Salieron de cacería. Eso es lo que hicieron los sicarios que mataron a cuando menos 14 personas en Reynosa, Tamaulipas. El ataque se perpetro al mediodía del sábado. Todo indica que asesinaron en una suerte de ruleta rusa, eligiendo sus víctimas al azar,  jugando con la mala suerte de quienes se toparon en su camino: adultos mayores, albañiles, enfermeros, taxistas y obreros de las maquilas.  Es un hecho inaudito y puede tener consecuencias muy graves. 

Más allá de los móviles de semejante barbarie, lo evidente es que los criminales quieren causar miedo y zozobra, establecer un escenario en el que nadie se sienta seguro. Mostrar que las autoridades son débiles. Salir a las calles en Reynosa ya era una aventura incierta, pero ahora puede derivar en un verdadero infierno.

Desde 2008, cuando una célula criminal lanzó granadas contra la multitud que celebraba el Grito de Independencia en Morelia, Michoacán y que dejó como saldo ocho personas muertas, no habíamos tenido un hecho que signifique un ataque directo a la población civil.

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Tamaulipas es un lugar complicado. Sus puertos y su frontera con los Estados Unidos lo hace estratégico para las actividades ilegales. Ese ha sido su gran problema y explica que ahí se desarrollara uno de los grupos criminales más violentos: Los Zetas.

Pero al mismo tiempo, que ahí haya operado y opere el Cártel del Golfo y cuya propia descomposición interna ha generado divisiones que disputan el control de las plazas y del trasiego de drogas y personas hacia Texas.

La matanza de Reynosa, porque eso fue, generará preocupación en las áreas de seguridad al norte de la frontera, y es probable que las presiones también aumenten de intensidad en las próximas semanas.

Por desgracia, la costumbre de escuchar de muertos y más muertos, hace perder de vista las implicaciones que ello tiene en el ámbito internacional y más aún en una época de globalidad.

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Esta vez hay poco espacio para los pretextos. Las autoridades de todos los órdenes y niveles tienen que actuar para que pare la violencia, por lo pronto en Reynosa, pero con extensiones a otras regiones del país.

La situación política del estado tampoco ayuda. La Fiscalía General de la República(FGR) quiere encarcelar al gobernador, pero a la vez las fuerzas de seguridad, incluidas las estatales,  se tienen que coordinar para enfrentar a criminales que ya escalaron el desafío y que están dispuestos a matar a cualquiera.

Más vale que la respuesta de la autoridad sea contundente, los sicarios y sus jefes deben ser detenidos para que enfrenten lo que hicieron, para que no quede impune.

Hay líneas que no se pueden cruzar, las de la seguridad de los ciudadanos es una de ellas. ¿Se imaginan un escenario en el que los sicarios pueden atacar en cualquier momento y sin motivo alguno? Si no se toman medidas contundentes y no se realizan acciones específicas para dar con los bandidos, se abrirá una verdadera caja de pandora.

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