Uno de los efectos de la votación es que Morena gobernará algunos de los estados más violentos y en los que la presencia del narcotráfico es evidente.

Esto implica riesgos y oportunidades. Los primeros radican en los efectos perniciosos que significará continuar con una estrategia que no ha funcionado, que mantiene tasas elevadas de homicidios dolosos y que no ha reducido la actividad criminal.

La segunda mitad del periodo presidencial de López Obrador debería servir para hacer los ajustes necesarios y evitar que aumente la densidad criminal.

Una de las áreas en que se pueden establecer consensos entre las fuerzas políticas es la de la seguridad, porque de ella depende la tranquilidad, la posibilidad de desarrollo e inclusive la gobernabilidad democrática. Claro, en el entendido de iniciativas adecuadas y no de proyectos como el de militarizar, ya sin matiz alguno, a la Guardia Nacional.

Quizá sea el momento de volver a pensar en la construcción de policía, en reconducir el proceso de transformación de las fuerzas de seguridad, desechando análisis que no se sostienen en la prueba de la realidad y que responden a prejuicios, como aquellos que hicieron desaparecer a la Policía Federal.

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En la península de Baja California, en Sonora, Sinaloa, Colima, Nayarit, Michoacán, Guerrero y Zacatecas hay una fuerte disputa de las bandas criminales por el control de los mercados ilícitos. En todos esos lugares el poder ejecutivo estatal estará en manos de Morena.

En los hechos, y observando la dinámica del poder y de sus rutinas, podría funcionar una suerte de mando único  que permita la coordinación entre fuerzas de seguridad y que evite dispersión de esfuerzos.

Se acabó el espacio para los pretextos y para las acusaciones de uno y otro lado, porque quienes tendrán la obligación de dar resultados, respaldan un mismo proyecto político, más allá de los matices de cada caso.

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Lo que inquieta, es que no se corrija lo que no funcionó. Ni en el análisis más optimista se puede sostener que las cosas van bien y que estamos en la ruta de mejoría. Uno de los rasgos de la elección fue su violencia y cómo el crimen organizado irrumpió en ella. No es un juego, es grave y requiere de una atención inmediata.

Una de las incógnitas sobre lo que deparará el nuevo mosaico político, radica en establecer y conocer qué tanto daño hizo el crimen organizado y cuánto puede hacer, sobre todo ahí donde se salieron con la suya, intimidando o matando candidatos.

¿Cuántas posiciones habrán obtenido los grupos delincuenciales? ¿Quiénes estarán al servicio de estas organizaciones? Estas y otras preguntas ya debieran estar analizándose en las áreas de seguridad para actuar en consecuencia.

Las señales de alarma han sonado y algunas de ellas provenientes de Estados Unidos. El tiempo se agota y sobre todo las posposiciones condenan a la sociedad a vivir bajo la zozobra que imponen los bandidos.

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