A veces siento como si fuera un cerillo que se encendió hace mucho tiempo, y cuanto más trato de mantener la luz brillando más tengo la sensación de que soy invisible. El 2020 fue año de la resiliencia, así es como nos gusta llamarlo, tal vez porque es cierto. Pero también es preciso decir que fue el año de la fatiga. Empresarios, ejecutivos, trabajadores, maestros, trabajadores de atención médica, estudiantes, padres, hijos tuvieron que darse cuenta de que el cambio es factual, y el proceso de aprendizaje ha sido difícil, duro, rápido y agotador.

En un mundo que se suponía que se desaceleraría, la realidad que vemos en todas partes es que más que ralentizarlo se está acelerando aún más, pero por las razones equivocadas. No es de extrañar, en enero de 2019, la mayoría de los ejecutivos estaban trabajando en agradables instalaciones corporativas y lugares súper confortables y ergonómicos y ahora están trabajando desde el mostrador de la cocina mientras sus maridos o esposas están conectados en la sala de estar y sus hijos están estudiando en el comedor. Las  consecuencias habían sido terribles:  todo está desmoronado y mezclado, por lo que el agotamiento se ha convertido en un síntoma desenfrenado de una enfermedad horrible. Covid-19 no es la única plaga que nos azota, el agotamiento, el cansancio, la enervación son epidémicos y son las señales de varios errores de gestión.

Sí, sé que el agotamiento ha sido durante mucho tiempo una amenaza. Sin embargo, puedo decirles que el cerillo del agotamiento se encendió mucho antes de la pandemia. Pero en los últimos  meses  y  semanas han tenido lugar muchos eventos, y para la mayoría de las familias han ocurrido al mismo tiempo.  Millones de personas perdieron su empleo y se enfrentaron a la inseguridad financiera y alimentaria. Las personas que trabajan en primera línea de servicios y en actividades primarias se preocuparon por su seguridad física, y las personas en el cuidado de la salud ponen sus vidas en riesgo todos los días. Un tercio de los empleados del mundo comenzó a “vivir en el trabajo”, con la mesa de noche como su nueva pseudo-oficina. A lo largo del año, el estrés severo se convertirá en el  estrés crónico. Y muestra pocos signos de atenuación.

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Nuestro nivel de agotamiento es el resultado de un enganche real empeorado exponencialmente. Combatir el agotamiento endémico puede parecer una tarea abrumadora y sobrehumana. Con meses de fatiga emocional, es urgente resolver el problema. El primer paso es reconocerlo. Si  tenemos   las herramientas adecuadas, puede ser más fácil de lo que  podríamos  pensar. Y listos o no, no podemos evitarla urgencia: estamos en medio de una epidemia de agotamiento, aunque queramos darnos cuenta o no.

Pero, ¿cómo llegamos a esa crisis? Los conceptos no son agradables de leer: mala gestión, comportamiento abusivo, conductas insensibles, malos hábitos de delegación, intrusismo laboral, cargas de trabajo dementes, inflexibilidad, horas de pantalla insalubres. Esa es la forma en que llegamos a un punto tan crítico. Y, sin embargo, la solución no es lo más lejos que podemos pensar ni es tan difícil como puede parecer. Si entendemos que el problema comienza con nosotros, entonces podemos concluir que la solución puede comenzar en uno mismo. Genial, ¿cómo lo hacemos?

Comienza con respeto: respeto a nuestra propia persona y a las personas que forman parte de nuestro trabajo en equipo. Esa es la palabra patrocinadora de este asunto. Y hay medidas urgentes que debemos tomar:

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  1. Tenemos que reorganizar nuestras cargas de trabajo.
  2. Es un imperativo delegar, lo que significa que tienes que dar a la gente control y flexibilidad.
  3. Tenemos que dejar de promover reuniones inútiles.
  4. Tenemos que recompensar a los equipos de trabajo por sus esfuerzos.
  5. Tenemos que ser empáticos con los problemas de la gente.

Si nos preguntamos cuántas reuniones, asistimos que podrían ser resueltas con un correo electrónico nos sorprendería la respuesta y entenderíamos el inmenso problema que tenemos y la facilidad para resolver el problema. No es sólo que hemos sido maltratados por nuestros jefes o empresas, hemos estado haciendo lo mismo con nuestros trabajadores del equipo.

¿Cómo lo arreglamos?

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  1. Organizando una carga de trabajo manejable. Preguntándonos si se necesita resolver el problema con una reunión o si podría ser cambiada por una llamada telefónica, un correo electrónico o del problema tiene que tomar más de 30 minutos de su tiempo de trabajo.
  2. Comprender que hay algunas preocupaciones,  tristezas, pérdidas, ansiedades que pueden estar en la mente de tu equipo —o en la tuya—. No los descartes. Cuida de ellos. El duelo no es transparente. En otras palabras, sé empático.
  3. Gestiona tu tiempo, sé respetuoso con el suyo. Eso significa conductas simples: ser puntual, abstenerse de enviar correos electrónicos o mensajes durante las horas de sueño, no llamar a la hora de comer. Deja de acosar a tu equipo de trabajo, no pidas asuntos urgentes cuando sepas que ese no es el caso o evita las urgencias planificando y anticipando.

Sí, hemos estado tan orgullosos de la resiliencia que hemos estado mostrando comoHumanidad, pero no hemos sido tan generosos para entender los costos de la misma. La gente de todo el mundo está cansada, triste, afligida y apreciamos mucho cada acción que se ha hecho. Médicos, maestros, madres, padres, estudiantes, cuidadores tienen vidas profesionales y personales que se han fusionado y eso es enfermizo. Más allá del agotamiento, es la mirada empática que debemos empezar a tener. El mundo está cansado, tenemos que darnos  una  ayuda, ¿no?

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