Las relaciones con los Estados Unidos siempre han sido complejas, más allá de altibajos relacionados con la personalidad de algunos mandatarios y con coyunturas específicas. 

La decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador, de no felicitar a Joe Biden, quedará inscrita en una descortesía que le recordarán de tanto en tanto, pero lo central está en otro lado y quizá explique porque en Palacio Nacional preferían a Donald Trump.

La agenda de protección al Medio Ambiente será central para Biden y ello puede crear dificultades ante el franco desdén hacia las energías limpias que impera entre los funcionarios de alto nivel en México.

Otro tema en que habrá cambios es en el migratorio, donde es previsible que ya no se insista en la militarización de la frontera sur mexicana, pero en un esquema en el que también se exigirá control.

Esto se puede convertir en un dolor de cabeza, porque desde Washington pedirán, de igual forma, respeto a los derechos humanos de las personas migrantes.

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La batalla contra el Covid-19 se desarrollará bajo parámetros científicos y técnicos y las debilidades de la estrategia mexicana pueden ser vistas como un alto riesgo. 

Los disparates de Trump y los errores en esa materia, permitieron que el caso mexicano no se convirtiera en una prioridad, pero esto dejará de ser así, una vez que el equipo de Biden tome el control en enero y establezca otro tipo de acciones y entre ellas las del uso del cubrebocas. 

La seguridad es siempre un asunto delicado y no está resuelto ni en Estados Unidos ni en nuestro país y es muy factible que las presiones aumenten para dar resultados en la lucha contra los criminales peligrosos. 

Con Trump había bravatas cotidianas y propuestas absurdas, como la de enviar el ejército para “auxiliarnos”, pero pronto se dará paso, de nueva cuenta, al establecimiento de una relación entre agencias de seguridad que no siempre sale del modo en que se espera, si no se tiene una estrategia clara y un mapa de ruta establecido. 

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 En el fondo, Trump era una mandatario transitable en la medida en que sus caprichos fueran atendidos y al que le importaba muy poco la ley,  y ahora el problema es que la llegada de políticos preparados significará una falta de tolerancia a la improvisación. 

El desafío para el presidente López Obrador y su equipo radicará en entender que las cosas cambiarán y que se terminó el tiempo de la complacencia a cambio de la subordinación, en lo que respecta a las relaciones entre ambos países. 

Ahora vendrá un proceso de restablecimiento de reglas y compromisos que pueden hacer la diferencia. 

Pero el retorno de los demócratas a la Casa Blanca es una buena noticia para el mundo entero y es de esperar que México lo aproveche, dejando atrás los años oscuros de Trump y sus delirios. 

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