Estimado lector, esta columna no pretende convencerlo de tomar una postura específica, se trata de un intento de su servidora de explicar por qué ya no logro separar la obra del autor por más lamentable que pueda ser. Pero antes que nada ¿qué significa esto? Separar la obra del autor implica valorar una obra independientemente de la ideología, creencias o moral de su creador.

Seamos honestos, nadie, absolutamente nadie quiere que una pieza artística ya sea una pintura, canción, obra de teatro o en mi caso película, haya sido concebida por una mente criminal. Nadie quiere despertar un día tan solo para descubrir que el director de la cinta que atesoras muy cerca de tu corazón, porque te ayudó a salir adelante en momentos difíciles, ha sido acusado de violación. Cuando esto sucede por lo general no sabemos cómo sentirnos, será que ¿ya no debemos ver nunca más sus películas? o ¿hacemos como si nunca nos hubiéramos enterado y continuamos disfrutando su obra a pesar de ahora ser conscientes de sus actos?

Todas estas son preguntas sofocantes que han rondado la mente de las personas por años, sin embargo, se han potencializado a causa de la cultura de cancelación, y es que a partir del movimiento #MeToo, cada día es más común encontrar en los medios de comunicación una nueva acusación de abuso o acoso sexual contra una figura pública y mediática. Algo importante a remarcar es que no se trata específicamente de que los casos de abuso vayan en aumento, sino que afortunadamente las víctimas poco a poco tienen menos temor a manifestarse (por las implicaciones que esto conlleva) y tienen nuevos medios para hacerlo. Por lo cual no es ninguna sorpresa encontrar acusaciones que provienen de eventos que ocurrieron veinte o treinta años antes.

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Debo ser muy sincera contigo, para mi existen dos tipos de cancelaciones. La primera es cuando el público decide cancelar a una figura por su ideología, mal comportamiento o comentarios desatinados en redes sociales, como fue el reciente caso de Gina Carano, protagonista de The Mandalorian. La actriz no fue despedida particularmente por su ideología o preferencias políticas, si no porque le estaba dando muy mala prensa a la serie. Y a pesar de que le dieron muchas oportunidades para dejar de estar constantemente en tendencia por sus comentarios “desatinados”, la actriz lo continuó haciendo, por lo cual Lucasfilm prefirió dejarla ir y evitar que su marca se asocia con prensa negativa.

Incluso aquí podría mencionar a Joss Whedon quien recientemente ha comenzado a recibir acusaciones por su tóxico comportamiento en el set de producciones como Justice League o Buffy la Cazavampiros. También es parte del club la polémica J.K Rowling acusada de transfobia y Ellen Degeneres, no creas que te estoy olvidando. La segunda categoría de cancelación es cuando la persona es acusada de un delito mayor como una violación, abuso, pedofilia o claro asesinato.

Dentro de la primera categoría la realidad es que navegamos en aguas muy complicadas, porque si bien podemos entender que algunos creadores son “tóxicos”, “malas personas” o simplemente nuestra ideología no empata con la suya, en realidad siempre habrá personas que sí estén de acuerdo con su postura o simplemente no consideran un terrible carácter o personalidad como una razón suficientemente fuerte como para dejar de consumir una obra.

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Pero antes de pasar a las acusaciones graves, debo decir que en cualquier caso, aunque el consumidor haya decidido separar al autor de la obra, difícilmente lo podrá conseguir en su totalidad, ya que una vez consciente de ello, nuestro cerebro se ha reconfigurado a una nueva apreciación. Así que probablemente ver a Snape en la ropa de su abuela o leer el nuevo libro de J.K Rowling sobre un asesino que se viste de mujer nos recordará los comentarios transfobicos de su autora o quizás ver a Cara Dune combatiendo a Storm Troopers, nos recordará sus tweets burlándose del uso de cubrebocas o incitando a la gente a irrumpir en el Capitolio.

J.K. Rowling J.K. Rowling US Book Tour Launch Kodak Theater Los Angeles, CA October 15, 2007 ©2007 Kathy Hutchins / Hutchins Photo

Ahora bien, por más difícil que sea, cuando se trata de autores que han sido acusados de delitos mayores, para mi no es posible separarlos. Simple y sencillamente porque sin autor no existe obra. La manera en que yo lo veo, es que la obra es consecuencia del autor. No se trata de dos bloques separados, sino de un puente. Sobre todo cuando se trata de nombres tan autorales como Woody Allen o Roman Polanski, quienes no son títeres de una producción, obedeciendo órdenes e ideas creativas de más arriba. Si no que son mentes altamente creativas que despliegan su ideología, gustos, creencias, preferencias y de más en sus películas.

