La relación entre feminismo e izquierda resulta agridulce, por decir lo menos. A la hora de revisar diversos ejemplos alrededor del mundo, vemos una relación problemática, compleja, de desencuentros, pero también esperanzadora. Desde las primeras aproximaciones teóricas al tema de la mujer y después al concepto de género, fue evidente que esta agenda nacía como una cuestión política en tensión con el concepto de clase y la consecución de la igualdad social.

Desde las movilizaciones registradas en 2010 para conmemorar el 8 de marzo y que tomaron las calles de manera intempestiva en distintos puntos del globo, quedó en evidencia para el público, que el fenómeno feminista estaba en el epicentro de una revolución política, social y cultural. Con distintas intensidades, las protestas feministas alrededor del mundo comparten el protagonismo de las generaciones más jóvenes, así como una mayor capacidad organizativa magnificada gracias a la lupa de las redes sociales.

Hoy, los gobiernos de izquierda triunfadores por la vía electoral en América Latina dibujan un escenario donde su relación con el feminismo se muestra en todas sus contradicciones. Recientemente, los triunfos de Xiomara Castro en Honduras y de Gabriel Boric en Chile son dos eventos que resuenan en el imaginario de una segunda “marea rosa” en la región luego de que, en su primer ciclo, a principios de este siglo, la referencia fuera usada para caracterizar el arribo de candidatos de izquierda prácticamente en todos los países de América del Sur y Centroamérica.

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Al triunfo de López Obrador en 2018 y el regreso del peronismo en Argentina, se le han ido sumando otros triunfos electorales en la región que marcan una tendencia hacia un segundo giro a la izquierda. Desde 2020 a la fecha, la mayoría de las elecciones celebradas en América Latina fueron ganados por candidatos de izquierda: Bolivia, Perú, Honduras y Chile. Sin embargo, a diferencia del primer bloque de gobiernos progresistas latinoamericanos, los que hoy han triunfado en las urnas enfrentan nuevas agendas políticas, en medio de contextos políticos y económicos aún más intrincados que hace dos décadas.

Entre las nuevas agendas que retan a los gobiernos y al propio sistema están los feminismos que, en plural, desafían la capacidad de los gobernantes que abanderan las mejores causas sociales pero que, en los hechos, siguen antagonizando las demandas feministas con las demandas de igualdad social.

De entre los recientes triunfos electorales en la región destaca, por diversas razones, el caso chileno bajo el liderazgo de Gabriel Boric, de quien vimos un estratégico corrimiento hacia el centro ideológico en algunas de sus propuestas de campaña más relevantes, lo que fue fundamental para lograr su triunfo en la segunda vuelta. Como sabemos, el arranque de la gestión de Boric se incrusta en el marco de un proceso constitucional fundacional innovador en diversos puntos, uno de ellos, haberse conformado como la primera asamblea paritaria pero cuyas promotoras miran hacia un objetivo superior: lograr una constitución feminista con todo lo que ello significa.

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El voto de las mujeres, especialmente las jóvenes, tuvieron un peso fundamental para darle la ventaja a Boric en la segunda vuelta. Y él lo sabe. El mandatario chileno no sólo conformó un gabinete conformado por más mujeres que hombres, algunas de ellas en posiciones claves, sino que se ha comprometido a ejercer un gobierno feminista.

De cara a un nuevo texto constitucional que ha hecho voltear al mundo hacia Chile, Boric tiene el formidable reto de demostrar, desde el ejercicio del poder, su vocación feminista que de manera tan efectiva reflejó en sus discursos como candidato y, con ello, probar que un gobierno de izquierda puede representar de mejor manera las demandas feministas que podrían significar transformaciones históricas. En ello, el flamante mandatario se juega el que podría ser uno de sus mas trascendentes legados.

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Contacto:

Maestra en Políticas Públicas por la Universidad de Oxford y Licenciada en Ciencia Políticas y Relaciones Internacionales, por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

Twitter: @palmiratapia

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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