La mitad del camino. Luego del Tercer Informe del presidente López Obrador iniciará el proceso de consolidación de logros y la preparación para el relevo en el poder.
La sensación debe ser bastante agridulce para el propio mandatario y para su equipo. Aunque no lo digan y mucho menos lo admitan, saben que la propia realidad política estableció límites a sus posibilidades de transformación. Pero no siempre fue así.
López Obrador contó con el respaldo legislativo para establecer prioridades y para dotar de un marco jurídico y operativo para su proyecto.
Se aprobaron varias leyes y entre ellas la Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos, Orgánica de la Administración Pública Federal, Austeridad Republicana y se expidió la Ley Orgánica de la Fiscalía General de la República.
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Se operó una reforma laborar para alinearla al T-MEC y se desbarató la reforma educativa.
En el caso de las leyes, el presidente contó con el apoyo de Morena y también de sus aliados: Partido Verde Ecologista, PT y PES. En la Cámara de Diputados se debilitó al PRD con el tránsito de diversos de sus legisladores a otras bancadas.
Pero también en las reformas a la Constitución logró el acompañamiento de opositores, por lo que pudo poner en marcha a la Guardia Nacional y elevar a rango constitucional los programas sociales. Con la oposición también se negoció la regulación de la Consulta Popular y se estableció la posibilidad de la Revocación de Mandato.
Están por medirse los frutos de este nuevo diseño y las señales son confusas, por el nivel de complejidad que arrojó la irrupción del Covid-19 y porque no siempre hay claridad sobre las metas a las que se quiere llegar.
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Como se ve, este gobierno contó con un ambiente de colaboración legislativa, que si bien no reconoce ni celebra, estuvo presente en la legislatura que acaba de concluir y en el Senado de la República.
Las cosas ya no serán así, porque en el PAN, PRI y el PRD hay consenso en que existen límites que ya no se cruzarán: el INE y el Tribunal Electoral, por ejemplo.
En la tarea de gobernar es donde las cosas no han salido bien y hay dos ejemplos muy claros: el sector Salud y el que tiene que ver con la seguridad.
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En el primer caso la gestión de la pandemia ha sido errónea y por desgracia eso se refleja en los 275 mil fallecimientos. Pero a nivel institucional la improvisación y los prejuicios generaron el desabasto de medicamentos más grande del que se tenga memoria.
La violencia no solo no disminuyó en estos dos años, aumentó. Hasta junio de este año, los homicidios dolosos habían alcanzado ya las 75 mil carpetas de investigación. Si se analiza lo ocurrido en sexenios anteriores, estamos pasando por el peor momento. Se mata más que antes.
Tres años e inicia el segundo tiempo, la cuenta regresiva.
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