Al margen de las disputas legales y de cómo se resuelvan, el proceso electoral en Guerrero  muestra que todo pude resultar sorpresivo.

Morena ha construido, con el apoyo del presidente Andrés Manuel López Obrador, el relato de que son invencibles y de que la contienda es una especie de trámite que refrendará su fuerza. Por eso Félix Salgado afirma que si él no es candidato no habrá votación, porque el pueblo lo impedirá.

Pero no es así, y las preocupaciones ya afloran por todos lados. Las encuestas señalan que no hay seguridad, en el morenismo, de mantener mayorías suficientes para cambiar la Constitución y ello puede profundizarse si la oposición hace su trabajo del modo adecuado.

Al ser una elección intermedia, con renovación de la Cámara de Diputados y de 15 gubernaturas, lo local es un factor determinante. Los perfiles, en sí mismos, condensan la oportunidad, mucha o poca, de resultar electos.

Algo similar ocurre con la gubernatura y es ahí donde la alianza del PRI y el PRD en Guerrero cobra sentido, si tenemos en cuenta que será una disputa de estructuras, de capacidad de operación y movilización.

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Mario Moreno, el candidato que enfrenta a Morena, es un político experimentado, se desempeñó como secretario de Desarrollo Social y conoce su estado, las regiones y a sus liderazgos. Sabe con quién hay que hablar y cuáles son sus problemas y necesidades.

Endiente el desafío que enfrenta y se ocupa de llegar a la meta que se propuso.

Cuenta con el apoyo de ex gobernadores, entre ellos Ángel Aguirre, quien ha sabido reconstruir su imagen luego de los sucesos de Ayotzinapa que lo llevaron a renunciar al cargo.

En estas semanas de campaña, Moreno ya logró algo significativo, estableciendo que su triunfo es posible y más allá de los amagos y protestas que envolverán al estado próximamente.

Si algo saben los guerrerenses es hacer política y es en lo que se ocupan mientras Salgado tiene que arreglar sus problemas legales en la Ciudad de México. ¿Alcanzará? No lo sabemos, pero están en el juego.

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Algo similar ocurre en Chihuahua, donde un acuerdo del PAN y el perredismo le puede dar la victoria a Maru Campos. Para ella no ha sido sencillo, porque el gobernador Javier Corral, que aunque es de su mismo partido, no la quiere y ha hecho hasta lo imposible por detener su carrera e inclusive para encarcelarla.

Por fortuna para Campos, la sociedad en chihuahuense es muy politizada y es poco probable que le entreguen el poder a Morena, por todas las consecuencias que ello puede tener para su futuro.

 Vale la pena poner ojo a lo  local y a lo territorial para tener una aproximación más precisa de lo que podría ocurrir en junio próximo. En este caso, Guerrero y Chihuahua dan algunas pistas.

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