Nadando en un mar de indicadores, el Fondo Monetario Internacional publica, como era de esperar, la actualización de sus perspectivas para la economía mundial en los próximos años. Unas perspectivas que, si bien arrojan un mejor comportamiento de la economía para los próximos meses, en el caso de Latinoamérica especialmente, también se observan riesgos en el horizonte que impiden la celebración de dicho pronóstico, así como la autocomplacencia de los mandatarios ante dicha mejora.

Y es que, teniendo en cuenta los precedentes con los que cuenta AMLO, un repunte de las perspectivas supone una celebración para un presidente que parece centrar su estrategia en los indicadores. Sin embargo, esos riesgos que citábamos impiden que eso sea así. Y es que, al margen de que, tal y como muestran los estudios al respecto, el FMI presenta un escaso grado de acierto en sus pronósticos en los últimos 20 años, debemos tener en cuenta que hablamos de un escenario completamente distinto al que se dio en anteriores crisis.

En este sentido, y al igual que hizo el Fondo Monetario Internacional en la actualización de sus perspectivas al inicio del año, el organismo avisa, al inicio del informe, de que los pronósticos ofrecidos deben seleccionarse con precaución. La naturaleza de una crisis como esta, donde la incertidumbre es la única certidumbre contrastada, impide la realización de modelos precisos que ofrezcan un pronóstico con un óptimo grado de confianza. Los riesgos en el horizonte siguen siendo muchos, y no deberían pasarse por alto.

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Así, el organismo muestra para México que, pese a registrar una contracción bastante resaltable, la contracción prevista a final de año, finalmente para ellos, será del -9%. Como vemos, una mejora en las expectativas que lleva a la economía azteca a contraerse un punto y medio porcentual (1,5%) menos de lo esperado en la previsión anterior. Sin embargo, hemos de recordar lo comentado, así como el hecho de que, de activarse los riesgos, un mayor deterioro y una contracción más abultada de lo esperado es posible; máxime, teniendo en cuenta que hablamos de la mayor contracción registrada en América Latina desde la década de 1960.

Y es que, como decíamos, entre los riesgos que destaca el FMI, hemos de resaltar aspectos que, como los rebrotes, podrían provocar ese mayor deterioro del que avisa el organismo multilateral. Pues, como ya ocurría en el pasado informe, el pronostico se basa en factores económicos y de salud publica que son inherentemente difíciles de predecir. Una primera capa está relacionada con la trayectoria de la pandemia, la respuesta que debe darle la salud publica y los trastornos asociados de la actividad interna, particularmente en el caso de los sectores donde el contacto es intensivo.

En esta línea, el informe resalta otras fuentes de incertidumbre que, como la magnitud de los efectos de derrame mundiales generados por la debilidad de la demanda, la disminución del turismo y la disminución de las remesas, resultan, de igual forma, muy difíciles de predecir ajustadamente. Y es que, junto a los previamente citados, hablamos de un conjunto de escenarios contrafácticos que, como el descontrol de la pandemia, así como esa intensificación de los contagios, no pueden descartarse ante semejante situación. Pues ni el propio organismo asegura que los escenarios presentados no sufran variaciones en el corto plazo.

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Por último, tras los mencionados, debemos incluir un tercer conjunto de factores que, de igual forma, condicionarán el crecimiento de la economía en los próximos meses. De acuerdo con el informe, el organismo hizo referencia a determinados factores que tienen que ver con el ánimo de los mercados financieros y sus implicaciones para los flujos internacionales de capital. Ya que, además, existe incertidumbre en torno al daño sufrido por el potencial de oferta, que dependerá de la persistencia del shock producido por la pandemia, el alcance y la eficacia de las políticas de respuesta y el grado de incompatibilidad entre los recursos sectoriales.

Como vemos, la situación ha experimentado una mejora, al observarse esa menor contracción a cierre del año. En este sentido, cabe decir que el organismo, dicho sea de paso, cita lo que anunciábamos hace una semana en Forbes, sobre la reactivación del comercio exterior y la mejora para las economías más dependientes del comercio exterior, principalmente con socios como Estados Unidos. Sin embargo, pese a ello, por otro lado se observa el aviso de que aquellas economías, como es el caso de México, más dependientes del turismo y de las materias primas, donde el país azteca presenta fortalezas que se han convertido en vulnerabilidades, podrían sufrir más de lo esperado.

Y es por esto por lo que, en conclusión, debemos ser precavidos. Somos conscientes de que la situación mejora y debemos resaltar dicha mejoría. Sin embargo, ante la falta de recursos y capacidad para afrontar la pandemia, ante una elevada informalidad económica que pone en peligro y acentúa la pérdida de capacidad productiva, ante una situación como la que presenta, y presentaba México al cierre del pasado ejercicio, la clave no está en acomodarse en ese 9%, sino en actuar para amortiguar, lo máximo posible, una contracción que, como resalta implícitamente a lo largo de todo el informe el organismo, tendrá un fuerte impacto en la desigualdad y la pobreza.

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