En las últimas semanas hemos sido testigos de una serie de sucesos que despertaban una excepcional incertidumbre en el país. Inmersos en un proceso de reestructuración política tras unas elecciones que dejaban sin la mayoría calificada al presidente AMLO, y en un escenario en el que los indicadores que se publicaban en lo que respecta a la economía arrojaban un mayor optimismo, la sociedad se preguntaba cómo sería el futuro y, más importante, quien estaría mintiendo ante tantas luces y sombras.

Y es que, aunque te pueda parecer un lío, es lógico que surjan dudas ante semejante escenario.

En lo que respecta al crecimiento económico, hemos de decir que las perspectivas son bastante buenas y estables. A nivel macroeconómico, considero que las previsiones no sufrirán drásticas desviaciones de los escenarios previstos, por lo que no parece que vayamos a ver ninguna sorpresa al respecto. La economía está creciendo, como lo hace en todo el mundo tras el gran desplome vivido durante el pasado ejercicio. Esto se observa en los comunicados que hacen los distintos organismos, y en los que ofrecen sus perspectivas. Perspectivas en las que México ha mejorado con el paso de los meses.

La recuperación de la economía estadounidense, tras una respuesta fiscal de Biden del 11% del producto interior bruto (PIB) que sorprendía al mundo, ha contagiado a la economía mexicana, ejerciendo de palanca en esa reanudación de la actividad que ha vivido la vecina del sur. Por esta razón, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha mejorado su pronóstico de crecimiento para México, llevando la tasa de crecimiento hasta niveles que incluso rebasan el 5% para el 2021.

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Los datos que confirman esta recuperación los hallamos también, recientemente además, en indicadores como el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). De acuerdo con lo que arroja la revisión del mes de mayo, la economía mexicana presenta para este mes una tasa de crecimiento histórica del 24.8% interanual. Unos datos que, medidos por sectores, incluso mejoran. Y todo ello, sellando 3 meses de crecimiento consecutivos desde que inicio el trimestre en el mes de marzo.

Sin embargo, respecto a esto considero conveniente realizar una apreciación, un matiz como me gusta llamarlo a mi. Y es que, si observamos esa tasa de crecimiento, la base para el cálculo la toma del ejercicio pasado, cuando la economía de México se hundía, junto a otras muchas en el planeta, a un ritmo muy acelerado. Un motivo que debería llevarnos a ser mas cautelosos con el manejo de las estadísticas, pues si lo que queremos es volver al punto de partida, comparar el crecimiento con base en el 2020 no tiene ningún sentido, pues debe compararse con el ejercicio que muestra el nivel al que debemos volver.

Esto lo podemos observar en la comparación mensual, donde no hay ningún hundimiento y las tasas de crecimiento mensual se cifran para abril y mayo en el 0,4% y 0,5% respectivamente.

En resumen, la economía mexicana comienza a remontar el vuelo. La debilidad de esta economía para ofrecer una respuesta fiscal aceptable, siendo la que menos recursos ha destinado a esta de entre las economías de la región –1% frente al 2,4% de media–, se ha visto contrarrestada con el buen comportamiento del comercio, y un país vecino que, siendo su principal socio comercial, ha contagiado a una economía mexicana en apuros. Sin embargo, debemos ser cuidadosos con la estadística y no caer en diagnósticos erróneos en una recuperación en la que todavía queda mucho camino por recorrer.

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Cambiando de asunto, y entrando en el otro que comentábamos, y que completa ese mix que nos deja un sabor agridulce tras leer la prensa, tenemos otro tema pendiente que comentar como son las elecciones celebradas en México, y el pesimismo que estas despertaron en muchos expertos, tras analizar los resultados. Y es que, aunque la economía y la política siempre han mantenido una relación, y prueba de ello son muchos ejemplos que encontramos en todo el mundo, el problema con las elecciones tiene más que ver con unas consecuencias en el largo plazo.

En un proceso de recuperación como el actual, y donde los Gobiernos se muestran de acuerdo con aplicar políticas expansivas para reformar la economía desde los cimientos, una economía como México debe trabajar en reformas de gran calado que, a través de esa transformación de la economía, mejoren el bienestar de la ciudadanía. Unas reformas que pueden impulsarse en un entorno de financiación barata, donde los organismos están dispuestos a ofrecer préstamos, y los países a corresponder con ayudas por la crisis ocasionada.

Perdiendo la mayoría calificada, AMLO, y su Gobierno en general, tiene más difícil sacar adelante reformas de gran calado como las que necesita el país para lograr ese auténtico desarrollo que tanto añora. Pues el potencial es inmenso, y esas reformas podrían sentar las bases de una nueva era para la economía azteca, en la que, junto a los Estados Unidos como principal socio comercial, esta viva ese despegue que tanto precisa y que parece que le cuesta encontrar. Aunque viendo la trayectoria del presidente desde su ascenso al poder, no sabríamos si decir si esa posibilidad es lo mejor, o sería, incluso, un mayor coste en última instancia.

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