Nuestros tiempos actuales nos obligan a tratar temas que, si bien de inicio pudieran ser de aquellos que no quisiéramos tener que estar enfrentando, las circunstancias nos obligan a tomar acciones inmediatas y a reflexionar sobre qué sigue después de que estas condiciones tan negativas que se están padeciendo en varios sectores económicos se hayan superado, por lo menos en lo que se refiere a las causas primarias por las que se originaron.

Es evidente que nuestra preocupación primordial está en el aquí y el ahora y cómo podremos superarlas; pero al mismo tiempo, es imprescindible que fijemos nuestra atención y esfuerzos a establecer las bases de lo que deber ser el cimiento futuro de nuestros negocios y empresas. 

El enfrentarse a hechos que no tienen precedente en nuestra historia contemporánea es y ha sido una difícil tarea, máxime que en la mayoría de los casos estos se deben a circunstancias que son totalmente ajenas a la actuación de las empresas, ya sea en sus procesos productivos, en sus políticas comerciales o en sus respectivas estructuras financieras. 

El que se hayan dado por circunstancias totalmente ajenas al actuar de los negocios y además de una manera intempestiva y severa, hace más difícil su comprensión y por tanto su análisis objetivo de cómo reaccionar y planear su futuro, cuando prácticamente todo el esfuerzo se centra en una lucha por sobrevivir. 

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Sin embargo, el tratarse de hechos que han afectado negativamente a una gran parte de las economías, hace que la gran mayoría de los actores involucrados o afectados por la problemática puedan tener una actitud más receptiva a encontrar soluciones conjuntas y nuevos esquemas que permitan no solo asegurar la sobrevivencia del negocio, sino que éste salga fortalecido. 

Prácticamente nadie que originalmente haya interactuado con un negocio, ya sea en su calidad de accionista, inversionista, acreedor, proveedor, trabajador y por supuesto cliente, podría no estar interesado en que el negocio no solo supere la crisis actual y en asegurar su permanencia. 

Se podría pensar que es imposible o utópico el considerar que la sobrevivencia a circunstancias tan adversas pueda analizarse y considerarse como una posibilidad real, sin embargo, las historias de éxito en reestructuraciones de negocio son muchas y muy diversas. 

La experiencia nos ha demostrado que prácticamente todos los negocios tienen etapas cíclicas en las cuales a través de su devenir han tenido que enfrentar y solucionar. Como mejor prueba de ello es que nuestra propia legislación contempla situaciones de quebrantos o problemas económicos en las empresas y al respecto establece esquemas para poder reestructurarse y buscar alternativas de solución, mediante el concurso o participación de los involucrados. 

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Esto último sin dejar de reconocer que en casos particulares y dependiendo de determinados elementos, como lo pueden ser las garantías específicas de algún acreedor, éste pudiera preferir la liquidación de la empresa.

Es común que en nuestro país veamos a la figura del concurso mercantil como algo negativo o que significa el principio del final de una empresa, cuando en realidad su objetivo es totalmente distinto y nuestra ley al señalar que: “Es de interés público conservar las empresas y evitar que el incumplimiento generalizado de las obligaciones de pago ponga en riesgo la viabilidad de las mismas y de las demás con las que mantenga una relación de negocios.”

Sin embargo, como cada negocio tiene circunstancias particulares que lo hacen único, no obstante que en las circunstancias actuales se tenga un común denominador como el detonante de las dificultades económicas por los que muchos atraviesan, las opciones o alternativas para cada uno tienen que ajustarse precisamente a su propia y particular situación. 

Es en este sentido que incluso antes de que un negocio tenga que recurrir al proceso de un concurso mercantil, éste tiene que analizar objetivamente su situación y ver las medidas que puede adoptar, dentro de las cuales evidentemente estaría el negociar directamente con sus principales acreedores una reestructura de sus adeudos, para que en caso de lograrse ésta se evite incluso el iniciar un concurso mercantil, o de ser necesario, solicitar el concurso mercantil con un plan pre-acordado con la mayoría de los acreedores.

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Por tanto, sin dejar de dar debido cumplimiento a las disposiciones legales que rigen la actuación de las empresas que se encuentran involucradas en procesos de reestructura, incluyendo los periodos previos a la misma, se debe entonces considerar cuales son los factores fundamentales para que un proceso de reestructura pueda ser exitoso, basados precisamente en las experiencias que han dejado los procesos exitosos de reestructura, dentro de los cuales se encuentran los siguientes: 

Realizar un diagnóstico objetivo de la situación de la empresa, en el cual se detalle claramente su situación operativa, comercial y financiera; analizar las diversas alternativas de solución, con claro conocimiento de los factores de riesgo y de oportunidad para cada una de ellas; y que la conclusión de los análisis anteriores sea que la empresa tiene la posibilidad de que, una vez reestructuradas sus deudas, ésta continuará siendo un negocio viable.

Además, tener transparencia en el proceso, la cual debe iniciar precisamente dentro del propio negocio, ya que en estas situaciones la labor de equipo es fundamental para que el proceso sea exitoso y al respecto debe haber una comunicación continua, clara y honesta, no solo con el personal directivo, sino con todo el personal de la empresa.

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También es importante contar con un claro liderazgo en la organización a efecto de que, tanto al interior de la empresa como frente a sus diversos clientes, proveedores y acreedores, la empresa mantenga una posición uniforme y sea capaz de adoptar e implementar, de una manera ágil y eficientemente, las acciones que se vayan requiriendo durante el proceso.

Finalmente, mantener vigente la operación de la empresa, dentro de lo cual se resalta la necesidad de conservar la liquidez indispensable para poder seguir operando, así como el cumplimiento de los compromisos adquiridos con los clientes. 

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Alejandro F. Sánchez Mújica es abogado especializado en transacciones mercantiles nacionales e internacionales. Actualmente es Abogado Senior del despacho de abogados Thompson & Knight.*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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