Uno de las discusiones aledañas a la elección de junio próximo es el voto útil. Quizá desde 2000 no había un interés tan pronunciado.

En aquel año, Vicente Fox, el abanderado de los panistas y el Partido Verde (Alianza por el Cambio), supo colocar el mensaje de que la contienda era entre el pasado, que encarnaban los priistas y su candidato, Francisco Labastida y la posibilidad de un nuevo amanecer que solo era posible desde una oposición con capacidad de triunfo.

Se hicieron esfuerzos por lograr un acuerdo con el PRD y Cuauhtémoc Cárdenas, pero al final resultaron poco eficaces y los electores resolvieron el tema pronunciándose mayoritariamente por Fox, quien alcanzó un 42.52%, frente al 36.11 % de Labastida y al 16.64% de Cárdenas. 

En el Senado la Alianza por el Cambio alcanzó 60 escaños, los priistas 51 y la izquierda perredista 16. En San Lázaro las cosas no resultaron muy distintas, con 224 curules para la APC, 208 para el PRI y 65 para el PRD.

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En la Ciudad de México, los perredistas conservaron, por muy poco, la Jefatura de Gobierno y Andrés Manuel López Obrador (37.75%) apenas  alcanzó a imponerse a Santiago Creel (34.29%), quien compitió por el PAN. El PRI, con Jesús Silva Herzog logró el 23.43% de los sufragios.

En la actualidad, el PAN, PRI y PRD optaron por postular candidatos comunes en más de la mitad de los distritos, con el objetivo de arrebatar la mayoría a Morena y sus aliados en la Cámara de Diputados, así como incentivar el voto en los 15 estados donde se diputarán también las gubernaturas.

Movimiento Ciudadano, la otra fuerza opositora, decidió ir en solitario, con la idea de construir una opción que, dicen ellos, no tenga que recurrir a recetas del pasado para derrotar a Morena.

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Para quienes defienden la pertinencia de encausar con claridad el voto útil, lo más importante es lograr una mayoría legislativa que permita contener a la 4T y en teoría no quieren arriesgarse a dispersar los apoyos posibles.

Les asiste la razón de que la situación en que se encuentra el país es muy delicada y que muchos de los análisis clásicos simplemente no son eficientes para explicar lo que está ocurriendo y mucho menos lo que hay que hacer.

Lo que es evidente, es que dependerá mucho de las candidaturas en los distritos las posibilidades de lograr una mayoría política distinta a la actual, porque los listados plurinominales son una receta de nombres recurrentes y no sé qué tanto atractivos, luego de la estrepitosa derrota de los partidos tradicionales en 2018.

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