OLAS DE CRÍTICAS

Grandes olas han generado en algunos sectores de la opinión pública la decisión del Poder Legislativo Federal de entregar el control de los Puertos de México a la Secretaría de Marina (SEMAR), desincorporando la Coordinación General de Puertos y Marina Mercante del ámbito administrativo de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).

Grandes olas a propósito de la reciente Iniciativa que reforma las Leyes, Orgánica de la Administración Pública Federal, de Navegación y Comercio Marítimos y de Puertos, como resultado de las iniciativas presentadas por integrantes de la Fracción Parlamentaria de morena. El 10 de septiembre de 2019 por conducto de la Diputada Juana Carrillo Luna; el 16 de octubre de 2019 por las Diputadas y Diputados Julio Carranza Aréas, Idalia Reyes Miguel, Heriberto Marcelo Aguilar Castillo, Laura Patricia Avalos Magaña, Teresa Burelo Cortázar, Lucio de Jesús Jiménez, María Bertha Espinoza Segura, Jesús Fernando García Hernández, Edith Marisol Mercado Torres, Ediltrudis Rodríguez Arellano, Maximiliano Ruiz Arias y Juanita Guerra Mena. Reiterando la iniciativa la propia Juanita Guerra Mena el 8 de septiembre de 2020.

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Uno de los términos que los críticos a esta propuesta legislativa han utilizado para definir el nuevo entorno en el que se ha colocado a las Administraciones Portuarias Integrales es el de “regresión” de las políticas públicas. Crítica que hacen en alusión a las otrora circunstancias históricas en las cuales la administración de las instalaciones portuarias nacionales, en la primera mitad del siglo pasado, se encontraban bajo la supervisión directa de la Marina militar.

Llama la atención que, en las conversaciones cotidianas sobre el tema, nadie ha utilizado el enfoque de una “evolución”, entendida esta como una serie de transformaciones continuas que va experimentando un determinado organismo en cierto y particular sentido que le permite adaptarse a las cambiantes e imprevistas circunstancias y desarrollarse con una mayor eficacia y eficiencia.

PUERTOS MARÍTIMOS

Como es sabido, los puntos de acceso al territorio de México que podríamos considerar como “formales” y estratégicos se pueden estructurar en tres:

  1. Los puestos fronterizos terrestres;
  2. Las instalaciones aeroportuarias y,
  3. Los puertos marítimos.

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El puerto marítimo, es decir, el recinto portuario, se puede definir como la zona federal delimitada y determinada por las Dependencias competentes del Poder Ejecutivo, que comprende las áreas de agua y los terrenos de dominio público destinados al establecimiento de instalaciones y a la prestación de servicios portuarios. El objetivo es que las embarcaciones, buques o navíos cuenten con facilidades de recepción, abrigo y atención para la transferencia de bienes y transbordo de personas entre los modos de transporte que enlaza.

En el caso de México, la extensión de sus costas y litorales, sin considerar el territorio insular, alcanza 11,122 kilómetros, correspondiendo 7,828 kilómetros de acceso al Océano Pacífico y Golfo de California y 3,294 kilómetros de acceso al Golfo de México y Mar Caribe.

Tradicionalmente, desde tiempos inmemoriales, los puertos han sido la base del comercio entre las naciones por su gran capacidad de almacenamiento y desplazamiento de mercancías, aunado a sus bajos costos, comparados con los ferrocarriles y el trasporte aéreo, a partir de su invención y operación.

LA SIEMPRE, PERO NO SIMPLE, CORRUPCIÓN

En la producción y manufactura de bienes, en cualquiera de los países, existen mercancías lícitas o permitidas y mercancías ilícitas o prohibidas, cuya determinación regulatoria generalmente corresponde a cada uno de los países al ejercer su soberanía. Las mercancías con mayor valor comercial intrínseco son las prohibidas, ya que en su producción y manejo se involucra una gran cantidad de dinero y recursos por parte de todo tipo de organizaciones (incluidas las organizaciones criminales). La abundancia de recursos permite disponer de enormes sumas utilizadas para “comprar” o “corromper” a las autoridades y personal involucrado con el objetivo de asegurar el libre tránsito de las mercancías prohibidas.

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Esos fenómenos criminales podemos denominarlos simplemente, pero no tan simple, como “corrupción”. Esta constituye el ejercicio de actividades por medio de las cuales se realizan operaciones con recursos de procedencia ilícita, se evade el pago de impuestos, se trafican mercancías prohibidas, se burlan las leyes, se destruye el estado de derecho y se facilita la actividad de todo tipo de delitos que lastiman, dañan y degradan el tejido social. Todos estos riesgos es imperativo reducirlos a su mínima expresión para beneficio de mexicanas y mexicanos, con enfoque nacional e internacional.

SÓLIDA DECISIÓN

Estoy convencido de que el control, vigilancia, supervisión y administración de los puertos a cargo de personal, en activo o en retiro, de la Marina, Armada de México, establecerá un robusto dique de servidores públicos con sólidos valores y acreditada disciplina. Su formación, muy difícil de socavar, impedirá en gran medida la existencia y el avance de conductas corruptas entre sus miembros. Quien quiera que conozca la formación naval militar sabe que los marinos (por ser un cuerpo organizacional compacto que obstaculiza la penetración de elementos ajenos) anteponen probidad y obediencia en el ejercicio de su servicio público. La experiencia de la Marina, adquirida a lo largo de los años, les garantiza menos corrupción que la que se afirma ha existido tradicionalmente en los mandos civiles en las actividades de los puertos nacionales.

ORGULLO DE MÉXICO

Recordemos que la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), colocó a la Marina Armada de México, como la institución de seguridad que más confianza genera entre las y los mexicanos, con un orgulloso 88.2 por ciento.

La experiencia a nivel global ha demostrado que es más fácil imponer y extender la corrupción entre el personal civil de las empresas, gobierno e instituciones, a quienes se soborna mediante ese terrible efecto corruptor, con dinero o, en ocasiones, con la amenaza de daño físico a ellos o a sus familias. En estos terribles escenarios las opciones de honestidad se reducen para permitir o tolerar las actividades ilícitas. Pero cuando de la Marina militar se trata, el escenario es totalmente distinto.

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Razones sobran para reconocer y enaltecer a la mejor institución de México: La Marina Armada de México. Me parece que otorgar el control, vigilancia, supervisión y administración de los puertos localizados en México a la Secretaría de Marina, no es regresar al pasado. Por el contrario, es evolución, es adaptación para la transformación del sistema portuario nacional. Demos votos de confianza a los Marinos militares. El contenido, alcances y efectos de sus nuevas atribuciones y facultades darán loables resultados.

Estoy convencido: la Marina Armada de México tiene las capacidades institucionales suficientes y necesarias para expandir las almas, aumentar las energías y elevar el espíritu de sus miembros e integrantes con el objetivo de cumplir legalmente el servicio público en relación con el sistema portuario, y apaciguar con hechos las olas de tantos críticos. Enhorabuena por los puertos nacionales y por sus nuevos guardianes a quienes deseamos buen viento.

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Twitter: @requena_cr

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Página personal: Carlos Requena

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