Solemos referirnos a las niñas, niños y adolescentes como el futuro de nuestro país, pero no solo son el futuro, son el presente; y como tal deberíamos mirarlos. Vivimos en una sociedad donde mucho se habla de ellos, pero poco se hace para cambiar su realidad. Incluso los discursos, políticas públicas y acciones que se llevan a cabo están pensados desde una visión adultocéntrica.
Cuando el gobierno, los órganos legislativos o hasta el poder judicial toman decisiones que afectan directamente la vida de niñas, niños y adolescentes, rara vez se toma en cuenta su voz, en el mejor de los casos, se llama a expertos u organizaciones que trabajan a favor de ellos, pero nunca será lo mismo que escucharlos de viva voz.
Vivimos en un país donde la violencia y el delito están totalmente normalizados, las personas que están por cumplir 15 años ya les tocó vivir en un ambiente de inseguridad y miedo. En muchos casos, ya perdieron su infancia entre combates de grupos del crimen organizado y una militarización cada vez mayor. No conocen lo que es poder jugar en la calle sin miedo a balaceras, levantones, secuestros, desapariciones o ser víctimas de múltiples delitos. Su infancia fue arrebatada entre balas, estrategias fallidas y una rampante impunidad.
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A esto se suma una muy dura realidad en la que viven millones de ellas y ellos: la pobreza y la falta de oportunidades. Y aunque esto no es un problema nuevo, si es una causa que va en franco crecimiento. Dado que la desaparición de políticas públicas y programas ya comprobados, como lo eran las estancias infantiles y oportunidades, sumado a la pandemia por Covid-19 lo han acrecentado de forma exponencial.
Veamos las cifras, según el censo 2020 del INEGI, en México hay 38 millones 247 mil 958 personas de 0 a 17 años, de los cuales el 50.7% son hombres y el 49.3% mujeres, representando un poco menos de la tercera parte de la población del país. Sobre este sector, el Módulo de Trabajo Infantil del INEGI en 2017 habla de que son 2.1 millones de niñas y niños entre 5 y 17 años quienes realizan trabajos no permitidos. Y en el comparativo entre 2010 y 2020 el INEGI encuentra un crecimiento en el trabajo infantil, calculando que, por cada mil niñas y niños, 122 trabajan.
El Departamento de Trabajo de Estados Unidos en sus hallazgos sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil 2020, México se posiciona como el país con mayor número de menores de edad en esta condición de todo América Latina y el Caribe. Y se consideró que debido a la pandemia esta situación podría acrecentarse hasta en un 5.5%. Tampoco podemos olvidar que para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) la pobreza en México aumentó 9.1 puntos en 2020 y pasó de 41.5% a 50.6% del total de la población. Lo cual significa que al menos 210 mil niñas y niños comenzaron a trabajar durante 2020.
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Asimismo, según la Consulta Infantil y Juvenil del INE en 2018, 22.3% de las niñas y niños de entre 6 y 9 años de edad declararon ser víctimas de maltrato, cuyos agresores fueron principalmente su padre o madre, posteriormente se señalaron a docentes y policías. En pocas palabras, las personas que debieron estar a cargo de su salvaguarda.
También, de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud federal en 2020, de un total de 15 mil 159 personas de entre 0 a 17 años atendidas por algún tipo de violencia, el 69% fue por violencia familiar, el 31% por violencia no familiar, el 5.2% por violencia, abandono o negligencia, el 1.9% por violencia económica y el 35.5% por violencia sexual.
Y sobre temas de género también se agravan las cifras, dado que en el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI se reportó que el matrimonio infantil aumentó del 2010 al 2020. Es decir, que actualmente seis de cada mil niñas de 12 a 14 años ya se casaron o se juntaron. Pero esto no acaba ahí, pues según cifras del Consejo Nacional de Población, en 2020 se registraron 373 mil 661 nacimientos de madres menores de 18 años, de los cuales 8 mil 876 son de niñas entre los 12 y 14 años. Y aquí ni siquiera nos atrevemos a llamar las cosas por su nombre, pues estos embarazos de niñas entre 12 a 14 años, son víctimas de violación y pederastia.
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Así que este es el país en el que viven y crecen nuestras niñas, niños y adolescentes. Un México donde no son protegidos, en primera instancia, por quienes tienen la obligación de hacerlo. En un territorio donde el gobierno desaparece programas destinados a esta población, donde se prefiere invertir en obras faraónicas que en medicinas. Un lugar que sigue militarizando las calles, que confronta y bloquea a las organizaciones de la sociedad civil que apoyan a los más vulnerables. Es aquí donde se tiene un presidente que defiende el matrimonio infantil como usos y costumbres.
Hoy nuestros adolescentes no conocen lo que es una vida libre de miedo y violencia, muchos tienen que trabajar para apoyar al sustento en su casa. Viven en un abandono constante donde ni siquiera se les menciona en la esfera pública como un grupo importante para la toma de decisiones. Son ellas y ellos quienes cada vez tienen menos oportunidades y cada vez están más cerca del crimen organizado. Ellas y ellos son nuestro presente y sin duda nuestro futuro, son una tercera parte de la población.
Es momento de voltear a verlos, escuchar sus voces y ponerlos en el centro de la vida pública. Si no lo hacemos, nuestro país perderá el presente y no tendrá un futuro que construir.
Contacto:
Jimena Cándano, actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra.*
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.
