“Juventud, divino tesoro…” parte de un poema famoso de Rubén Darío, que continúa lamentando que la misma se va para no volver; evocando así a un sentimiento entre añoranza y nostalgia de cualquiera que recuerda cómo es sentirse joven.

Hablando por mí, que no quepo en la definición más aceptada del rango de edad para ser considerado un -joven-, me definen muy bien muchos de los comportamientos de uno, ya que es una generación que tiene muchas ganas de vivir la vida, que siente que aún tiene mucho que aprender y aportar, que quiere ser agente de cambio y luchar por un mundo mejor. Si son “millenials” o no, no es lo que importa y quienes me leen podrán o no estar de acuerdo en los puntos expuestos por Simon Sinek en su conferencia con Tom Bilyeu denominada “This is why you don´t succeed*” en la que aporta una manera diferente de ver a los jóvenes. 

Tengo un absoluto respeto e incluso admiración por las ideas y conceptos de Simon Sinek, pero me atrevo a cuestionar la forma en la que describe en su entrevista a los jóvenes millenials, y con este desacuerdo comparto mi opinión para quienes tienen gente a su cargo en este rango de edades o personas con comportamientos semejantes.

Un joven tiene fuerza, inquietud, imaginación, pero lo más valioso es que está lleno de sueños, de objetivos, de ideas para hacer de su entorno un mundo mejor.

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No hay innovación sin imaginación. No hay mejora continua sin sueños que perseguir… no hay satisfacción sin un propósito claro.

Pensemos en la posibilidad de que alguna vez haya existido en la historia, una empresa que no haya tenido jóvenes en sus filas y lo más probable es que no tengamos recuerdo de alguna. Los jóvenes son pieza fundamental en cualquier organización, no hay duda de eso; pero el reto no está en tener jóvenes en las filas de la empresa, el punto es sacar lo mejor de ellos en una época en la que la tecnología es lo que genera más ventajas competitivas que nunca en la historia; el desafío para los líderes de hoy día en un mundo Covid-19 es, antes que nada, confiar en la juventud y ayudarles a construir su autoconfianza.

Queremos lo mejor en una relación de cualquier tipo, confiemos; queremos hacer que crezca la organización entonces desafiemos; queremos ser una empresa que innova, entonces permitamos que la gente cometa errores, y reconozcamos a quien acepta haberse equivocado y comparte su aprendizaje con otros.

En el 2020 en México, tenemos una Población Económicamente Activa (PEA) de cerca de 96 millones de personas, de los cuales se encuentran “ocupados” unos 55 millones de mexicanos; los jóvenes (20-29 años) representan un 22% de estos y el porcentaje sigue incrementándose**. Las empresas reclutan cada vez más jóvenes y hay una brecha generacional importante en términos de tecnología; se requiere la experiencia y conocimiento de gente con más años en la organización o con más errores cometidos y lecciones aprendidas, pero se necesita la fuerza, imaginación y dinamismo de los más jóvenes; y ellos a su vez requieren apoyo, seguridad, confianza y un ambiente que les haga sentir que forman parte de un propósito.  Necesitan que les hagan saber cómo es que su trabajo tiene un impacto en la empresa a la que pertenecen, y cómo la empresa a su vez tiene un rol e impacto en la sociedad y en el medio ambiente.

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Concentrémonos en inspirarles, no sólo en motivarles, no busquemos estrategias clásicas de retención de talento, debemos crear una organización ágil, permitir ciclos de innovación cortos, no hagamos una empresa con exceso de procesos, mejor pongamos el ejemplo y demostremos con hechos, no con palabras, que en realidad estamos decididos a lograr resultados de forma más flexible, rápida y diferente; los jóvenes -de edad y de actitud-, serán los que con mayor fuerza se sumen al esfuerzo de cambiar la cosas, de hacerlas diferentes; les dará un sentido de orgullo y pertenencia, y de satisfacción. Y eso, es más eficaz que cualquier otra de las estrategias tradicionales de retención.

Suena fácil decir que para que una empresa sea innovadora requiere la fuerza de la juventud, necesita ser una empresa ágil, que permite y aplaude los errores sabiendo que traen múltiples aprendizajes, que los líderes de la organización confían en la gente y que están abiertos a escuchar, sin embargo, todo esto es un gran reto en el que debemos trabajar día con día. Por último, si queremos innovación, aceptemos que, aunque las cosas -aparentemente- estén funcionando bien como están a veces debemos destruirlas para empezarlas de nuevo y hacerlas mejor.

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Contacto:

*Alejandro López de la Peña es Ingeniero en Sistemas Computacionales por el ITESO. Actualmente se desempeña como Director General de T-Systems México

LinkedIn: Alejandro López de la Peña

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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