Siempre me ha llamado la atención esa tendencia que tenemos a aceptar un no como respuesta definitiva. Es increíble lo dóciles que podemos llegar a ser al momento de escuchar una sentencia negativa como si se tratara de un dictus inapelable y nos dejamos ir como pelotas de hule en tobogán, bajamos en caída libre sin siquiera meter las manos. Apretamos los labios, bajamos los hombros, suspiramos y nos dejamos envolver por la negativa. Lo curioso es que por obvio que parezca, casi nadie pregunta ¿y, por qué no? Eso en la vida profesional, en los ambientes corporativos y en la elaboración de proyectos puede llevarnos a direcciones que nos alejen innecesariamente de la meta.

La tolerancia y aceptación al no son devastadoras. Especialmente, porque un no significa varias cosas y tiene varios grados que no necesariamente son una negativa rotunda. Un no puede ser:

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  1. Un no por el momento. Pensemos en una situación cotidiana en la vida en la que se va a solicitar un permiso. Si se piden vacaciones, puede que el no signifique, no esta semana, pero la que viene sí. Por lo tanto, al preguntar ¿y por qué no? La respuesta nos llevará a entender cuando será posible conseguir lo que queremos.
  2. Un no de esta manera. Muchas veces, al hacer el planteamiento de un proyecto obtenemos una negativa. Al indagar por las razones, nos podemos dar cuenta de que la trayectoria que habíamos dibujado no resulta conveniente, pero hay otros senderos en los que podemos avanzar para lograr la aprobación.
  3. No a ese precio. Una de las razones más frecuentes para que nos digan que no está relacionada con los precios involucrados. Si preguntamos por qué no se puede, tal vez nos enteremos que el dinero involucrado es la razón. Si es no porque es muy caro o barato, hay que entender las razones. Un artículo muy rebajado puede causar suspicacias en torno a la calidad, uno muy costoso puede salirse de presupuesto.
  4. No lo entiendo. La gente tiende a rechazar las cosas cuando no las comprende. Hay quienes piensan que es preferible oponerse que investigar. Por lo tanto, al preguntar las razones de la negativa, obtenemos una oportunidad para replantear nuestra petición y conseguir el sí.

Lo cierto es que un no puede tratarse de un obstáculo temporal y no de una condena eterna. Alguna vez escuché la siguiente anécdota: un profesor universitario peroraba frente a sus estudiantes sobre lo que significaba ser una persona de resultados. Afirmaba que era una mente abierta que era capaz de recorrer nuevos horizontes con tal de encontrar respuestas, eran las personas que usaban la imaginación para crear algo, paciencia para lograr el resultado y perseverancia para disfrutar de sus frutos. Mientras el maestro hablaba, un chico levantó la mano. El catedrático se molestó al verse interrumpido, pero le dio la oportunidad de preguntar: ¿Entonces, un campesino es un buen ejemplo de lo que usted habla, verdad? No, el profesor fue rotundo y se rió.

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El maestro estaba pensando en los químicos en un laboratorio, en los ingenieros que construyen puentes, en los cibernéticos, en los biólogos, en los diseñadores que con sus ideas forjaban un mundo mejor. Pero, se le quitó la risa cuando su alumno le preguntó ¿por qué no?

Fue el turno del profesor para escuchar a su estudiante decir que un campesino recorre los surcos de la tierra para conseguir algo nuevo de la tierra cada ciclo agrícola, era paciente para fertilizar la tierra, para ver crecer sus siembras y cosechar, era perseverante para venderlas y saborear el fruto de su trabajo. Entendió el punto de vista de su alumno y tuvo que estar de acuerdo. Sin la pregunta de ¿por qué no?, tanto el profesor como el estudiante hubieran perdido.

Preguntar por qué nos abre la posibilidad de entender. ¿Qué debemos entender? Entre otras cosas, cómo

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  1. Mejorar nuestros planteamientos.
  2. Generar propuestas constructivas.
  3. Habilitar nuestras competencias para conseguir resultados.
  4. Confrontar estereotipos.
  5. Comunicarnos asertivamente.
  6. Manejar a personas difíciles.
  7. Aprender a ser más tolerantes a la frustración.

Así logramos transformar los nos en sís.

Me temo que la docilidad que tenemos frente a un no tiene que ver con la tolerancia a la frustración. En estos terrenos, tener la mecha corta sirve poco. Es preciso entender que un no tiene múltiples formas de convertirse en un sí. Pero para ello, es necesario darnos cuenta de ello.

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Las consecuencias de aceptar un no es que nos sitúa frente a un callejón sin salida y en esa tesitura, bajamos los brazos y dejamos que la llama de la creatividad y de la iniciativa se apague. Mi propuesta es buscar las razones del no para transformarlas en un escenario afirmativo. Para ello es preciso desarrollar un liderazgo sólido que nos permitan sobreponernos a todos los obstáculos (nos) que vamos a encontrar en el camino. Tenemos que concentrarnos en nuestra meta para llegar a ella y pavimentar el camino de firmeza y asertividad, de apertura y humildad para lograr esta transformación.

Un no que puede convertirse en un sí es fácil de identificar: un asenso para el que no fuimos elegidos, un proyecto que no fue seleccionado, un producto que no tuvo éxito en el mercado, una idea que fue rechazada. Para todo ello, hay que entender que la negativa no es para cada uno de nosotros como personas, sino para nuestro planteamiento.

Preguntar ¿por qué no?, no es una bravata. Es una necesidad consciente de entender que fue lo que falló para transformar un no en un sí. Se trata de tomar una distancia objetiva, mirar fuera de la caja y dejar la docilidad nociva del no y transformarla en un sí que nos acerque a la meta.

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