El cambio es un tema que está en boca de todos. Estamos consientes de que las metas no son un concepto inamovible. Nada es estático, vivimos girando sobre el eje terrestre y dándole la vuelta al sol. Hablamos de resiliencia, de movimiento, de las bondades de la innovación y aunque todos nos confesamos a favor del progreso, también experimentamos resistencia al cambio. De ese efecto se habla poco. Recuerdo que cuando era una niña pequeña, estaba feliz bebiendo una limonada con popote. De repente, al succionar escuché un ruido desagradable, una especie de tronido que aumentaba a medida que seguía jalando las últimas gotas de líquido del vaso. Mi mamá me preguntó: ¿sabes lo que eso significa? La miré con expresión de duda. Significa, me dijo, que ya se acabó. Así sucede con muchos temas en la vida tanto personal, profesional, corporativa y de emprendimiento, queremos jalarle hasta la última gota, incluso cuando ya no hay nada ahí. Nos resistimos a dejarlo.

Son múltiples los ejemplos que podemos imaginar al respecto: relaciones personales y laborales que ya no dan para más, condiciones que fueron positivas y ahora son negativas, actividades que nos generaban ilusión y ahora nos llenan de frustración, negocios que produjeron muchas utilidades y ahora lo único que dan son dolores de cabeza, artículos entrañables que ya no se venden. Imagino que nadie aborda estos temas porque son difíciles y dolorosos. No obstante, debiéramos ya que mientras más rápido entendamos este proceso, más fácilmente podremos asimilar el cambio.

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Todos tenemos en la mente la condición de alguien que se aferra a un clavo caliente con angustia y un alto grado de desesperación. Todos sabemos de alguien a quien algún proceso de innovación lo dejó fuera de la jugada y ni cuenta se ha dado de que intentar recuperar el pasado es imposible. Personas que fueron despedidas o que no son tomadas en cuenta en el equipo de trabajo porque son incapaces de adaptarse al cambio, negocios que van acumulando polvo, prácticas anquilosadas, métodos anticuados. El peligro es que nosotros mismos nos podemos encontrar en esa situación alguna vez en la vida o incluso, estar inmersa en ella sin darnos cuenta.

Siempre he creído que aquellos alquimistas que nos dan fórmulas grandiosas para resolver todo tipo de problemas son charlatanes. Pero, los modelos son esquemas que sirven de ayuda para identificar y analizar, son herramientas que se utilizan como base para clarificar escenarios y nos llevan a una toma de decisiones que acorten los periodos de incertidumbre. En esta condición, la curva de la resistencia al cambio es un instrumento que sirve de base para dar el paso para movernos de lugar y llegar a un espacio mejor.

La curva de la resistencia al cambio tiene la forma de una campana de Gauss, pero invertida. Es como la vocal u. El punto uno esta al inicio de la letra que es donde comienza el descenso, se llega a un punto de inflexión para después ir en ascenso. La curva puede ser tan amplia o corta, tan abrupta o suave dependiendo de dos variables: el nivel de consciencia y la resistencia que se presente ante el cambio. Tiene cinco etapas que vienen acompañadas por preguntas específicas:

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  1. Como todo en la vida, como lo aconseja en mismísimo Bill W, lo primero es darse cuenta. La curva inicia con la consciencia que tenemos de que hay una modificación que tenemos que aceptar. Se reconoce la situación. ¿Qué está pasando? La respuesta es un análisis objetivo de lo que acontece en el aquí y ahora.
  2. En el segundo punto, que es en el que se experimenta el descenso en la curva, se observa una resistencia que actúa como si fuera un mecanismo de defensa. Seguramente, hay temor que busca defender el status quo, que se niega a reconocer que el escenario se modificó. Es una etapa de negación cuya característica principal es detener el cambio y buscar que todo permanezca como estaba. ¿Por qué y para qué? Son las preguntas que requieren de atención y escucha activa al medio ambiente. Es muy probable que nuestro entorno nos esté gritando la respuesta y nos estemos negando a escucharla.
  3. El tercer punto es un momento crucial, es el punto más bajo de la curva. Eso puede llevarnos a imaginar que es el peor momento, no obstante, es el punto en el que ya nada puede empeorar y lo que viene es mejor. Representa la inflexión de la curva. Es cuando entendemos el mundo a partir del cambio. Reconocemos la situación, es decir, volvemos a conocer el entorno a partir de las modificaciones y ponemos manos a la obra para aprovechar las nuevas oportunidades o nos lanzamos a encontrar nuevas posibilidades. En esta etapa nos cuestionamos sobre el sentido, es decir, sobre la dirección y el significado del cambio. Es un momento que requiere valentía, ya que tendremos que responder ¿vale la pena todo el esfuerzo?, ¿seré capaz de afrontar el reto? Es una etapa en la que se puede caer en una perspectiva limitante, en la que surgen pocas alternativas y se aprecian muchos obstáculos que parecen insalvables, aunque no lo sean. Si se atiende la parte limitante, llegará un periodo de estancamiento; si no, si se encuentran las bases para apoyar el cambio, se inicia el ascenso.
  4. Una vez salvado el punto de inflexión, con la mente atenta en las ventanas de oportunidad que se abren, empezamos a detectar alternativas, aprovechamos las opciones y reconocemos —si existen— las bondades que el cambio nos puede traer. Si no hay tales bondades, nos alejamos del ambiente que no es propicio y vamos a examinar otros escenarios. Nos integramos a las nuevas condiciones y las transformamos en elementos a nuestro favor. ¿Qué debo hacer para seguir adelante? ¿Cómo me integro al cambio? ¿Cómo contribuyo a la innovación?
  5. El último punto es cuando hemos asimilado el cambio y nos encontramos en un espacio de comodidad que nos es favorable. Hemos integrado el cambio y nos hemos adaptado a la innovación. Sin embargo, la curva de la innovación es continua. En este punto, habrá que estar atentos, ya que podemos estar en los albores de una nueva modificación.

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La curva de innovación es una búsqueda de plenitud, es encontrar mejores prácticas para llevar a cabo nuestras actividades, es el camino de la excelencia. Desde luego, el camino no es sencillo ya que es una característica humana impulsar la estabilidad. La inestabilidad marea y da vértigo. Si somos los que estamos estimulando el cambio, tenemos que hacernos cargo de la curva de resistencia que existe. Si somos los que estamos padeciendo, con más razón debemos conocer las etapas. Aplicar el freno de mano no es buena idea, genera fricciones y ralentiza el movimiento que de todas formas se va a dar.

Lo importante es ir conociendo nuestras acciones y nuestras reacciones para poder tomar una actitud proactiva que induzca la creatividad, traiga superación y nos ayude a desplegar el potencial personal, profesional, ejecutivo y de emprendimiento que de paso al progreso.

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