El fin de semana pasado hubo una prueba de la alarma sísmica en la Ciudad de México y, como parte de esa prueba, se solicitó a las ciudadanas reportar las ubicaciones en donde no se hubiera escuchado correctamente.

Como en mi calle no se oyó el sonido de prueba, me comuniqué con las autoridades de la alcaldía y allí me pidieron hacer el reporte al 911. Así lo hice y estuve esperando seis minutos a que una persona me atendiera. Si se hubiera tratado de un infarto o de un intento de secuestro, la ayuda habría llegado demasiado tarde.

El número de emergencia 911 no fue creado para eso. Lo sé muy bien porque como comisionada del Instituto Federal de Telecomunicaciones me tocó emitir los Lineamientos de Colaboración en Materia de Seguridad y Justicia, modificar el plan técnico fundamental de numeración y, también, emitir la metodología para asegurar la precisión de la localización geográfica en tiempo real de las llamadas, todo ello para tener un solo número armonizado de emergencias para todo el país.

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El 911 comenzó a operar como número único nacional de emergencia en enero de 2016. Antes de esa fecha, teníamos una variedad de líneas telefónicas distintas para cada tipo de servicio y según la ciudad del país, lo que evidentemente no permitía una atención ágil y precisa en situaciones donde los segundos son valiosos.

Para construir el nuevo sistema armonizado, desaparecieron muchos códigos que funcionaban antes desarticuladamente. Por ejemplo, para la Ciudad de México significó sustituir el 060 de la policía local, 061 de la policía judicial, el 065 de la Cruz Roja, el 066 del anterior sistema de atención de emergencias, el 068 de los bomberos y el 080 de seguridad.

Para las denuncias anónimas se dejó un código distinto, lo que es lógico precisamente para preservar el anonimato, considerando que el sistema 911 utiliza mecanismos de localización geográfica en tiempo real, que en muchos casos se torna necesaria cuando quien necesita ayuda no puede proporcionar su ubicación exacta.

Contar ahora con este servicio ha sido un esfuerzo significativo de coordinación de autoridades federales y locales con los servicios de emergencias en todo el país, para concentrar su atención en un mismo lugar, de manera que sea sencillo para las personas recordar en cualquier momento un solo código de tres dígitos y que allí haya personal capacitado que asigne la respuesta requerida.

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En la atención de emergencias la rapidez y capacidad de respuesta es crítica, tanto para contestar la llamada como para que el servicio indicado llegue a donde se le necesita. De allí, las continuas campañas para eliminar las llamadas en falso, que son una verdadera pesadilla, ya que distraen la atención que debe estar disponible en todo momento para las emergencias reales. En casos extremos, la posibilidad de no contestar una llamada en unos cuantos segundos puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.

No obstante, vemos que, con relativa frecuencia, se utiliza el 911 para recibir reportes o para otorgar servicios que no son emergencias en sentido estricto. Por ejemplo, en la Ciudad de México es posible denunciar fiestas ruidosas de vecinos a este número y también se decidió usarlo para los reportes de fallas en los postes de la alarma sísmica.

Se podría decir que hay cierta relación lejana entre estos usos y algunos servicios de emergencia, puesto que el primero se refiere a reducir riesgos de contagios de Covid y el segundo tema tiene que ver con la alarma sísmica. Pero, definitivamente, no se trata de emergencias por sí mismas.

Antes de acudir a definiciones legales, usemos el sentido común. Como uno entre muchos recursos, acudo al sitio Kidshealth que, con la mayor claridad, explica a niñas y niños qué es una emergencia:  cuando alguien necesita ayuda inmediata debido a una lesión o un peligro inminente.

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El sitio continúa: hay que llamar al 911 en caso de incendio; si alguien se desmaya o tiene problemas para respirar o hablar; si alguien se atraganta; si presencias un delito o si ves un accidente de tráfico importante.

Usar el 911 para otros servicios que pueden ser importantes, pero no implican un riesgo inminente a la vida o la seguridad, distrae recursos que siempre son escasos y puede acarrear la pérdida de vidas.

El 911 es un bien público de elevado valor para la sociedad. Cuidémoslo. Si no lo usamos para lo que fue creado, lo perderemos.

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Contacto:

**Economista especialista en competencia, regulación, ecosistema digital, liderazgo y género. Directora general del Centro-i para la Sociedad del Futuro. Socia directora de AEQUUM. Presidenta de la red de mujeres CONECTADAS y excomisionada del IFT.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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