En diciembre del año pasado, la aseguradora estadounidense Cigna publicó un interesante estudio sobre el impacto del coronavirus en diferentes aspectos de nuestras vidas. Una de las vertientes más interesantes que se reflejaban en dicho trabajo era aquella que mostraba como la falta de estabilidad financiera de la comunidad afectaba directamente al bienestar emocional general de la población. Los gastos inesperados y la incapacidad de poder ahorrar suponen, en muchas ocasiones, los desencadenantes de altos niveles de estrés y ansiedad, así como de frustración e inseguridad que tienen como uno de sus efectos inmediatos la falta de esperanza de poder alcanzar algún día nuestros objetivos vitales.

Es conocido que el país que cuenta con el mayor nivel de esperanza de vida en el mundo es Japón, un país que, por otra parte, cuenta con elevados niveles de ahorro y, por tanto, con altos niveles de estabilidad financiera. La mayor parte de los estudios que se han realizado hasta la fecha inciden en que uno de los motivos que explican esta longevidad del pueblo nipón tiene que ver con su dieta. Sin embargo, hace unos años unos investigadores españoles mostraron como además de la dieta existe un concepto clave en la mentalidad japonesa que explicaría también esta mayor longevidad. Se trata del término japonés Ikigai y que podría ser traducido como la razón de vivir o aquello que nos motiva o empuja para seguir viviendo. Sería la motivación vital que nos anima a levantarnos con fuerza por las mañanas.

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Estos investigadores viajaron a las islas japonesas de Okinawa que es el territorio del planeta con una mayor proporción de centenarios y entrevistaron a muchos de ellos para descubrir los motivos por los que esta prefectura japonesa contaba con unos niveles de longevidad tan altos acompañados de unos estándares de calidad de vida muy elevados.  No se trata, por tanto, que únicamente en este territorio se viva mucho, sino que además la calidad de vida de los ancianos es muy buena. Además de otros elementos ya estudiados como la dieta, la realización de ejercicio moderado durante toda su vida, …la mayor parte de los entrevistados se referían de forma constante al mencionado concepto del ikigai.

El objetivo último del Ikigai no es el de alcanzar la felicidad como pudiéramos pensar en un primer momento. De hecho, en los estudios que promociona la ONU, Japón no es precisamente uno de los países más felices del mundo. Con el Ikigai lo que pretendemos identificar es aquello en lo que somos buenos y nos da placer realizarlo, al mismo tiempo que sabemos que estamos aportando algo al mundo. Realizando nuestro personal ikigai reforzamos nuestra autoestima y entonces sentimos que nuestra presencia en el mundo está justificada y ello obviamente conducirá a que estemos satisfechos con nosotros mismos. El ikigai no sería completo si nuestro objetivo vital no implicara también un servicio a la comunidad y es que como animales sociales que somos todos queremos ser útiles a nuestro entorno.

Para que podamos llevar a cabo nuestro personal Ikigai necesitamos primero identificarlo y posteriormente quitarnos, en la medida de lo posible, todas aquellas preocupaciones y desvelos que nos impiden buscar lo importante, nuestro objetivo vital. Es por ello muy conveniente el contar con una mínima estabilidad financiera que nos permita desarrollar nuestro ikigai sin distracciones y es que desde la estabilidad financiera podremos realizarnos como personas de una forma mucho más sencilla.

El coronavirus ha supuesto, entre otras muchas cosas, que muchos colectivos hayan visto peligrar su estabilidad financiera y este es uno de los puntos que el informe de CIGNA mencionado al comienzo de este texto ponía de manifiesto. Sin estabilidad financiera no sólo será mucho más difícil alcanzar nuestro Ikigai sino que además la inestabilidad financiera traerá consigo muchos efectos perversos.

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La inestabilidad financiera genera fuertes elementos de tensión en nuestro interior. Una tensión que se suele denominar estrés financiero y es originada por las preocupaciones económicas que nosotros mismos o un familiar pudiéramos estar atravesando. Este estado puede contribuir a que suframos diversas dolencias, ya sean físicas o psicológicas, entre las que podemos destacar a la depresión, el insomnio, dolores o tensiones musculares, alteraciones de nuestro sistema inmune y la más grave de todas que serían los problemas cardiovasculares. Este estrés financiero puede ser puntual o padecerse de forma continuada y es esta última forma la más peligrosa para nuestra salud.

El departamento médico de la aseguradora CIGNA explica como existen solidas evidencias que relacionan el estrés económico con una mayor predisposición a padecer las patologías enunciadas en el párrafo anterior. Ello unido a la falta de concentración, la sensación de cansancio, la irritabilidad, la tristeza o la apatía que también son consecuencia del estrés financiero conducen a que sea mucho más sencillo alcanzar nuestro bienestar emocional y nuestro ikigai si conseguimos revertir la inestabilidad financiera. ¿Cómo lograrlo?

Lo primero que debemos hacer es analizar la situación y enfocarnos en aquellos aspectos que nos causan un mayor estrés financiero. Una de las herramientas más útiles para localizar el problema es elaborar un presupuesto detallado con el que hacer seguimiento de nuestros ingresos y gastos y así poder comprobar en que partidas se puede recortar para afrontar nuestras deudas. Si es posible se deberían eliminar aquellos gastos superfluos que no nos aportan más recompensa que la acumulación de deuda. A partir de este momento sería conveniente establecer un plan de ahorro y en la medida de lo posible no desviarse de él para lo que será perentorio hacer un seguimiento diario de nuestros gastos.  

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