Cuando uno se para a analizar los distintos cuadros macroeconómicos que se ofrecen en el mundo, en estos se observa cómo la influencia de la pandemia, en lo que a la metodología utilizada por estos se refiere, es cada vez menor. La incidencia de la variante Delta en el mundo, pese a ser lo suficientemente alta como para frenar a los bancos centrales, ya no se percibe como la principal amenaza a nivel macroeconómico, donde se descartan desviaciones por rebrotes importantes. Como si el agotamiento que supone recordar lo vivido durante esta pandemia nos lleva a querer olvidarnos de ella y “pasar página”.

Incluso esto que comentamos lo ha dicho de forma explícita el Banco Central Europeo (BCE). La autoridad monetaria europea, con sede en Bruselas, ha hecho público un comunicado en el que decía que los mercados están sobreestimando los riesgos que se derivan de la presencia de la variante Delta. Algo que, desde la FED, y aun no habiéndolo comunicado, comparten de igual manera. Sin embargo, en el caso de ambas autoridades monetarias, es curioso que su postura sea esa cuando sus mandatarios, ambos en las respectivas reuniones del mes de septiembre, no han sido capaces de comenzar a reducir el tamaño de los estímulos.

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Y es que resulta curioso, en general, que los organismos hayan dejado de prestar importancia a la pandemia, centrando su foco en otros fenómenos que de esta se derivan, cuando hasta los propios bancos centrales, que hablan de que se están sobreestimando los riesgos, no han sido capaces de iniciar el tapering en el caso de los Estados Unidos, así como la retirada de estímulos en el caso europeo. Pues ni en Jackson Hole hace un mes, ni en Bruselas hace escasos días, vimos una postura clara sobre la orientación que tomará la política económica para los próximos meses. Pues ni con la mayor inflación desde el ejercicio 2013, la FED ha sido capaz de reducir las compras ante la posibilidad de que la pandemia cobre fuerza de nuevo.

Por tanto, y como digo, es realmente curioso que hayamos dejado de subrayar el Covid como el principal riesgo a contemplar cuando, hace escasamente dos meses, la economía mexicana registraba una caída en su economía, un decremento del PIB, por una tercera ola de contagios que dejaba en los registros la peor tasa negativa en poco más de un año. Pese a los crecimientos consecutivos que venía registrando la economía durante los 3 meses predecesores, la ola de contagios acabó, tal y como muestra el Índice Global de la Actividad Económica de México (IGAE), con una tendencia que hasta la fecha había sido muy positiva. Y como siempre, la pandemia fue la causante y la que volvió a marcar los tiempos.

La mera prueba de esto que hablamos la tenemos en los cuellos de botella que se observan en la oferta. El exceso de demanda, fruto en parte de un ahorro forzoso que comienza a descongelarse, ha provocado un desequilibrio entre las dos fuerzas que dominan la economía (oferta y demanda), desanclando el punto de equilibrio e impulsando con fuerza los precios. Esta incapacidad de satisfacer las necesidades no es más que la consecuencia de un virus que sigue marcando los tiempos a la economía y, por ende, a las empresas. Los output gaps, que viene a ser la diferencia entre el PIB potencial y el efectivo de las distintas economías en el mundo, reflejan lo que The Economist calificaba como “la economía del 90%”.

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El Covid y su incidencia siguen siendo el principal riesgo, y así lo calificaban los principales organismos a comienzos de este año. Además, fue el propio FMI el que habló sobre los riesgos que presentaba la pandemia y que se derivaban a las economías. Por esta razón, es absurdo dejar atender estos riesgos, pues ello no nos exime de que estén presentes. Menos en una economía como la mexicana, donde, pese a liderar los rankings de vacunación por detrás de Brasil, no supera al 35% de población vacunada, frente al 70% que presenta una economía desarrollada como España. Debiendo saber que en ausencia de inmunidad, estos riesgos, además de estar presentes, se multiplican.

La nueva normalidad, la retirada de estímulos con el alza de las tasas de interés y la restricción del crédito por la inflación, así como numerosos comunicados emitidos por el Gobierno mexicano hace meses, antes de la caída de junio, parecían suscitar que la pandemia, como subrayábamos al inicio, era más una cosa del pasado que del presente. Pero la incidencia de la pandemia en el país, donde el Gobierno ya ha comunicado que no descarta una cuarta ola, nos ha vuelto a poner de frente con la realidad. La pandemia sigue siendo el principal objetivo que combatir y el principal riesgo, y los sucesos en el país, y en el mundo, lo siguen demostrando.

Es hora de ponerse a trabajar y reforzar la vacunación. Fue el mismo FMI el que señaló esto como otro condicionante en la recuperación. Pues todo lo que sea desatender el principal problema, como señalaron los principales organismos, únicamente nos aleja de la recuperación. Convivir con el virus no es una posibilidad real para la economía, y aunque tengamos que adaptarnos, no es posible hacerlo con semejante incidencia. La nueva normalidad no consiste en lo que vemos, sino en una población vacunada y una economía operando al 100%. Pues, en conclusión, la pandemia marca los tiempos y no debemos desatenderla.

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