En una opinión publicada en el Wall Street Journal, Christopher Mims se preguntaba cuál era la razón de que las redes sociales son un excelente medio para polarizar la opinión pública en Estados Unidos. Su visión, es la de un país dividido y con opiniones fuertemente encontradas a causa de las próximas elecciones que se llevarán a cabo en noviembre.

Y, en ese contexto explica, las redes sociales se comportan como una especie de amplificación de todas las opiniones, por lo que, al confrontarnos con aquellas que no coinciden con las nuestras, surge la necesidad de poner límites y exponer el por qué tenemos razón.

Si trasladamos dicha opinión al contexto mexicano es muy probable que encontremos una postura similar. Basta con echar una ojeada a Twitter para comprobar que, prácticamente en cualquier tópico, aunque mucho más en temas políticos o de derechos humanos, la plataforma se convierte en una especie de ring digital donde todos se sienten con el derecho a defender o denostar las opiniones que se encuentran en el camino.

Y en cierta medida, eso es sano, ya que las redes sociales fueron concebidas como una especie de foro de libre expresión, donde todos podrían tener una tribuna y exponer sus ideas sin necesidad de tener una plataforma mediática detrás. El problema llega cuando nos enfrentamos a opiniones que no sólo no coinciden, sino que están confrontadas con otras personas y, más que un debate o un intercambio de argumentos, el asunto se convierte en un intercambio de insultos.

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Los contenidos de las redes sociales se construyen con base en nuestros gustos y aficiones; cuanto más interactuamos con un contenido o una persona, cuanto más lo compartamos o comentemos, más contenidos similares nos mostrará, con el fin de que permanezcamos más tiempo en la plataforma. Ese es el modelo de negocios, se intercambia nuestra información y hábitos de navegación por información que puede comercializarse. Más tiempo en la plataforma, más dinero.

A dicha acción en la que se nos ofrece contenidos a medida, se le conoce como filtros burbuja. Es una analogía con una burbuja de información que pretende darnos sólo lo que nos gusta, en la medida que nos satisface. Por ello, la mayor parte de los contenidos que vemos en las redes sociales nos parecen atractivos.

Sin embargo, cuando se filtra una opinión diferente a la nuestra, cuando aparece un contenido que no es la idea que compartimos, surge de inmediato una especie de confrontación interna que nos invita a defender nuestra postura. No tenemos límites, no hay filtros, no hay mediadores. Se trata simplemente de defender nuestra opinión frente a lo que nos parece equivocado, tengamos o no argumentos que nos permitan iniciar un debate o simplemente preferimos insultar.

Cuando lo hacemos, le advertimos a los algoritmos de las redes sociales que dichos contenidos son atractivos para nosotros porque nos gusta interactuar con ellos: entre más los comentamos, más contenidos similares nos mostrará.

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Muchas teorías de la comunicación lo apuntan desde hace décadas: cuando una idea coincide con nuestra forma de pensar se vuelve atractiva y solemos creerla, sea cierta o no. Sin embargo, cuando es contraria, nos sentimos con la necesidad de debatirla o atacarla, incluso. Si multiplicamos la diversidad de opiniones por la cantidad de usuarios que existen en las redes, entonces la amplitud de opiniones vuelve mucho más compleja la interacción digital.

Esta situación es la que hace que muchos usuarios de las redes sociales sientan la necesidad de adherirse a una facción ideológicamente similar que les permita defender sus puntos de vista y al mismo, atacar aquellos que difieren. Lo cual es aprovechado muchas veces por grupos de poder ya sea con fines políticos, electorales o hasta publicitarios.

La confrontación de las opiniones suele ser un buen negocio para las plataformas digitales porque generan conversación e interacción digital a gran escala, lo que puede convertirse en datos que pueden generar una gran cantidad de ingresos. De ahí que a las redes sociales nos guste polarizarnos, porque generan ingresos a través de nuestra confrontación.

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Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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