En un informe reciente, las Naciones Unidas advierten sobre el uso de las redes sociales como un arma que grupos terroristas y extremistas utilizan no sólo como un vehículo de propaganda, sino como una herramienta eficaz para debilitar a las instituciones estatales y, al mismo tiempo, confundir a la sociedad.

En el informe titulado “Alto al virus de la desinformación”, la ONU advierte sobre el uso faccioso que diversos grupos terroristas o criminales le dan a las redes sociales utilizando a su favor los algoritmos de distribución de contenidos o bien, explotando el humor a través de memes.

El principal objetivo de dichos grupos puede variar, pero coinciden en debilitar la percepción de la figura del Estado, haciéndolo ver débil e inoperante, mostrando a esas organizaciones como dispuestos a ayudar desinteresadamente en medio de la contingencia, configurando su presencia como una especie de alternativa a la protección del gobierno.

Algunos de ellos crean una narrativa a partir de la pandemia que refuerza su postura ideológica y la ayuda a propagarse rápidamente entre grupos más susceptibles o afines. Por ejemplo, grupos extremistas de supremacía blanca culpan a los inmigrantes o a ciertos grupos raciales de ser quienes llevaron la enfermedad a su territorio.

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En algunos casos, los mensajes tratan de “inspirar” a actores solitarios para cometer ataques a la población. Por ejemplo, el grupo radical CoronaWaffen instigó a los simpatizantes que tuvieran la enfermedad a salir y toser y estornudar en espacios públicos de inmigrantes con el fin de contagiarlos.

El informe también destaca las acciones de varios grupos criminales en México que aprovechan la contingencia sanitaria para demeritar las acciones de gobierno y construir una imagen mucho más cercana y solidaria con ciertos grupos de la población. En algunos territorios toma medidas muy estrictas para evitar los contagios, tales como encierros o toques de queda, o bien apoyan con despensas, medicinas y desinfectantes con el fin de evitar contagios masivos que, por una parte, limiten las actividades ilícitas que suelen realizar o bien, atraigan la presencia del ejército por ser focos rojos. La supuesta ayuda que ofrecen es ampliamente difundida por grupos en redes sociales.

En todos los casos anteriores, las redes sociales han funcionado como una parte central de la estrategia de divulgación de noticias falseadas y de narrativas posverídicas. En general, la estrategia de los grupos criminales o terroristas se basa en argumentar una supuesta falta de eficacia o de interés de los gobiernos para controlar la epidemia, aunado a una supuesta verdad que sólo ellos conocen o entienden, lo que supone que está actuando en “bien” de la comunidad, cuando en realidad están haciendo propaganda o tratan de alcanzar objetivos propios.

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La forma en la que están actuando no es nueva, sin embargo, el contexto de la pandemia le ha permitido llegar a un gran número de personas y, al mismo tiempo, tener un impacto mucho más profundo al conjuntar acciones físicas con una narrativa muy emocional.

Los usuarios se encuentran en una situación de doble desventaja puesto que no pertenecen al grupo generacional que ha vivido con los medios digitales a la par; y, por otra parte, se encuentran en un estado de marginación económica y social que los vuelve sumamente vulnerables a los mensajes que suelen enviar los grupos terroristas o delictivos. Por ello, se antoja necesaria la inversión en educación y capacitación digital, que permita a los usuarios evitar que dichas narrativas circulen de manera libre en el mundo digital.

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