Decía Jesús Reyes Heroles que en política hay que decidir entre inconvenientes. En las elecciones, cuando son polarizadas, ocurre un fenómeno similar y es el que experimentaremos en junio, a la hora de cruzar la boleta.

¿Dar una oportunidad más a la 4T para que se consolide?, o por el contrario, ¿impulsar a los opositores para poner una suerte de freno de mano en la Cámara de Diputados?

Son dos ideas, dos esbozos de país, el que todavía no acaba de cristalizar y el que ya pasó.  En efecto, la disyuntiva no es promisoria, porque en la actualidad padecemos el costo de la improvisación y el desgobierno y porque de antes recordamos los excesos y la corrupción.

El presidente López Obrador supo establecer un relato de blanco y negro para llegar a la campañas del 2021 con la idea de un referéndum. Esto le conviene, porque es una forma de estar presente, lo que además se consolidará porque continuará con sus conferencias en las mañanas. En los hechos estará en campaña.

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Los viejos partidos, el PRI, PAN y PRD, agrupados en Va por México, lograron lo que parecía imposible: ir en conjunto en la mayoría de los distritos y en algunas de la gubernaturas.

No cabe duda que las crisis propician arreglos que parecían imposibles y las urgencias permiten desechar lo superfluo para concentrarse en lo más importante.

Hay lógica en su decisión, porque entre ellos construyeron el andamiaje legal y constitucional que la 4T se empeña en desmontar. Es ahora, o ya no será nuca.

Quizá uno de los rasgos centrales de lo que se juega en la próxima elección y en la integración de la Cámara de Diputados, sea justamente la del modelo electoral, los pesos y los contrapesos al poder e inclusive el propio sistema de partidos.

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La pregunta, como están las cosas es qué futuro queremos. El que ya se esboza con lo ocurrido en los últimos dos años, o el que de alguna forma se consolidó con una trayectoria reformista desde los años noventa, que permitió la apertura económica y el ejercicio pleno de las libertades.

Entre López Obrador y Va por México hay también una disputa por el pasado. Están los que añoran aquel México estatista y de partido dominante y los que lo ven con recelo. El populismo nacionalista o el liberalismo económico. ¿Cuál pasado prevalecerá como eje del discurso para el porvenir?

Es una reedición de las diferencias que rompieron al régimen y que se definieron entre políticos y tecnócratas. Un ajuste de cuentas, un tema no resuelto dentro de las propias élites,  tan escabroso como presente. Eso también contará a la hora de cruzar la boleta.

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