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Estas son las 30 promesas de los negocios 2024

Es verdad, las cosas han cambiado mucho desde los tiempos de Constance Georgine Markievicz —la primera mujer en ser electa en la Casa de los Comunes Británica—. De 1918 a la fecha, el mundo es un lugar totalmente diferente. No obstante, hay situaciones que no muestran mucho progreso. Es para no creerse, pocos saben lo que significaba la expresión “techo de cristal”. Son varios los que siguen creyendo que se trata de un mito. Tristemente, es cierto, medible, comprobable, observable y de efectos de amplio espectro. El concepto ha traspasado en muy poco tiempo el quicio de lo desconocido, ha dejado de ser un fenómeno de los estudios de género y se ha incorporado a nuestro vocabulario del día con día. El techo de cristal es esa barrera invisible, no estipulada en ningún lado, que es muy real, que limita el desempeño profesional y el asenso de las mujeres en el terreno laboral. Entonces, ni el mérito ni las calificaciones ni las competencias valen para acceder a puestos de mayor jerarquía para las que se cuenta con las cualidades necesarias para desempeñarse.

Desde lo más complejo hasta lo más elemental parece estar sancionado por manos proclives a un favoritismo grupal masculino. Siempre he dicho que, aunque me ha tocado desempeñarme en ambientes en los que predomina la testosterona, he tenido la suerte de ser tratada con respeto y jamás he sido limitada por mi condición de género. Eso no quiere decir que el techo de cristal no exista o que haya situaciones poco relevantes en las que una prefiere elevar la mirada al cielo y dejar pasar. Tampoco significa que el término no tenga cómplices que de manera subrepticia lo hagan crecer como un arbusto frondoso. Basta abrir los ojos para apreciar el entorno.

Entre lo complejo y lo elemental, las mujeres estamos viviendo una etapa en la que nos toca gestionar nuestro espacio en tiempos de crisis. ¿Por qué? Porque en los casos excepcionales en que hemos roto las barreras de cristal,   no hemos llegado  a un mejor estadio sino que nos hemos embrollado en lo que se empieza a conocer como el “acantilado de cristal”. En este concepto, las mujeres somos tomadas en cuenta, pero hay que hacer esfuerzos por estar demostrando sus méritos intelectuales y tienen que recalcar que es debido a su conocimiento y no a otras habilidades que fue tomada en cuenta para cierta posición.

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No sólo eso, nos toca zarandear conciencias y defender bastiones por todos lados. Las mujeres tenemos que reivindicar nuestro deseo a ser exitosas en todos los flancos de la vida, pedir ayuda en labores domésticas como si fueran una tarea exclusiva del sector femenino y no una actividad que le toca a todos. Encima, hay que defender nuestro gusto por toparnos con hombres educados que nos tengan pequeñas atenciones como abrirnos la puerta o como recibir flores, sin que por eso caigamos en el rubro de inútiles. También tenemos que preservar el derecho que tenemos para pisar fuerte en el mundo de las ideas.

El mundo femenino es en gran medida un terreno de oclusión que recibe presiones por todos lados, que vive ocultando y aparentando y que se borra de un pincelazo cuando resulta conveniente. Este hecho tiene cifras, la violencia contra la mujer alcanza una media de sesenta y seis mil feminicidios por año según Journal of the American Medical Association, la violencia doméstica es la principal causa de lesiones de las mujeres entre catorce y cuarenta y cuatro años, las principales víctimas de robo y atracos son las mujeres.

Es cierto, no podemos negar que hay avances que nos parecían inimaginables y que hoy son irreversibles. Supongo que las sufragistas se deben sentir muy orgullosas de las condiciones en las que nos encontramos hoy en día. Nos mirarán con entusiasmo y nos animarán a seguir adelante. Ellas mismas padecieron críticas acérrimas, incluso de mujeres que, en vez de afiliarse a sus ideas, fueron abiertamente en contra de esas aspiraciones.  Desde entonces y hasta nuestros días, a pesar de que han pasado tantos años, el acantilado de cristal sigue siendo una amenaza que tenemos que enfrentar. Las conquistas nos llevan a avanzar hacia abajo, a subir en retroceso y no es justo. Los chistes, las fantochadas, el imperio de lo incorrecto tiene que parar y en primera línea están todos estos activistas que militan a favor del machismo. Conste, los militantes son hombres y mujeres también.

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Hace un tiempo, me invitaron a participar como moderadora en una junta de colonos que estaba teniendo diferencias fuertes entre la mesa directiva y un grupo de residentes que no estaban conformes con las decisiones que se tomaban. Lo que sucedió en esa reunión de vecinos, que se supone que somos gente civilizada y que busca mejoras en la convivencia, me dio coraje y luego risa. Uno de los colonos asumió que yo llegaba como esposa de alguno de los propietarios y no como dueña de una propiedad, por lo tanto, asumió que mi papel era ver, oír y callar. De entrada, se imaginó que yo no podía opinar de temas financieros y como en broma dijo que las mujeres somos malas para los números. Con gusto vi como fueron pocos los que le celebraron el chiste. Los asistentes más jóvenes le hicieron sentir que su comentario sobraba y estaba fuera de lugar. El presidente de la asociación le dejó ver que si estaba ahí moderando no era en calidad de florero. En fin, la lucha sigue siendo dura, pero hay que continuar dando batalla.

Hay que ayudar a las mujeres a romper el techo de cristal y protegerlas de caer en un acantilado de cristal. No tenemos porqué sentirnos culpables de tener éxito, no somos las únicas que nos encargamos de las labores domésticas. Tenemos la capacidad de ser ejecutivas eficientes, profesionales inteligentes, madres amorosas, hijas dedicadas, amantes plenas. Nuestra condición femenina es diversa y debe ayudarnos a poner en juego nuestro conjunto de capacidades, talentos y dones para tener una misión lograda.

 Más que nunca, tenemos que limpiar a la sociedad de prejuicios, planchar las arrugas de la injusticia, tejer redes de contacto que se sustenten en la equidad y zurcir en la armonía. Un niño tiene derecho a ser lo que quiera y una niña también. Las niñas tenemos que lavar lo que ensuciamos y los niños también.

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