Por: Ana Cristina Dahik Loor e Yvette Mucharraz y Cano

En el periodo pre-pandemia, se veían avances importantes en cuanto al desarrollo de las mujeres y su participación en la economía mexicana. Por ejemplo, en el estudio “Trabajo decente en México 2005-2020: Análisis con perspectiva de género”, que elaboró el Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección del IPADE, había un incremento del 5% en la proporción de mujeres que trabajan, pasando de 38.4% a 43.4% en un periodo de 15 años. También la participación femenina en la alta y media dirección había pasado de 27.98% a 37.62% (Alemán & Cuilty, 2020). Desafortunadamente, la pandemia ha generado un retroceso importante y, de acuerdo con datos de la CEPAL (2021), 5.1% de las mujeres salieron de la fuerza laboral por esta razón. Parecería que retrocedimos 15 años y los avances se ven en riesgo.

Este retroceso sin duda se explica como un fenómeno derivado de la pandemia, pero que a su vez refleja la vulnerabilidad de las mujeres en la sociedad mexicana. Y para ilustrarlo, es conveniente identificar algunos indicadores como el de la situación de pobreza que afecta al 42.4% de las mujeres en México, así como la brecha salarial que afecta en mayor medida a las mujeres en condición de pobreza alcanzando al 26%, así como la carencia en el acceso a la seguridad social que permea al 55.3% de la población femenina (CEPAL, 2021).

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Por otra parte, hay condiciones que agudizan dicha vulnerabilidad, incluyendo la falta de empleo digno, considerando que la informalidad tiene mayor incidencia en las mujeres, llegando al 58.5% (Alemán & Cuilty, 2020). A estos datos se agregan la violencia doméstica y laboral, así como el rezago educativo y la falta de acceso a servicios financieros. Adicionalmente, la posibilidad de recibir atención para favorecer el cuidado de la salud mental, también está limitada.

A nivel social, también los roles de género han favorecido una participación excesiva de las mujeres en las labores domésticas y el cuidado de otros, llegando hasta 49.8 horas semanales dedicadas al trabajo no remunerado (CONEVAL, 2018) a las que hay que sumar las horas dedicadas a la escuela en casa que la pandemia ha requerido.

Sigue la información sobre los negocios y la actualidad en Forbes México

Si bien los avances previos a la pandemia en temas de inclusión de la mujer en la economía mexicana representaron logros considerables, hoy el panorama revive retos viejos (como los ya mencionados roles de género), pero también nos propone retos nuevos con tintes muy desafiantes. De acuerdo al último reporte de Riesgos Globales 2021 del Foro Económico Mundial, el 70% de mujeres que trabajan perciben que sus carreras profesionales se van a alentar a causa de la crisis sanitaria.

Hoy entendemos que los desafíos de la inclusión se envuelven en una compleja red sistémica de problemáticas sociales, ambientales, económicas y políticas que contribuyen de forma directa a las dimensiones estructurales del problema. Esto exige que ante la urgencia que plantea la pandemia, seamos capaces de hacernos las preguntas correctas con la esperanza de que las respuestas nos orillen a soluciones sustentables que no caigan en la tentación de tapar el sol con un dedo.

Una alternativa es volver a lo fundamental y preguntarnos por qué hoy es socialmente deseable entender inclusión como marco universal rector de toda unidad social contemporánea. Hay que partir de que entender al ser humano en sociedad implica forzosamente considerar su dimensión social. Es decir, considerar que es un ente que actúa, interactúa y que forzosamente necesita de otros para sobrevivir. Que construye junto con otros el campo de juego.

Sigue aquí el avance contra la pandemia en México y el mundo

Plantearnos por qué hoy es urgente la agenda inclusiva es recordar que el proceso es tan importante como la meta. No es llegar por llegar, no se trata de alcanzar las cuotas por las presiones externas que lo exigen. Se trata de entender que, al ser miembros de una comunidad, debemos aspirar a unas reglas del juego que aporten a propósitos universales que van más allá de lo que cada uno de nosotras y nosotros podemos conseguir de forma aislada. Así, cobra sentido plantearnos inclusión no como una imposición, sino como una aspiración. Queremos a todas y a todos soñando juntos por los demás y para los demás.

Un enfoque desde lo socialmente deseable para nuestro hogar común versus un enfoque paliativo y reactivo permitirá entender la inclusión como la solución, no como el problema.

Suscríbete a Forbes México

Ana Cristina Dahik Loor, Profesora del área de Entorno Político y Social del IPADE*

Yvette Mucharraz y Cano es Directora del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección (CIMAD) del IPADE*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Cerveceros unidos frente al Covid-19
Por

La agroindustria cervecera ha contribuido con diversas acciones para apoyar a la comunidad mexicana en esta emergencia s...