El mesianismo populista no tiene espacio ni para la crítica ni para la disidencia. Este formato de régimen es dogmático y no admite más que su propia verdad; ni la razón, los fundamentos científicos o las estadísticas existen en este estilo de hacer política basado en la demagogia y la simulación.

La pandemia del SARS-CoV-2, exhibe la cruda realidad: el hartazgo y el analfabetismo electorero fueron el espejismo de un “pasón” extremo que ahora se vuelve la abstinencia de nulos resultados, cinismo mediático, incompetencia y corrupción.

Ni las curas milagrosas, la “fuerza moral”; las “estampitas”, los “municipios ni la llama de la esperanza”; mucho menos el cambio de modelos, sirvieron para frenar un solo contagio; la “curva” no se aplano, la pandemia no se “domo” y hacia el final del año, los peores escenarios aplastaron y demolieron la credibilidad y confianza pública.

Hasta el uso de cubrebocas es un tema de debate que exhibe claramente el deterioro, la cerrazón, incongruencias y otros padecimientos patológicos del régimen. Los sermones de todo el día pretenden callar las voces progresistas con “medios”; agencias de bots y “analistas” arropados bajo la nómina oficial, pero ya no les alcanza. El hartazgo -al igual que los decesos- siguen aumentando. 

El gobierno ya no ofrece ni consuelo; hay que conformarse con lo que hay; se le recuerda al pueblo que votaron por los prodigios y las ocurrencias primitivas; la condición es “fe ciega”; la corrupción paga a sus anchas por la vía de “donativos”; la impunidad sigue garantizada a cambio de sumisión, zalamería y lealtad incondicional.

Las instituciones y los programas de gobierno se dilapidan, todos los recursos deben irse al pago tan urgente y prioritario del “consenso artificial”, encuestas, simpatizantes y seguidores. La clave de la reelección mesiánica es un congreso dócil y hay que echar toda la “lana” a las urnas, en el 2021.

La telenovela se tiene que sostener a toda costa. Al franelero que quiso ser presidente hay que pagarle fans que lo sigan y el drama hay que aderezarlo con episodios de “secuestros”, dormitorios en Los Pinos, distractores y desinformación.

Ese melodrama es insultante para las familias que lo perdieron todo; desde siempre han vivido de milagro, al día, están acostumbrados a sobrevivir; pero ahora a la pena, luto, desesperación, frustración e incertidumbre que los embarga se agregan la ineptitud e indolencia gubernamental.

El mesianismo es hipócrita. Utiliza a los pobres en su verborrea y los inunda de discursos (y de agua para salvar una refinería inútil); golpea a las clases medias por que se niegan a sucumbir ante su demagogia y sigue exterminando a los emprendedores por sus complejos y revanchismos.

Se sigue la receta populista y fascista: hay que inventar “demonios”; la diabetes, el cáncer, la comida chatarra, el descuido del “pueblo bueno y responsable”; todo sea por no reconocer la letalidad de la enfermedad (mayor del 10%) y mucho menos el pésimo manejo de la pandemia (número 4 en el mundo). 

Las cifras oficiales son ridículas, pero hay que darles resonancia para que la gente se olvide de que el crimen, la violencia y los homicidios siguen al alza y para que nadie piense en los daños colaterales: negocios en quiebra; empresas cerradas, desempleados, enfermos sin atención ni medicinas, deportistas, investigadores, artistas, estudiantes sin recursos, el futuro cancelado de generaciones de niños y jóvenes, huérfan@s y viud@s.

Al personal de primera línea: doctor@s; enfermer@s, rescatistas, especialistas, investigador@s no se les escatima ni su profesionalismo ni dedicación; seguramente mejor equipados y con material de calidad (no adquirido a sobreprecio de los socios de funcionarios públicos) habrían logrado mucho más, por empeño y dedicación no ha quedado.

Qué pena también que nadie es “profeta ni mesías en su tierra” (sic) por que de haber contado con el báculo presidencial (o con el penacho de Moctezuma) las aguas de la presa se hubieran separado y Tabasco no se hubiera inundado. Nada de qué preocuparse, el gobierno ya está reconvirtiendo el avión de la rifa en un arca para ir al rescate.

Se llega a más de 100 mil decesos “oficiales”. A muchos otr@s se les ha negado hasta un lugar en las estadísticas. Para todas sus familias y amigos -aún para los sobrevivientes- las secuelas físicas, psicológicas, económicas y sociales del Covid19 seguirán latentes durante muchos años.

No se puede olvidar su memoria, las historias, las huellas de mexican@s que de haber contado con un gobierno eficiente, responsable y honesto hubieran tenido mucho mayores posibilidades de sobrevivir. Nos faltan, l@s recordamos, l@s extrañamos, l@s honraremos.

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