En las últimas semanas, muchos hemos sido los economistas que hemos reflexionado sobre lo ocurrido con la pandemia en el mundo, y cómo ello ha impactado sobre la economía que hoy conocemos y sobre la globalización que la caracteriza. Pues hay que decir que, tras una pandemia que ha puesto de manifiesto la dependencia de los países occidentales de Asia en lo relativo a materias primas y manufacturas, una reordenación de las cadenas de valor y, por ende, una desglobalización, como la llaman algunos, podría ser un fenómeno posible y esperable ante lo que ha ocurrido.

Ante semejante contexto, algunas columnas atrás, escribíamos sobre la oportunidad que representa este fenómeno que describimos para muchas economías de América Latina. Ya que, ante lo sucedido, muchos empresarios han optado y apostado por una reorganización y una menor dependencia asiática en lo que a sus cadenas de valor se refiere. Y en este escenario, esas empresas que hoy abandonan Asia, de facto se ven en la obligación de encontrar de nuevos lugares en los que situarse y, de esa manera, diversificar esa dependencia que durante la pandemia le ocasionó roturas de stock y, en última instancia, el desabastecimiento.

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Y hay que decir que los datos y el contexto precisan de nuevos motores para dinamizar el crecimiento de la región.

En los últimos años, la inversión extranjera directa en América Latina ha caído a niveles que, comparados con los que veíamos hace 15 años, muestran la clara necesidad de reactivar el atractivo de esta rica, pero vulnerable y desequilibrada región. Los crecimientos se han apagado sustancialmente desde la crisis de 2008, y estas economías emergentes que antes crecían a ritmos de 2 dígitos, hoy no superan, de media, el 7%. En esencia, estamos ante una ausencia de crecimiento y, con ello, ante una situación en la que el desarrollo de estas economías se encuentra en peligro; por lo que, de haber oportunidades, sería un absurdo desatenderlas.

De poder nutrir estas economías con inversión extranjera y con nuevos socios comerciales que apuesten por la región, la situación que hoy muestra la región podría ser, como poco, distinta a la que hoy presenta. Y esa distinción a la que hacemos mención encuentra precedentes que pueden ilustrarnos en la economía mexicana, por ejemplo. Pues hoy, en México, el 80% del PIB azteca se encuentra supeditado al sector exterior. La fuerte apuesta por el comercio exterior por parte de la economía mexicana, así como los tratados bajo los que se articula dicha apuesta, han permitido al país convertir al sector exterior en uno de sus principales motores de crecimiento económico.

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Así, nos hallamos ante una oportunidad histórica para la región y el desarrollo de esta. Las cadenas de valor, ante el miedo que supone una nueva parálisis forzosa de la economía, se están reorganizando estratégicamente para acabar con esa dependencia que, durante la pandemia, acabó provocando el desabastecimiento. En un escenario de excepcional incertidumbre, los empresarios se lanzan en búsqueda de nuevos acuerdos que fomenten esa diversificación y, para el futuro, que garanticen el suministro ante sucesos similares. Una diversificación que podrían encontrar en Latinoamérica.

Además, en ese mismo precedente que citábamos, encontramos la oportunidad mencionada tras la crisis entre Estados Unidos y China y la posterior guerra comercial que desataron las principales potencias económicas en el mundo. Con el conflicto, la guerra comercial provocó que Estados Unidos buscase nuevos socios comerciales en los que apoyarse ante la ausencia de China. Y México, siendo de esas economías que se postularon a ser ese nuevo socio comercial que buscaba Norteamérica, acabó convirtiéndose en el, disparando sus registros de comercio con sus vecinos del norte muy considerablemente.

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Por esto y por todo lo mencionado a lo largo de este artículo, el Banco Interamericano de Desarrollo (por sus siglas, el BID también se ha pronunciado al respecto. Ante lo que está ocurriendo en estos momentos con la pandemia, en adición a las distorsiones provocadas por el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, ha indicado que Latinoamérica y el Caribe pueden compensar los suministros de materias primas afectados por la guerra.

Con lo sucedido, según Claver-Carone, el mundo se apresuró a corregir su excesiva dependencia comercial en china y aproximar sus cadenas de suministro. Y ahora estamos viendo nuevos amortiguadores, nuevas conexiones para América Latina y el Caribe en el comercio internacional que, consigo, traerían creación de empleo, de riqueza y, en esencia, crecimiento económico y desarrollo. Además, muchas de sus economías o, por un lado, presentan crecimientos que posibilitan la aplicación de reformas o, por otro, la necesidad de revertir el estancamiento y potenciar su desarrollo.

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Es decir, hablamos de una oportunidad para aprovecharla.

Por esta razón, es hora de apostar por el comercio, las uniones comerciales y, en esencia, la globalización. La ciencia económica ya ha demostrado los beneficios de apostar por el sector exterior. ¿A qué esperamos?

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