Viajar al futuro otorga la primicia de saber que hay un presente. Para quien no se haya percatado y tenga la costumbre de habitar en el pasado, esto será un presente para el futuro.

La fecha venidera parece una burda acumulación de minutos hasta que recuerdas que se trata de lo que te va distinguir de ti en este momento.

La feria

En 1939 Estados Unidos organizó un evento que convocó a países y empresas con un fin presuntuoso pero fascinante: tratar de describir el futuro mediante el despliegue de ideas.

Si se trató de un acto de espionaje pasivo, pocos adivinaron la maniobra. Decirle al mundo que lo entiendes, al grado de saber cuál será su propio movimiento no es poca cosa, menos si se hace en público.

“El mundo del mañana”, bautizaron a la feria que se inauguró el 30 de abril de 1939, 150 años después del inicio de la gestión de George Washington. Como nada puede ser casualidad, lo que ahí sucedió fue un despliegue de retórica multiformato para propagar la imagen de la economía y la política del anfitrión.

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La crítica al futuro

El futuro nos toca porque lo hemos hecho presente con ideas, asociaciones y hasta planes, pero el futuro sigue siendo algo amorfo, intangible y aún así, nos sigue hechizando. ¿Por qué?

Desde una perspectiva, la tecnología le ha faltado el respeto al futuro, al menos como conocemos ambos. La historia de los desarrollos que cambiarían la historia de la humanidad se ha convertido en un incipiente cúmulo de desórdenes en la conducta individual y social. ¿O qué es lo primero y lo último con que mantienes contacto en el día?

Con imaginar las comunicaciones en 30 años se activan los procesos de imaginación y las alarmas: ¿Cómo serán los celulares? ¿Estarán adheridos al cuerpo? ¿Qué otros campos sensoriales serán estimulados durante una videollamada para acercar a los lejanos? ¿Serán ultrapersonalizados los servicios de televisión y entretenimiento? ¿Qué tan adelantada correrá la bioingeniería como para incorporar prótesis y chips en el cerebro? ¿Tendremos que hablar para que nos entiendan?

Este ejercicio fue el mismo que llevaron a cabo Ray Bradbury, Arthur C. Clarke y quienes permitían asombrarse con narrativas que tuvieran como eje, una proyección de lo que podríamos estar viviendo en algunas décadas. Pero si algo nos ha dejado la futurología, como la propia Ciencia Ficción es que tendríamos que ser más críticos del concepto de futuro. La visión de lo que viene solo puede estar soportada por el presente y si éste es frágil o moldeable a conveniencia, no hay por qué pensar que su futuro no lo será.

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Por eso las ideas y las imágenes del futuro son poderosas: permiten dar forma y dirección colectiva al presente. El punto es validar si lo hacemos de manera inercial, fantasiosa o presente. La visión del futuro es importante porque delinea la hoja de ruta de un punto A, a uno B. Representa una aspiración sobre de la cual se inyectan sueños, energía y necesidades. Es el origen del sentido de propósito.

Saber a qué se le da importancia

El futuro es la capacidad de alimentarnos de fuentes renovables, incluso emular procesos fotosintéticos. El futuro de la música es un chip dentro del cráneo; el futuro de las guerras estará en los recursos naturales; el futuro del conocimiento y del aprendizaje estará en una cápsula que te tragues para absorber una nueva lección; el futuro de la privacidad es su inexistencia; el futuro de internet será que esté en todas partes, incluso dentro de ti; el futuro de la realidad es el rompimiento de la frontera entre virtual y lo tangible; el futuro del pensamiento estará en un cruce de conexiones biológicas y sintéticas; el futuro de la transportación es que, de una u otra forma, viajaremos más lejos en menos tiempo; el futuro de la medicina estará en un diagnóstico previo a la enfermedad; el futuro de los sueños es que no solo los recordaremos, sino que podremos grabarlos, habitarlos y hasta conducirlos; el futuro del entretenimiento será una burbuja personalizada a tu disposición; el futuro de la ropa es que será personalizable en todo momento; el futuro de la comida no puede ser otro, más que uno diseñado en laboratorios. Pero uno es tan contradictorio como su presente y, no, no sabemos aún si el futuro de la cama es que se tienda sola.

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Hablamos del futuro como si fuera algo ajeno y ese es un problema presente. La función evolutiva se mide encontrando atajos para quitar el mute en Zoom, pero pocas veces el vínculo de atención con el mundo es medido sobre la capacidad para influir sobre el futuro. Dicho de una manera amigable, se trata de reconocer que lo que haces, dices y piensas tiene consecuencias. De toda magnitud. Guste o no.

Paz y libertad, con eso tenemos

El eslogan de la feria del futuro en Nueva York, fue “Para la paz y la libertad”. El presidente Roosevelt arengó logros y planes, pero hizo énfasis en el comercio pacífico y en una sana coexistencia entre las naciones. El público aplaudió acaloradamente. El futuro había sido dictado.

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Contacto:

Eduardo Navarrete se especializa en dirección editorial, Innovación y User Experience*

Twitter: @elnavarrete

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