De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el mundo se enfrenta, en estos mismos instantes, a una recuperación obstaculizada por profundas fisuras. Y es que así es cómo el organismo multilateral ha denominado el escenario en el que nos encontramos en este momento, un escenario en el que el optimismo que veíamos meses atrás, hoy, ante el mal –o no tan bueno– desempeño de diversos factores que condicionaban la recuperación, parece haberse moderado; al menos en tanto en cuanto se va moderando el ritmo de crecimiento que registra la economía, que parece que crecerá, finalmente, menos de lo previsto, tal y como se señala en el informe que nos ocupa.

Así, el FMI, en la publicación de sus perspectivas económicas del mes de octubre, recoge una moderación en la economía a nivel global, la cual le ha llevado a aplicar una revisión en el cuadro macroeconómico para los próximos ejercicios. En comparación con las previsiones de julio, la proyección del crecimiento mundial para el presente 2021, concretamente, se ha revisado ligeramente a la baja y se sitúa ahora en el 5,9%. Una revisión que, en el caso de 2022, pese a que no recoge variaciones, no está exenta de nuevas revisiones futuras que confirmen una posible desviación. Pues, pese a que no se esperen cambios bruscos en las previsiones macroeconómicas, lo que hoy vivimos es la mera muestra de que la economía sigue sin estar exenta de riesgos, y que como hemos comentado en numerosas ocasiones en esta columna, la recuperación es aún frágil y susceptible de desviarse del objetivo.

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Como sabemos, la economía en estos momentos atraviesa un escenario complicado. Numerosas crisis azotan a las empresas y a las familias. La persistente inflación amenaza a una recuperación que nada más encuentra obstáculos en el camino, como señala el organismo multilateral. Pues a una crisis que comenzó con los precios de la energía disparados, debemos sumar la crisis de las materias primas, la escasez de trabajadores que viven numerosos países, así como todos los problemas que registran las empresas y, en general, los motores económicos de los distintos países. Tras una crisis de dimensiones históricas, la economía hoy registra disfuncionalidades propias de un desacople del que nos iremos recuperando los próximos meses.

Sin embargo, cabe destacar que la consolidación de la recuperación, como también dijimos en esta columna, no solo dependía del funcionamiento de la propia economía, sino que también dependía de otros factores que, pese a resaltarse y hasta llegar a la saciedad, parecen haber sido desatendidos por numerosas economías que, o no podían hacerlo, o no han querido aportar todo lo disponible a recuperar su economía. En este sentido, nos referimos a factores como las políticas de apoyo, donde el FMI ha subrayado la falta de respuesta por parte de numerosos Gobiernos; los ritmos de vacunación, donde América Latina presenta severas divergencias que siguen complicando el camino; así como los recursos sanitarios y la capacidad de combatir el virus en los distintos territorios.

Si atendemos a la situación que presenta México en lo relativo a estas crisis citadas, la inflación sigue presionando a un banco central que únicamente atiende a la política monetaria –y a la tasa de interés de referencia– para contenerla. Sin embargo, en lo relativo a estos condicionantes, y de la misma forma, México tampoco lo está pasando muy bien.

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Así, podemos comenzar diciendo, y esto lo hemos dicho en numerosas ocasiones, que México es, de entre las economías de América Latina, la que, relativamente, ha destinado menos recursos ha combatir el Covid. En este sentido, mientras la media se situaba en el 2,8% del PIB, la economía azteca no ha sido capaz de destinar más del 1% del PIB en concepto de respuesta y apoyo fiscal; pues la respuesta, en el caso de México, proviene de unos Estados Unidos que han respondido a esta pandemia con un equivalente al 18% de su PIB. En lo relativo a la vacunación, México es, por delante de Perú, el país con menos población vacunada de América Latina; un dato que no precisa más aclaraciones. Por último, en lo relativo a los recursos, el simple hecho de que hablamos de una economía emergente ya nos dice que, en esto concretamente, no puede compararse con una economía desarrollada; por lo que también podemos hacernos una idea.

Por tanto, dada esta situación, no debería uno extrañarse cuando escucha al FMI decir que la economía, y a nivel mundial, crecerá menos de lo previsto. Pues se dijo que las previsiones del Banco de México (Banxico), que señalaban que la economía mexicana crecería un 7%, eran optimistas y, pese a ello, se podía confiar en ellas. Pero de la misma forma, también se dijo que estas previsiones no estaban exentas de sufrir variaciones, teniendo en cuenta unos riesgos que, tras activarse, dejarían lo que hoy vemos. Pues esta situación ya se avisó, tomándose estas advertencias los Gobiernos como una crítica.

En conclusión, podemos seguir autocomplaciéndonos y creyendo que, como nos recuperamos, la propia inercia que esta recuperación lleva en estos momentos basta para recuperar el nivel previo a la crisis derivada de la pandemia. Pero México no debería olvidar que, después de Argentina, lo comentado en este artículo le lleva a ser una de las economías de América Latina que más tarde prevé recuperarse. Pero en esta recuperación, atendiendo a que la pandemia sigue siendo la que marca los tiempos, no está todo dicho. Por lo que de nosotros depende, pudiendo elegir sostener y remontar la situación, u obviar nuevamente unos riesgos que, de obviarlos, nos seguirán alejando del final de este túnel.

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