Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.

Ludwig Wittgenstein

Las palabras que empleamos, con las que nos comunicamos son una muestra inequívoca de aquello en lo que estamos pensando. El filósofo austriaco, Ludwig Wittgenstein dice que el lenguaje nos marca el límite de nuestro mundo y en los últimos días, ha marcado ritmo e identidad. No hay duda, este 2020 trajo muchas palabras que anteriormente no eran de nuestro uso común y si lo pensamos con detenimiento, nos han llevado a conquistar otros territorios. En estos vocablos descansa aquello que hace un año no formaba parte de nuestra cotidianidad y hoy sí. Elegí algunas para ejemplificar lo mucho que hemos cambiado en trescientos sesenta y cinco días.

La sana distancia fue un concepto que no tenía gran significado en diciembre de 2019, hoy la escuchamos a diario. Expresa como la Humanidad ha buscado poner un límite de convivencia para preservar la salud al que le agregamos el uso de accesorios de vestimenta como las caretas o el tapabocas. Antes, muchos de nosotros ni teníamos idea de los tipos que había y hoy ya dominamos las clases y hasta le agregamos color y diseño.

Zoomestre es una palabra común entre los jóvenes estudiantes y los profesores que sustituimos el aula y nos encerramos en una pantalla para adquirir y transmitir conocimiento. La educación a distancia ya era una tendencia creciente y en 2020 se convirtió en la forma reinante de seguir con el avance de la vida. Aprendimos a usar una cantidad inusitada de plataformas digitales para hacer que la existencia pudiera continuar. Nos trasladamos al mundo digital y desde ahí, no solamente se dieron clases, sino que hubo reuniones de trabajo y hasta sociales.

Rastreo de contacto fue otra de las actividades que empezamos a practicar este año. Llevar una bitácora de a quién vimos en caso de haber resultado contagiados, para poderles avisar que la prueba dio positiva a Covid-19 y que puedan tomar precauciones. Los países como Corea del Sur que fueron eficientes en llevar a cabo este rastreo son los que han tenido una tasa de éxito alta al controlar la enfermedad.

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En 2020 accedimos a una nueva clasificación: las actividades esenciales. Desde que nos mandaron a confinamiento, entendimos la importancia de las misceláneas, de las gasolineras, de los aeropuertos, de las casas funerarias, de los hospitales y de los servicios de salud. Hay los que no pueden parar, los que tienen que seguir trabajando para que los demás nos podamos confinar.

Logística fue la actividad que creció con la pandemia. La forma en que los negocios nos hicieron llegar sus mercancías y servicios a la puerta de la casa se hizo una actividad de alta relevancia, gracias a la cual, pudimos comprar en línea lo que necesitamos y lo que no necesitamos también.

Hubo aparatos que antes no usábamos todos los días y hoy sí: termómetros y oxímetros. Otros que no teníamos en mente, como los respiradores y palabras que denominan procedimientos que antes nos eran ajenas como traqueotomía. Hace un año ni nos preocupábamos por nuestros niveles de oxigenación ni sabíamos lo que significaba un semáforo epidemiológico.

Trabajo remoto fue un concepto del que se estuvo hablando con mucha insistencia y que no había sido muy popular. Muchas grandes compañías buscaron hacerlo realidad y lo fueron impulsando de poco a poco. Pero en el 2020 no hubo de otra más que aprender a trabajar a distancia, hacer equipos sin tener contacto físico y entendimos que sí se puede. También nos dimos cuenta de que las ventajas que se adivinaban son ciertas y que los horrores a los que les temíamos son reales.

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Tecnoestrés fue otra de las palabras que tomaron su lugar en el vocabulario de todos los días. Nos dimos cuenta de que si bien, la vida tuvo que seguir su camino, hubo cosas que no empezamos a hacer correctamente en el inicio. Los aparatos nos invadieron y las pantallas fueron usadas con mayor intensidad. Los horarios se desdibujaron y las fronteras entre la casa y el trabajo se dejaron de respetar. Hubo personas que llamaban por cuestiones laborales sin urgencia a media madrugada, se invadió el espacio de privacidad, se faltó al respeto a la vida personal. Eso ha generado mucha angustia innecesaria que ha evolucionado en daños físicos: contracturas musculares, colitis nerviosas, colón irritable, arritmias cardiacas. El tecnoestrés se materializó y se hizo real y cotidiano.

Desde luego, pandemia fue la palabra reina en este tiempo. No era un vocablo de uso común y hoy lo es. Entendemos el flagelo de una enfermedad sin precedentes que nos azotó y nos dañó a la Humanidad entera. Junto con pandemia, aprendimos lo que es un coronavirus y las implicaciones que tiene la denominación Covid-19 o SARS. Hace un año, la mayoría de nosotros jamás las habíamos pronunciado y actualmente son de uso diario.

Por fortuna, también hemos anexado a nuestro vocabulario palabras como resiliencia que demuestra que los seres humanos somos capaces de enfrentar escenarios catastróficos con entereza para adaptarnos y encontrar resultados positivos. Muchos hemos añadido la palabra empatía, infiriendo lo que otros pueden estar viviendo, reconociendo que el otro es similar a mí y entendiendo su forma de sentir.

Este año le dio la razón a Ludwig Wittgenstein, nuestras palabras han marcado los límites de nuestro mundo. Nuestro vocabulario creció. Hubo vocablos que estaban olvidados o que jamás habían escuchado, pequeñas palabritas que eran poco o nada utilizadas y de repente crecieron, echaron raíces y florecieron.  A un año, se han convertido en parte de nuestro entorno más próximo. Si en muchos sentidos, somos lo que decimos y si es verdad que los vocablos que usamos son reflejos de lo que estamos pensando, he aquí algunos ejemplos de palabras que nos habitaron en 2020.

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