En México, el sector farmacéutico es considerado dentro de las diez primeras industrias interesadas en proteger por figura de patente sus productos, procesos o usos; de hecho, se estima que el crecimiento en la cantidad de patentes farmacéuticas publicadas en México, con respecto al 2020 será mayor al 5%.

El sistema de patentes se creó para promover la innovación a través de derechos de exclusividad, a cambio de la divulgación de la tecnología, para que el público pueda beneficiarse de ella. En el contexto de la salud pública, los encargados de formular políticas se enfrentan con el desafío de buscar un equilibrio entre los derechos de titulares de patentes, creadores de innovaciones tecnológicas, y la sana competencia que mejore las condiciones sanitarias y necesidades de la población.

A lo largo del tiempo, las patentes han probado ser un gran incentivo a la innovación en los países desarrollados y en los que se encuentran en vías de desarrollo, ya que a través de la propiedad industrial se protege a los innovadores para que puedan seguir mejorando la vida de todos, mediante sus invenciones.

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Su importancia radica en la representación de un incentivo para innovar, creando nuevos y mejores medicamentos en beneficio de la población. El camino de la innovación farmacéutica es largo y costoso, por lo que, de esta manera, se proporciona seguridad cuando la tecnología se encuentra en el mercado y se explota por el titular de la patente en exclusividad.

Por otro lado, en los tratados internacionales firmados -y en los que tiene presencia nuestro país en años recientes-, se puede leer una serie de novedosas obligaciones que elevan el umbral de protección de las patentes farmacéuticas contempladas en la nueva legislación de Propiedad Industrial en México, que otorga derechos de exclusividad sobre una tecnología, y que viene a reforzarse en el ámbito farmacéutico mediante mayores periodos de exclusividad y su relación con los procesos regulatorios.

De la innovación a la salud

En temas de innovación, las patentes tienen relación con un bien invaluable: la salud, así como la disponibilidad de medicamentos y de nuevos tratamientos, los cuales inciden en la calidad de vida de la población en general.

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No nos vayamos tan lejos, el ejemplo perfecto de innovación farmacéutica son las vacunas contra el Covid-19, que, hasta el momento, en México se han aplicado a más del 50% de la población adulta.

Las empresas farmacéuticas que crearon vacunas en el corto tiempo que exigía la emergencia internacional pudieron concretar acuerdos millonarios con los gobiernos de muchos países para su abastecimiento, pero también, el desarrollo de nuevos tratamientos, terapias alternativas y dispositivos contra la misma enfermedad, siendo muy probable que éstos cuenten con protección por alguna figura de Propiedad Industrial (PI) en el futuro.

En el ámbito mundial, mucho se especula del impacto socioeconómico en temas de innovación, desarrollo y tecnología dentro de las patentes farmacéuticas, pero, en general, éstas son un indicador del nivel de innovación en un país o región, lo cual puede correlacionarse con un mayor crecimiento económico y bienestar social.

El mayor ejemplo que tenemos para ver un caso de éxito al incentivar la cultura de la PI es Corea del Sur, que en tan solo una década pasó del lugar 17 (en 2011) al 5 (en 2021) en el Índice Global de Innovación[1], en buena medida, gracias a la cultura de protección de sus creaciones.

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Por tanto, el desarrollo que esta industria representa es un avance en términos de salud pública, permitiendo que más gente tenga acceso a tratamientos médicos oportunos fomentando la competencia en el mercado de patentes.

Certidumbre: lo que México necesita

La aun reciente Ley Federal de Protección a la Propiedad Industrial (LFPPI) aporta certidumbre a la industria en general y mayor protección al sector innovador, en particular porque la legislación permite que se extienda la exclusividad de las patentes cuando hay retrasos en su trámite, incluso los laboratorios innovadores pueden estar tranquilos gracias al reconocimiento de la patentabilidad de nuevos usos médicos, cuyo sustento legal no había quedado tan claro como ahora.

La mayor protección para innovadores viene de la posibilidad de tener exclusividad más allá de los 20 años que duran las patentes. Si el trámite de la solicitud de patente duró más de 5 años, es posible recibir un certificado complementario que alarga la exclusividad como compensación por los retrasos burocráticos.

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Tratados internacionales como el T-MEC, TIPAT o el TLCUEM, sitúan a México como un lugar muy atractivo para la inversión, comercialización de productos y, en consecuencia, para la protección de la innovación.

Sin embargo, a pesar de que en nuestro país se han hecho grandes esfuerzos para incentivar la cultura de la propiedad industrial, aún se considera incipiente, ya que la mayoría de las compañías que aprovechan los mecanismos de PI son empresas extranjeras con base en México.

¿Cuál es el futuro de las patentes farmacéuticas en México? Se espera que siga incrementando el número de solicitudes de patente en los próximos años, de origen tanto local como extranjero, han existido  avances para impulsar la innovación local, pero se siguen vislumbrando oportunidades en áreas como la cultura de la protección y la vinculación industria-universidades-gobierno.

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A pesar de los retos, la industria farmacéutica es uno de los ejemplos en los que podemos encontrar patentes tanto de solicitantes extranjeros como nacionales, lo cual alimenta la cultura de PI en ese sector.

De hecho, cada vez más farmacéuticas mexicanas incorporan a la innovación en sus planes de negocio, pues reconocen el positivo impacto social, así como la ventaja competitiva que conlleva.


[1] https://www.wipo.int/edocs/pubdocs/en/wipo_pub_gii_2021.pdf

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Contacto:

Lorena Rodríguez es Directora General de ClarkeModet México

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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