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Seamos breves, pero no indulgentes. Los formatos de contenido se van adelgazando en longitud y recursos. Quienes creen que ya no se lee como antes señalan a las nuevas generaciones y su apetito puesto en la practicidad. Quienes tienen prisa piden ir al grano. ¿Debe el contenido adaptarse a una nueva forma de interpretar el mundo o es con el contenido en mano que se interpreta el mundo para darle dirección y significado?

El hombre ocupado, ese que escribe todo el tiempo en su laptop o en su móvil —usar caligrafía ya es excentricidad— no tiene tiempo más que para escribir. Pero si su curiosidad se diera la oportunidad para preguntar de dónde viene la escritura, tendría que ocuparse aún más, pues no hay nada concluyente. Y eso asusta.

¿De dónde viene la escritura?

Los griegos atribuyen este proceso de transmisión de ideas a Prometeo, quien lo entregó al hombre como un signo de buena fe; los egipcios piensan que es una dádiva de Thot, el dios del conocimiento, pero los sumerios agregan a su narrativa una capa más humana. Inanna, una diosa todo terreno que ostentaba las credenciales del amor, de la belleza y del sexo tanto como las de la fertilidad, la guerra y el poder político, aprovechó que el dios Enki emborrachara para robar la escritura y donarla al hombre. Lees esto como herencia de una mala cruda.

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Dioses aparte, el texto más antiguo del que hay registro a la fecha está escrito sobre una tabla de barro y fue hallado en Uruk, la histórica Mesopotamia —hoy Irak— hace más de 4 mil años. Para desilusión de los entusiastas de este tipo de anécdotas, la tablilla no revela una batalla expansionista ni un mito fundacional, tampoco cuenta una leyenda, poema épico ni la jornada de cacería furtiva. Lo que llamó la atención e inspiró al primer escribano de la historia fue llevar un conteo simple. Ir del uno al dos y de ahí al tres. Práctico y breve como la venta de frutas o animales en un mercado sumerio.

¿Para qué escribir (si podemos txtear)?

¿Cuántas veces has recibido un mensaje en el que se omiten vocales, signos de puntuación y con ello, corazón? Sin que esto sea un foro en defensa del uso estricto de las reglas del lenguaje, es de esperar que los flojos, mezquinos o prácticos, suponen que, mientras sea entendido, no importa cómo sea lanzado su apresurado mensaje.

Como en cualquier disciplina, el balance es el motor de su virtud. Por un lado, si el lenguaje fue empleado con tal eficiencia durante el curso de la historia, un signo de aprecio mínimo por quienes lo usamos a diario sería tener un esfuerzo mínimo por conocerlo y emplearlo de manera correcta. Y, sí, por otro lado, el lenguaje es un ente vivo, líquido y se adapta al momento y situación en el que dos necesitan comunicarse. El lenguaje evoluciona con sus hablantes.

Entonces, ¿para qué escribe la gente? Puede haber una cantidad innumerable de apuestas, pero en el fondo se trata de saciar la necesidad de expresión. Y, ¿por qué tendría que hacerlo más o menos apegado a las reglas elementales de sintaxis? En una idea, por elegancia consigo mismo y con el receptor. No solo importan los detalles. Son fascinantes y delinean el fondo de tal aventura:

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Escribir es organizar ideas.

Escribir es comprender y no tan solo entender el tema.

Escribir implica una inquietud emocional.

Escribir es mostrar tu mente al otro.

Escribir es ser impredecible, pero al mismo tiempo, ser preciso.

Escribir es desengañar y no entretener.

Escribir es involucrar.

Escribir es convertir un dato en conocimiento.

Escribir es jugar. Con estrategia en mano.

Escribir es transformar una anécdota en una forma viva de experiencia.

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Escribir es una consecuencia de la elección.

Escribir es hacerlo para la nariz y el tacto, no solo para los ojos.

Escribir es administrar la atención.

Escribir es conducir una orquesta de detalles.

Escribir es viajar acompañado.

Escribir es reflejo de leer.

Escribir es buscar entender el código.

Escribir es interesarse por otros.

Escribir es alejarse de la comodidad en aras del autodescubrimiento.

Escribir no es teclear ni tomar un lápiz, es dar sentido a una idea.

Escribir supone ser un buen observador del mundo.

Escribir es saber llegar al interés del ajeno.

Escribir es encontrar formas alternas para interpretar la realidad.

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Escribir es la imaginación al servicio de la curiosidad.

Escribir es lanzar una visión del mundo.

Escribir es la vocería de una vida interior.

Escribir es quedarse, es saber vincular.

Pero, trascendamos la anécdota y palpemos por qué el texto más elemental puede ir escrito de una manera entregada.

¿Contenidos cortos o largos?

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No hay palabra inocente. Por eso la longitud del texto tendría que medirse con base en la potencia y en la eficiencia de las ideas.

Previo a la pandemia, Arthur Gregg Sulzberger, cabeza del diario The New York Times, dijo que podríamos resumir a cuatro, las grandes historias para escribir, sin importar su longitud. Los tópicos son:

  • El auge global del populismo
  • La transformación de la economía y la vida por la tecnología
  • La amenaza del cambio climático
  • La conversación sobre razas y géneros.

No importa si se trata de un ensayo o de un tweet, si se aborda uno de estos temas, habría relevancia por afinidad. Pero en un contexto en el que la prisa es vehículo habitual, intentar entender lo ignorado, trascender la anécdota trivial, evitar el cliché o lo obvio, no solo es escaso, es ignorado.

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¿Tienes más de mil años para ver YouTube?

