Después de crecer el PIB un 8.1% durante 2021, China mantiene el proteccionismo económico (o política de ‘Prosperidad Común’) que ubicará a Xi Jinping como presidente vitalicio desde la convención XX del politburó del partido comunista este otoño, siguiendo los pasos de Vladimir Putin, que tiene al mundo en suspenso ante la eventual invasión Rusa a Ucrania donde los intereses (sin importar bando) incluyen hegemonía cultural, gas, o criptomonedas.
Una Rusia que vive las sanciones de Estados Unidos desde Obama 2016, volcándose a China, Europa, y Medio Oriente, al punto que sienten orgullo al no depender del consumidor más grande del mundo. Aliada a una China con política ‘Cero Covid’, donde hipervigilancia y confinamientos son normalidad, mientras una burbuja inmobiliaria sin precedentes amenaza la economía global. Suena como Estados Unidos en 2008… o 2022 según pesimistas.
Y luego una imagen diciente: Ambos Presidentes en el lanzamiento de los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing. No es la primera vez… de hecho se han encontrado en 38 oportunidades, al punto que la comunicación sobre esta reunión termina con la misma frase para ambos: ‘la amistad entre los dos países no tiene límites’, además de un fin común: hacerle contraparte a Estados Unidos y sus aliados que se enfrentan en lo filosófico, económico, y bélico a la nueva influencia del bloque oriental.
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Si se tratase únicamente de beneficios económicos, para Rusia las relaciones comerciales con China representan el 13% de sus exportaciones y el 22% de sus importaciones. Es decir, su principal aliado globalmente, con el cual cerró un acuerdo de 30 años para la exportación de gas por más de 117 billones de euros durante el encuentro de la semana, nada mal para una reunión de amigos.
Mientras que para China las exportaciones a Estados Unidos en 2021 aumentaron un 27,5% en términos anuales al situarse en USD $576.000 millones. Hacia Rusia alcanzaron los USD $67.500 millones. La perspicacia al leer los números confirma que, a diferencia del grupo de amigos ‘Occidental’ (OCDE) en Oriente el centro de la alianza definitivamente no es capital o riqueza, sino quitarle protagonismo al poder actual y lo que representa.
Suena como revivir la época de ‘Guerra Fría’… por lo menos en Ucrania se vive incluso con más tropas rusas y de los aliados movilizándose que en 2014, un Taiwán sitiado por barcos Chinos, la presión de ambos países para que la OTAN no se expanda, el tratado de defensa en Estados Unidos, Reino Unido y Australia (AUKUS) no se logre, Corea del Norte testeando misiles de largo alcance cada semana, el rumor de tropas moscovitas llegando a Caracas y La Habana, además de los millardos de hackers moviendo información.
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Una época donde conceptos como ‘Democracia’ y ‘Autocracia’ determinan el giro de los negocios. Como el gobierno y ejercito Ruso, que tienen a los chinos de Huawei como su principal proveedor de telecomunicaciones desde que Estados Unidos comenzó un plan para sacarlos de la escena comercial local. Ejemplos como este son y seguirán siendo parte de la normalidad en esta nueva etapa de la globalización.
Porque de nuevo lucha comercial y hegemonía ideológica se han mezclado, y mientras Joe Biden busca consolidar amistades equilibrando las reglas post pandemia entre Estados Republicanos y Demócratas, Xi Jinping cierra megaciudades hasta lograr su meta de ‘Cero Covid’, y Vladimir Putin nada incesante por los helados lagos rusos mientras medita su próximo movimiento. Todo esto mientras el mundo de los negocios sigue esperando que la inflación baje.
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*El autor es consultor global de negocios; enfocado en consumo masivo, estrategia competitiva, innovación, y prospectiva.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.
