Esta semana el presidente Andrés Manuel López Obrador, envió al Congreso de la Unión su paquete de reformas a la industria eléctrica, así como lo había mencionado hace ya varias semanas, misma que representa una regresión con respeto a la reforma en que se hizo en el sexenio pasado, además de que busca el control por parte del Estado mexicano de otros elementos, como el litio, que puedan ser encontrados en el subsuelo.

Como en sus reformas anteriores, pero ya sin mayoría calificada en la Cámara de Diputados, el presidente ha enviado a sus grupos parlamentarios el mensaje de que no le gustaría que se cambie ni una coma a lo que ha propuesto. Pero las condiciones no son las mismas que la legislatura pasada, no únicamente por la pérdida de espacios después de las elecciones de junio de 2021, sino también porque la sucesión presidencial imprime otra dinámica a los espacios de negociación dentro y fuera de Morena y sus grupos aliados.

A diferencia de reformas anteriores, la discusión no es fácil porque confluyen entre quienes legislan, diversos intereses creados a partir de la reforma anterior, que permitió el acceso de nuevas empresas y prácticas que tendrían que ser excluidas del negocio, si es que la reforma prospera en los términos en que se encuentra, lo que dañaría a una multiplicidad de intereses, mucho de los cuales seguramente financiaron campañas en las elecciones anteriores.

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Por otro lado, están los diversos grupos que ahora integran a los nuevos grupos parlamentarios, varios de los cuales fueron reelectos pero cuya dinámica de interés ahora es distinta en el contexto de un proceso de sucesión presidencial. Si bien en Morena muchos de ellos quisieran quedar bien con el presidente, también están los intereses de quienes están en sus grupos de apoyo, lo que podría mover el comportamiento de integrantes de ambas cámaras.

De la misma forma, están quienes articulan el proceso de negociación en ambas cámaras para Morena y el presidente. En el caso del senado, Ricardo Monreal ha comenzado a abrir su juego a la sucesión, lo que también cambia la forma en que articula a su grupo parlamentario, pero también ajusta los tiempos a su propio espacio como posible candidato. La configuración de un nuevo grupo parlamentario con integrantes independientes de los partidos, cambia un poco las cifras requeridas para articular la votación de mayoría calificada, pues dependiendo de los temas se pueden establecer alianzas, pero si no entonces se convertirían en un espacio adicional de presión para la aprobación de reformas constitucionales.

En el caso de la cámara baja, el coordinador de la fracción parlamentaria de morena tiene la encomienda de la mayoría calificada, sin cambios a la redacción de la iniciativa y menos al sentido de la misma. El trabajo no es sencillo pes requiere de un poco más de 50 votos para lograr dicha mayoría, además de los votos del PVEM y el PT. En el caso de estos dos partidos, la presión se articula desde el mismo Palacio Nacional pues implica acuerdos previos que se han materializado con espacios en la administración pública y la misma cámara, además de que puede haber presión por vías de la fiscalía o judiciales si es necesario, como ya se ha demostrado en otros casos.

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Están los votos de movimiento ciudadano que, si se sumara, no serían suficiente pero reduciría el número de votos requeridos. Es previsible que no se una a dicha votación, porque la configuración de una alianza de Morena con el PRI modificaría la utilidad de los votos de MC, con lo que resultaría más caro ir con Morena que abstenerse o votar en contra. En el caso del PAN es claro que irán en contra de la reforma cómo está y como ya lo han manifestado en los días posteriores a su envío.

Queda el PRI, quien es previsible que aporte los votos que faltan para la ansiada reforma eléctrica, pues aunque tal vez no vote el grupo completo, por la disparidad de intereses que hay a su interior, tanto la posición de su dirigente nacional como la de su coordinador en la cámara baja, han dejado ver una posición más favorable a una revisión de los contenidos de la reforma, que dejan ver ya posibles acuerdos, algunos de los cuales ya se han materializado en diversos espacios de influencia política fuera del congreso.

Esta articulación de la coalición del PRIMOR, como se ha llamado, es previsible en el contexto de lo que las diversas teorías sobre coaliciones asumen, en el sentido de que los partidos grandes buscan alianzas con otros partidos grandes, como hicieron el PRI y el PAN en su momento, pues eso les aligera la presión de los partidos pequeños, además de que es más barato hacerlo así en el mediano plazo, por lo que es el tipo de alianza que el presidente ha buscado conformar con relativo éxito.

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