Si a la falta de interés por escribir con sintaxis se suma la capa cultural de creación y adopción (¿huevo o la gallina?) de contenidos diseñados para un consumo inmediato, no será necesario echar mano de un futurólogo para saber que nos dirigimos a un lugar sombrío.

Con la masificación de internet, la creación y consumo de contenidos se popularizó hasta llegar la infoxicación. Tomemos una sola red social de las más de 195 plataformas que tienen más popularidad ahora: YouTube. La duración promedio de los videos aquí, es de 2.77 minutos. Michael Wesch, académico de la Universidad de Kansas estima que hay más de 275 millones de videos en esta red, por lo que para ver el contenido de su biblioteca en una sentada y asumiendo que no se subiría un contenido mientras dure este maratón, se necesitarían 1450 años.

Tendríamos que estar pegados a YouTube más de un milenio para dar cuenta de lo que estamos produciendo a diario en pedazos de dos minutos.

No por nada Vine, una visionaria empresa que permitía la publicación de videos graciosos cortos, vio en 2012 que darle a la gente lo que buscaba era un modelo de negocio redondo. La fórmula ganadora fue esa: videos. Graciosos. Cortos. Y así fue como esta fórmula fue retomada por Tik Tok y una creciente oleada de imitaciones hecha tendencia en formatos y estrategias en la producción de contenidos.

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Hacia una fórmula para crear contenido

¿Qué hace tan exitosa la estrategia de las Stories y los Lives en Instagram y ahora copiados por otras plataformas? La misma fórmula. Y esto ha permeado a los estratos decisionales más altos de las empresas de producción de contenido. La misión para los siguientes años es capitalizar los periodos cortos de atención y los hábitos de consumo de los usuarios en línea con piezas microsegmentadas, teledirigidas a audiencias específicas y puestas sobre la mesa con todo tipo de mediciones, listas para evaluar y mejorar su desempeño.

Cualquiera que pretenda defender la inevitable ruta hacia los contenidos cortos como estándar del entretenimiento en el futuro pondría sobre la mesa el caso de la plataforma Quibi, una red a manos de un exdirectivo de Disney que quiso revolucionar el ritmo del consumo del video con formatos cortos. Quibi fue uno de esos proyectos que enamoró a los fondos de inversión, pero murió mucho antes de lo esperado.

Hay que notar que no todas las desapariciones obedecen a errar la mira hacia el futuro. Netflix, YouTube y Facebook han decidido apostar por los contenidos cortos. Roku fue quien adquirió la biblioteca de Quibi y con ello pretende afianzar su nueva propuesta de valor. Todo sea por mantener la atención de las audiencias.

Los grandes en busca de su permanencia como grandes

Tras el éxito de TikTok en 2020, los titanes de la industria vuelven a considerar los formatos cortos como el futuro y aplanan el terreno para avizorar un futuro en el que los usuarios se acostumbran a este tipo de piezas.

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Google es muy bueno para crear y copiar. Si no se le ocurre, identifica el ADN y lo emula, como ha sido el caso de YouTube Shorts, que sigue los pasos de TikTok. “La forma en que lo pensamos es: la televisión tiene un modelo de negocio diferente al del cine, YouTube tiene un modelo de negocio diferente al de la televisión y el video de formato corto va a tener un modelo de negocio diferente al del formato largo de YouTube”, dice Todd Sherman, jefe de producto de YouTube Shorts, a The Verge.

Facebook está haciendo pruebas en el mercado de la India —el más grande en términos de audiencias y en donde Tik Tok está prohibido— para colocar una función que permite al usuario compartir los Instagram Reels en Facebook, esto con la idea de poblar los formatos de video corto en los perfiles. “Estamos especialmente centrados en la monetización del video de formato corto”, dice la compañía en un comunicado en marzo de 2021.

En su carril, Netflix piensa habilitar una nueva pestaña: Fast Laughs (Risas rápidas), que con el nombre delata su interés y además busca proponer un un feed similar al de Tik Tok con instantes de su programación dirigidos a cautivar de manera breve a quien se deje.

El contenido de formato corto está pensado para desplazarse de manera simple pero ágil. Es fácil de digerir y puede orientar otras acciones. Por eso ofrece a las marcas un nuevo esquema para monetizar y desarrollar oportunidades de atracción hacia sus promociones y productos. Con una estrategia de contenidos de corto plazo, pero para eso hay más tiempo que vida.

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¿Dónde acaba esta historia?

La influencia cultural de los contenidos cortos invita a pensar en una inmediatez, no solo al escribir mensajes que con seguridad se entenderán y por lo cual no importará si llevan el menor dejo de sintaxis, sino una carencia de valor. Pero, ¿hay tiempo y capacidad para reflexionar en ello?

Con toda certeza, el primer escritor de la historia —ese sumerio que registró sus cuentas cuneiformes sobre una tabla de barro— no tenía idea que compartiría la motivación práctica y funcional del escribir con los Centennials que se comen vocales y buen gusto, junto con empresas que buscan adueñarse de las formas en las que apreciamos e incorporamos elementos culturales, como el contenido en sus formas digitales.

Lo más probable es que ese ingenioso sumerio solo quería contar números y no historias, llevar un registro y no narrar un acontecimiento. Y por eso podríamos entender esta diferencia significativa y con ello saber que, por encima de todo, tenemos poca vida. Así que acompañémosla de buenas letras. Y también de buenos números.

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Contacto:

Eduardo Navarrete se especializa en dirección editorial, Innovación y User Experience*

Twitter: @elnavarrete

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