Hace una semana, hablábamos de la dependencia que presentan economías como la de México de la inversión extranjera directa (IED), así como de la importancia de esta para el desarrollo en el país. De la misma forma, hablábamos sobre los riesgos que presentan estas economías, y que podrían debilitar los flujos de inversión que, desde las economías avanzadas, llegan a la región en busca de inversiones atractivas, ante unos mercados que, por las continuas políticas de estímulo, han perdido todo el interés para los inversores.

Entre estos riesgos, destacábamos la inestabilidad política, en primer lugar. Una inestabilidad económica que representa uno de los grandes escollos para la llegada de esta financiación externa. Los continuos cambios en el rumbo político, llevados a cabo por los distintos gobiernos que van llegando a los países miembros, generan una situación de incertidumbre que acaba penalizando la llegada de estos capitales. A este problema, debemos sumarle el riesgo que supone la informalidad económica que presentan estas economías, teniendo que pagar en muchos casos un peaje por hacer hacer negocios.

Y es que hablamos de un riesgo que es cada vez mayor y más peligroso, dado que hablamos de un suceso cada vez más aceptado por el pueblo, como si de una hegemonía social se tratase.

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Pero a estos dos riesgos principales, debemos agregarle otros dos: la incapacidad del Estado para hacer frente a los problemas por su debilidad institucional, así como su escasez en materia de recursos para sacar adelante reformas y aplicar estímulos; así como, en segundo lugar, una debilidad en su financiación por la que, precisamente, dependen tanto de estos capitales, y por los que cada vez tienen que pagar, en muchos casos y como dicen los últimos estudios del FMI al respecto, un mayor interés por esos riesgos citado; agudizando esa escasez.

Y es que resulta curioso que la semana pasada hablásemos de que los capitales extranjeros corren el riesgo de reducir su presencia en el país, y que una semana más tarde, Kearney, la prestigiosa firma de consultoría, haya publicado su nuevo ranking anual de los países más atractivos como destino de la inversión extranjera directa que fluye en el planeta. Así pues, un ranking que, para sorpresa de muchos, vuelve a dejar fuera al país azteca, no situándolo entre los 25 países más atractivos. Un ranking en el que, previamente, México había ocupado un puesto entre esos países destacados y, dicho sea de paso, privilegiados.

Así pues, la publicación de este informe confirma la tendencia de los últimos años, donde México se ha mostrado más inestable, quedando fuera del selectivo que hace la consultora. En este sentido, un ranking en el que el país gobernado por AMLO quedó fuera en 2 ocasiones en los últimos años, en 2020 y 2021, precisamente los años que el presidente citado se encuentra en el poder. Ante estos datos, parece que los mensajes del mandatario mexicano, en los que incluso llegaba a tildar de neocolonialistas a estos inversores, y amenazando con la nacionalización de empresas, no sientan muy bien a los capitales extranjeros.

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Observando los datos, pese al crecimiento experimentado desde el año 1970 que puede observarse en la serie histórica que ofrece el Banco Mundial, la inversión extranjera en México en los últimos años se ha mostrado más débil. Mientras en 2013 veíamos una entrada neta de capital, medida como porcentaje del PIB, que rozaba el 4%, los datos que se ofrecen para el año 2019, los últimos disponibles que ofrece el organismo con sede en Washington, muestran que esta entrada neta de capital se ha reducido hasta situarse a escasas décimas del 2% del PIB. Todo ello, sumado a unos altibajos muy acusados, que muestran inestabilidad.

Como vemos, los datos nos muestran un análisis descriptivo que puede ayudarnos a entender cómo los riesgos están afectando a estos flujos de capitales. Una situación que acaba derivando en consecuencias como la desaceleración que ha experimentado el país azteca en los crecimientos en los últimos años. Un crecimiento que, dicho sea de paso, también se ha desacelerado notablemente en todas las economías emergentes, las cuales han pasado de crecer a un ritmo medio del 14% a crecer a un ritmo medio del 7%.

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Así pues, teniendo en cuenta la contribución del comercio exterior al país, teniendo en cuenta el aporte de esta inversión en el sector industrial y el peso de las maquiladoras en el empleo y en la propia economía, teniendo en cuenta que hablamos de economías que precisan este capital para desarrollarse, México debe tomar nota de la situación y ofrecer respuestas para revertir esta situación. Las vulnerabilidades crecen por momentos, los desequilibrios se ensanchan en tanto en cuanto se extiende la presencia del Covid, y los mandatarios, cada vez más desesperados por la situación que se vive en el país, tratan de ganarse la empatía del votante con políticas improvisadas y que cambian el rumbo del país de forma continuada.

Debemos ser conscientes de a lo que nos enfrentamos, de la amenaza que supone para el desarrollo esta situación y este estancamiento, así como de la penalización que provoca la incertidumbre provocada por los gobernantes. La convergencia se encuentra en grave peligro, y no podemos seguir extendiendo comportamientos que, como muestran las evidencias, alejan todo ápice de crecimiento económico.

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