resultar muy útiles:

¿Qué puedo hacer para gestionar mis emociones ante el cambio?

  • No te pierdas en tus emociones: Nick Tasler, psicólogo organizacional y autor, dice que uno de los mitos más comunes sobre las emociones negativas es que hay que hablar de ellas todo el tiempo para poder enfrentarlas. En otras palabras, concentrarse demasiado en las emociones negativas solo nos sabotea. Es bueno hablar de ellas para identificarlas, pero una vez hecho esto, hay que concentrarse en identificar los problemas que las provocan y resolverlos. Todos conocemos a personas que se pasan la vida hablando de cómo las situaciones les afectan, y de lo mal que se sienten, pero poco o nada hablan del problema raíz y de cómo planear superar esa mala racha. Aguantar sin actuar no tiene mérito a la mitad de una crisis. Lo mismo sucede con el estrés: hay que reconocerlo, sí, pero no hay que caer presa de él.

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  • Practica el autocuidado: Hay un dicho en inglés que me gusta mucho, y dice así: “Los tiempos duros no perduran, los tipos duros sí”. En otras palabras, “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante”. En la empresa familiar es típico encontrar adictos al trabajo, especialmente entre los fundadores. Tenemos este mito, también, del dueño que se levanta a las cinco de la mañana, lee tres libros de liderazgo al mes y duerme solo seis horas. Pero esto está lejos de ser un modelo a seguir. No hay nada más valioso que la salud, y solo nuestra mejor versión, la de mente sana en cuerpo sano, es capaz de liderar una empresa de manera adecuada y de enfrentar la crisis a toda su capacidad. ¿Cuántos fundadores mueren repentinamente o se retiran antes de tiempo por complicaciones de salud? Más de los que me gustaría admitir.
  • Encuentra un propósito.  Es buen momento para ir por una copia del libro de Viktor Frankl “El hombre en busca de sentido”. Frankl, que pasó varios años en un campo de concentración nazi, encontró la manera de encontrar un propósito para vivir después de haberlo perdido todo. Enfocarse en un propósito nos da la fuerza para enfrentar y superar la adversidad. Es momento de preguntarnos qué queremos lograr al aplicar un cambio, y por qué vale la pena volver a levantarnos cada mañana. No te aferres al pasado: Es común escuchar la frase: “En mis tiempos…”, entre personas de generaciones anteriores. Quedarse prendado del pasado cuando sabemos que ya no hay vuelta atrás puede generar bastante estrés, impidiéndonos avanzar. “Conviértete en un estudiante del cambio. Es lo único que permanecerá constante.” Anthony J. d’Angel

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Como podemos ver, no solo se trata de obtener habilidades duras, sino de desarrollar las habilidades emocionales que nos permitan funcionar adecuadamente durante los periodos de crisis. Kotter y Schlesinger nos lo advirtieron desde hace décadas, que incluso cuando los líderes de las empresas entienden que necesitan modificar sus actitudes y comportamientos para adaptarse, algunas veces se encuentran emocionalmente incapaces de hacerlo. Por lo tanto, al momento de implementar cambios drásticos en la empresa familiar para responder a una crisis, es necesario hacerlo con mucha comunicación con los colaboradores, y darles el acompañamiento, entrenamiento y otras herramientas necesarias para que puedan acoplarse lo más rápido posible. “Cualquier cambio, incluso un cambio para mejorar siempre va acompañado de inconvenientes e incomodidades”. Arnold Bennet

El ave fénix es conocido por ser esa criatura que supuestamente renace de sus propias cenizas. El mito, entonces, asocia a esta criatura con la capacidad de resiliencia que muchas empresas familiares tienen; esa habilidad para encontrar soluciones a situaciones adversas que les presenta la vida y, al igual que el ave Fénix, renacer de las cenizas que les dejó ese problema.

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