Por un lado estoy a favor de que debemos separar y respetar la vida personal del artista, y si la vida personal del artista consiste en el abuso de alcohol, drogas o es fanático de my little pony, realmente me importa poco. Pero si la vida personal del artista involucra afectar y violentar la vida de un individuo inocente, entonces ya no puedo estar tranquila. Hay una frase en inglés que cita: ‘When in doubt leave it out’. ‘Si hay duda déjalo fuera’. Y yo decidí apropiarme de ella para estos casos.

No pretendo entrar en detalle de qué tan ciertas o falsas son las acusaciones contra figuras tan emblemáticas en la industria cinematográfica como Woody Allen, porque finalmente se trata de figuras que si bien han sido acusadas por años, al día de hoy continúan trabajando y creando. La proyección de sus cintas se mantiene en cines y plataformas de streaming. Y aún son premiadas en festivales como la cinta de “J’accuse’ de Polanski, ganadora al Gran Premio del Jurado en 2019.

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La última cinta que vi de Allen fue “A rainy day in New York” y  hasta ese punto admito que pensé que podía separar la obra del autor. Así que comprar un boleto para verla en el cine no me representó tanto conflicto moral. No fue hasta la escena donde Elle Fanning tuvo un encuentro sexual con Diego Luna que me di cuenta que no podía, ¿por qué? Porque aquí tenemos a una chica joven e ingenua, que se enamora rápidamente de un famoso actor y éste utiliza su rango para acostarse con ella. Claro, es una ficción, ambos son mayores de edad (ella apenas), fue consensuado y no existe realmente un problema. Pero a nivel personal fue cuando no pude evitar imaginar a Woody Allen dirigiendo esta escena y ligarlo a las acusaciones de abuso sexual que recibió por parte de su hija.

Y si piensas que para mi es fácil decidir no seguir consumiendo el cine de este director, te equivocas. Blue Jasmine (mi favorita) me parece una obra de arte, y en efecto lo es. Porque separar a la obra del autor, no significa desvirtuar o devaluar la calidad de lo que ya se hizo. Nadie negará jamás el talento y capacidad de este hombre, pero simplemente decido no dedicar más mi tiempo o dinero en apoyar el trabajo de una persona que no empata con mis valores.

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¿Puedes seguir consumiendo a personas acusadas o canceladas? Por supuesto que sí. Esta es una decisión absolutamente personal y sobre todo nunca debe limitarse la oportunidad de redención como fue el caso de Dan Harmon creador de Rick y Morty, quien fue acusado de acoso sexual por Megan Ganz, la escritora de Community quien utilizó la plataforma de twitter para expresar lo traumático que había sido trabajar para él. Lo interesante de este caso es que Dan Harmon no utilizó una “disculpa pre-fabricada” para intentar que la gente omitiera u olvidara su mal comportamiento. Si no que genuinamente se detuvo a compartir el gran daño que ocasiona el acoso sexual. Y como esto puede dañar al acosado de maneras psicológicas graves. Dan Harmon a diferencia de muchos acusados que usan la disculpa para protegerse a ellos y no a la víctima, se percibió honesto, consciente y arrepentido, logrando de tal forma una redención ante la sociedad.

Cancelar o dejar de consumir una obra no es fácil y sin temor a sonar exagerada se trata de un duelo, ya que se afronta una pérdida. Una película es más que una puesta en escena filmada, se trata de un contenido que moldea, transforma e impacta la vida de los seres humanos de maneras inimaginables. Nadie quiere enterrar una película que los hizo suspirar, que los motivó o que los remonta a bonitos momentos de su vida. La verdad es que consumir o dejar de consumir la obra de un autor es una decisión absolutamente personal, además de que hay muchas piezas sobre la mesa a considerar como: ¿La obra fue creada antes o después del acto por el cual se le acusa? ¿La obra me aporta más valores positivos que negativos? ¿Siento que fomento la perpetuación de estos actos al seguir consumiendo a determinado autor? Al final solo tú decides si quieres o no dar espacio a la reflexión de estas preguntas para poder responder con firmeza si puedes o no separar la obra del autor.

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