Es imperdonable que habiendo en el mundo una tremenda escasez de vacunas contra el Covid-19 exista capacidad instalada para su producción que esté desperdiciada. Dos reporteras de Associated Press, Lori Hinnant y Maria Cheng, se dieron a la tarea de buscar capacidad de producción de vacunas ociosa, y encontraron tres plantas de producción, en tres continentes diferentes, una en Bangladesh (Incepta), una Sudáfrica (Biovac) y una más en Dinamarca (Bavarian Nordic), cuyos dueños señalaron que podrían empezar a producir cientos de millones de dosis si contaran con el conocimiento técnico, pero ese conocimiento pertenece a las grandes compañías farmacéuticas.

Más de 2.5 millones de personas han perdido la vida a causa de esta pandemia. La vacuna ya existe, pero su oferta es minúscula frente a la enorme demanda que implica cubrir a la totalidad de la población adulta a nivel global. Encima, los países de mayores recursos han acaparado las inmunizaciones disponibles, cerca del 80% de las dosis administradas hasta ahora se han concentrado únicamente en 10 países.

Ante la hercúlea tarea de aumentar de manera drástica la producción del maná que salva vidas, Sudáfrica y la India presentaron en octubre del año pasado una moción ante la OMC para suspender durante la pandemia los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (TRIPS por sus siglas en inglés) para las vacunas y tratamientos contra el Covid-19. Es decir, suspender hasta el fin de la pandemia las patentes protegidas por un acuerdo que entró en vigor en 1995, luego de un fuerte cabildeo por parte de la industria farmacéutica. Dicha propuesta ha obtenido el apoyo de al menos 119 países pero desgraciadamente está siendo bloqueada por un puñado de naciones que tienen industrias farmacéuticas propias.

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De manera altamente simbólica, el Director General de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom, apoyó públicamente la iniciativa impulsada por Sudáfrica y la India. Mientras que la propuesta fue discutida en el seno del Consejo General de la OMC, única organización internacional de la cual depende la decisión de una suspensión temporal del acuerdo TRIPS. La flamante directora general de dicha organización, la Dra. nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala, señaló que “un creciente número de países en vías de desarrollo está solicitando que se tome en cuenta la propuesta y el diálogo se está intensificando”, y agregó que “otras medidas complementarias para el acceso a la vacuna son provisionales en tanto continúen las discusiones sobre la propiedad intelectual”.

Además de las razones humanitarias para apoyar dicha moción, es importante considerar los siguientes tres aspectos.

  1. A diferencia del desarrollo de la mayoría de los medicamentos, en este caso los contribuyentes pagaron miles de millones de dólares para desarrollar la vacuna. Seis empresas recibieron en 2020 cerca de 12 mil millones de dólares de dinero público para impulsar el desarrollo de opciones de inmunización.
  2. El argumento de que la suspensión temporal de estos derechos de propiedad intelectual acabaría con el incentivo para realizar investigación en la industria farmacéutica, que fue la que “desarrolló la vacuna”, es falaz. En realidad no fueron las grandes empresas las que desarrollaron las vacunas. De hecho las tres mayores compañías farmacéuticas a nivel global (GlaxoSmithKline, Merck y Sanofi) no lograron desarrollar una vacuna contra el SARS-Cov-2. Fueron las  startups como Moderna y BioNTech o los centros de investigación como el Jenner Institute de la Universidad de Oxford, los que tuvieron éxito. De las cuatro empresas farmacéuticas que dominaban el mercado de vacunas en 2020, solamente Pfizer tiene hoy una exitosa vacuna contra Covid-19 y eso solamente gracias a su sociedad con BioNTech, empresa alemana fundada por inmigrantes turcos.
  3. De nada sirve a un puñado de países lograr la inmunización de su población si el resto del mundo no logra vacunarse pues se están generando nuevas cepas que podrían volver a contagiar a las personas ya inoculadas. Siempre iremos una vacuna atrás de la última cepa. A fin de eliminar ese riesgo se necesita incrementar la producción de vacunas con la mayor celeridad posible.

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La comunidad internacional no debe escatimar esfuerzos para salvar vidas, sería deseable que se suspendiera temporalmente el acuerdo TRIPS, pero lo mínimo indispensable es que los gobiernos presionen a las compañías farmacéuticas para que otorguen más licencias voluntarias a los fabricantes ubicados en países en vías de desarrollo, como ya hizo AstraZeneca con el Serum Institute de la India. 

Estar a favor de la transferencia de tecnología y la liberación de patentes de tratamientos y vacunas para Covid-19, no significa estar en contra de las empresas, ni de la propiedad intelectual, significa entender la magnitud de la pandemia que estamos enfrentando y estar a favor de la humanidad en un momento en el cual cada día se pierden miles de irreparables vidas.

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Contacto:

Brenda Estefan, actualmente es consultora independiente en temas internacionales como análisis de riesgo, prospectiva de escenarios políticos y económicos, migración y tratados comerciales. Su amplia experiencia le permite analizar la posición de México en el mundo y su relación con países más allá del eje de Norteamérica.

Twitter: @B_Estefan

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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