Lo he dicho muchas veces, uno de los mejores inventos de la humanidad es el mercado. Nadie lo inventó, surgió como una gran innovación, de abajo hacia arriba, emergió naturalmente, como se diría en teoría de sistemas complejos.  

El mercado permite la convivencia de muchos más allá de la familia: una aldea, una ciudad, un país, varios países, el mundo entero. El poder no es de nadie, está distribuido. Cada quien puede comprar y vender lo que guste. Es un sistema ganar-ganar porque, aunque algunos individuos pierden, la comunidad se beneficia. Los fracasos individuales se convierten en éxitos colectivos. Es un juego infinito.

Funciona como todo sistema complejo: se auto-ordena con reglas básicas, información e intención, y libertad, mucha libertad. Sin libertad no hay auto-ordenamiento.

No es un sistema perfecto, pues puede haber dominio de un grupo sobre otro por poder (natural) o por fuerza (artificial). Puede haber comportamiento de manada, no de grupo, esto es muy común en los mercados financieros o las compras de pánico. Son avalanchas de deseo o de temor en donde los individuos dejan de actuar como grupo y le ceden su poder a la muchedumbre.

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El mercado se auto-perfecciona con más libertad porque la competencia genera innovación. Por ello, los países más exitosos económica y socialmente son los países más libres. No hay excepción.

La democracia es un mercado político. No es la única manera de organizarse, de hecho, es una excepción en la historia de la humanidad aunque se ha generalizado en los últimos 50 años y nunca es perfecta. Entre más distribuido es el poder político, mejor funciona el mercado político. Entre más concentrado está el poder político, más fallas tiene el sistema.

Hay sistemas que ponen muchas trabas a la oferta política: un solo partido, se debe pertenecer a un partido para ser candidato, no es fácil crear un partido, el árbitro está controlado o los partidos actúan como oligopolio. En resumen, un pequeño grupo se adueña del sistema por la fuerza y le extrae rentas a los demás.

China no permite la competencia abierta en política, aunque tiene una larga tradición de preceptos confucionistas para una autocracia “sabia” y pragmática. Desde hace 40 años permite la libertad económica como herramienta de legitimidad y lo complementa con una sólida estrategia estatal de desarrollo económico y muchos recursos financieros: el gato mata ratones. Suiza, en cambio, es un buen ejemplo de libertad política.

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En México, pasamos de la dictadura al partido único, al oligopolio de partidos y, ahora, a la pretensión del partido en el poder de volver al partido único. Lo que se había ganado, imperfecto como era, se puede perder. Es decir que, en lugar de avanzar hacia un mercado más libre y competido, regresemos al pasado neo-priista setentero, obsoleto e ineficaz.

Estamos en una encrucijada, una bifurcación, un momento en que el sistema oscila inestablemente buscando un nuevo orden complejo. El partido en el poder juega a la división de los compradores, a la creación del comportamiento manada a su favor y al ataque contra los críticos. La estrategia se ejerce con propaganda y con fuerza: obediencia o cárcel, estás conmigo o contra el país.  

En las dictaduras, el poder es muy inestable justamente por su concentración. Eventualmente el dictador muere, es asesinado o traicionado por su propio grupo, o depuesto por una multitud cansada del sufrimiento.

Es difícil pensar que en pleno siglo XXI, con la existencia de una comunicación tan distribuida y una economía tan conectada al mundo, podamos regresar a la dictadura, pero esa es la apuesta del régimen actual, esa es su intención. Ese fue el comportamiento manada que tuvo una parte del electorado en la elección pasada y la ilusión de otros, creyendo que el oligopolio se combate con monopolio, que la democracia se mejora con dictadura.

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Los sistemas complejos nunca se controlan, se auto-ordenan, pretender el control de un sistema político por un solo hombre es un riesgo muy real y muy presente, pero efímero, anti-natural y pasajero. Ni siquiera el modelo chino funciona en México, porque este régimen limita la libertad económica, no tiene una estrategia de desarrollo y no cuenta con los recursos financieros, ni intelectuales, de los chinos.

¿Qué tan pasajero? Puede ser que en las elecciones del próximo año se resuelva o puede ser que tengamos un retroceso de muchos años. ¿De qué depende? De la defensa que los ciudadanos estén dispuestos a hacer y de la capacidad de los partidos políticos de oposición de trabajar en equipo en aras de un mercado político con mayor competencia.  

Una advertencia: Cuidado con pensar que la defensa de la democracia debe ser por un solo líder. La defensa debe ser por muchos y para todos. Descentralización y distribución siempre es el mejor anticuerpo para el monopolio.

Contacto:

*Santiago Roel R. es director y fundador de Semáforo Delictivo, herramienta de rendición de cuentas, evaluación y análisis del comportamiento de la delincuencia y violencia en México.

Twitter: @semaforodelito

www.semaforo.mx

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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