Hay un consejo que proviene de la prosa de H.P Lovecraft: “nunca convoques fuerzas que no podrás controlar”. Esto encaja en la crisis que se abrió en torno a la Revocación de Mandato.
¿Quién ganará y quién perderá con la decisión que tomó el INE el viernes pasado al posponer el proceso, mientras se dilucida el tema de los dineros?
Como en tantos otros temas candentes, la resolución está en manos de la Suprema Corte, donde tendrán que determinar si la falta de recursos es una razón suficiente para no realizar un ejercicio democrático provisto en el Constitución.
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Es probable que los ministros les concedan la razón a los consejeros del INE, porque quienes incumplieron con la posibilidad de que se realizara la consulta, sin contratiempos, fueron los diputados que recortaron el presupuesto del órgano electoral en uno 5 mil millones de pesos.
Recordemos que los montos se solicitaron ante la eventualidad de que se tuviera que realizar una consulta de Revocación de Mandato, ya que el procedimiento está sujeto a que se cumpla con el requisito de recabar las firmas suficientes y que al menos deben ser el 3 por ciento del padrón electoral y al menos en 17 entidades.
Es decir, el presupuesto tenía un carácter preventivo, que de no ser utilizado se retornaría a la Tesorería de la Nación para darle otro uso.
Si los diputados de Morena y sus aliados en realidad tuvieran un gran interés en la realización de la consulta, hubieran cuidado que no existieran pretexto alguno para que se pudiera llevar a cabo.
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¿Por qué no lo hicieron así? Por una mezcla de arrogancia y cálculo político. La primera pretendiendo que todo se puede hacer al aventón y lo segundo porque les dibujaron en el horizonte un escenario en el que el principal derrotado sería el propio INE.
Además, las irresponsabilidades van en aumento, porque todos saben que nadie revocará mandato alguno, por la sencilla razón de que el presidente de la República cuenta con un respaldo mayoritario y porque no existen elementos para que no concluya el periodo para el que resultó electo.
En efecto, se trata de crear precedentes y por ello es importante que el ejercicio se tome con la seriedad debida. Imaginemos que en el futuro sí hay una corriente ciudadana que se inclina por la conclusión del mandato presidencial. Es evidente que en ese caso todos exigirían que la consulta se hiciera con el profesionalismo y la seguridad que requiere una decisión que puede ser tan relevante para la democracia misma.
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Vendrán momentos muy complejos para el INE y el ambiente se irá enrareciendo en la medida en que se alargue la resolución del Poder Judicial, cualquiera que sea su sentido.
Una solución virtuosa sería la de señalar que las consultas que pueden terminar con el fin anticipado del periodo presidencial, deben de asumirse con toda la seriedad del caso, por el bien de la estabilidad, por supuesto, pero también de las buenas prácticas políticas.
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