Mucho se ha dicho ya sobre el daño que se ha generado en diferentes planos de la vida pública del país y, sin embargo, poca atención le prestamos a las herencias tóxicas que dejará a su paso el gobierno del actual presidente.

En los últimos años, en México se han ido tejiendo las condiciones que debilitan las instituciones, la gobernabilidad y el Estado de Derecho. Pareciera que gobernar en contrasentido y pasando por alto el marco legal nacional e internacional es fundamental para distraer a la opinión pública de los temas que día a día enrarecen más el ambiente nacional.

No sólo preocupa el amplio desconocimiento en temas de suma relevancia para la agenda del país, preocupa también la apertura de frentes innecesarios de confrontación. A nivel internacional, México pasa por el momento más complejo de su historia diplomática; con un evidente deterioro de la imagen internacional que por años estuvo debidamente cuidada como parte del mismo interés nacional.

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Las relaciones exteriores de México en este tramo de la historia se pueden comparar solamente con los disparates y desatinos del expresidente estadounidense Donald Trump, quien gobernaba a partir de la ocurrencia, la descalificación, el encono y la ignorancia.

México tenía una gran tradición diplomática, basada en la reciprocidad, los buenos oficios, la solución pacífica de las controversias y la no intervención, lo que nos posicionaba como actor internacional con responsabilidad global.

Durante 2021, México tuvo importantes retrocesos en materia económica y política. Hoy, el daño hecho a las instituciones y a la democracia nos pone globalmente en el grupo de países con regímenes híbridos, aquellos en los que las libertades y garantías individuales están vulneradas por el Estado, en los que los procesos electorales carecen de pluralidad y en los que la cultura de participación ciudadana se desvanece mientras se fortalece el autoritarismo, la centralización de poder en una sola persona (dictaduras perfiladas) y un asilamiento internacional.

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Estos retrocesos o herencias tóxicas, tardarán años, si no es que décadas en desaparecer y hoy, más que nunca, con desempeño económico no visto en al menos 80 años que nos llevará a un sexenio sin crecimiento económico, incremento en la pobreza y un distanciamiento de la comunidad internacional, México necesita reestablecer el rumbo de su política exterior, sus prioridades y mejorar las decisiones en materia de política pública.

Un régimen híbrido, un Estado fallido, un país aislado de la comunidad internacional y una Nación dividida es lo que heredaremos de un gobierno que prometió mucho.

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