Rosario Robles está librando la batalla más importante de su vida política y lo que está en juego es su libertad. Lo sabe y tiene presente los riesgos que conlleva el insistir en la inocencia, en lugar de dar paso a un acuerdo, como hacen muchos, para evitar una estancia prolongada o la cárcel o para recobrar la tranquilidad.

Robles tiene una muy amplia experiencia política y administrativa. Fungió como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México y encabezó dos secretarías de estado, además de presidir un partido, el PRD. 

Lleva más de un año recluida, de modo oficioso, aunque la ley le permite enfrentar su proceso en libertad. En su caso se está violando el debido proceso y han existido comportamientos de fiscales y de jueces nada ejemplares, a los que poco les importa la presunción de inocencia, aunque ello sea la piedra angular de todo sistema garantista. 

La presionan desde el poder, para empezar con su reclusión misma, y en más de una ocasión le han dejado claro que acogiéndose al criterio de oportunidad e inscribiéndose como testigo colaborador podría superar muchas de las penurias que ahora padece. 

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Para muchos, la actitud de Robles es incompresible, porque no han existido muestras de solidaridad de sus jefes y mucho menos planteamientos de apoyo político, que siempre se requiere y necesita en semejantes dificultades. La utilidad de Robles es mayor como delatora que como sentenciada.

La clave es entender que Robles está convencida de su inocencia y quiere actuar en consecuencia. Para ella la única salida es la absolución o la denuncia sobre las irregularidades que han existido alrededor de su caso. 

Acaso por ello, decidió escribir una carta en la que señala que en la FGR “pretenden para que obtenga mi libertad (como en otros casos) señale como responsables a ex colegas míos de mayor jerarquía en el gobierno del sexenio pasado, con el objetivo de dirigir ahí sus baterías.”

Se niega a sumarse a un arreglo al estilo del de Emilio Lozoya, el ex director de Pemex que soltó una serie de insinuaciones y un video y ahora vive en su casa y aún no se inicia un juicio en su contra. 

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Robles  afirmó que no saldrá de prisión “por la puerta de atrás”  y que continuará con su estrategia de defensa para probar que no es responsable de los hechos que se le atribuyen ni cometió delitos. 

Ignoro cómo terminará el asunto y cuál será el verídico de los jueces, pero hay que admitir que Robles está dando una lección de dignidad en estos tiempos de aguas revueltas y de traiciones.

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Twitter: @jandradej

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