Siempre hemos sabido que los rituales corporativos forman una parte importante de la cultura organizacional. No obstante, en las últimas fechas hemos visto como estas importantes costumbres y protocolos se han ido perdiendo. Las razones han sido diversas, la pandemia no ayudó para que estas prácticas se siguieran y la pérdida de ciertas costumbres sociales, también han contribuido a que esos rituales se desdibujen. Por una razón o por otra, los rituales se van desvaneciendo y, así como un buen hábito se pierde si no se ejercita, así las formas se dejan en el olvido casi sin querer. No obstante, no debiera ser así ya que estas prácticas ayudan a campear las tormentas y son elementos que sirven en momentos en que las batallas se endurecen.

Un ritual comprende una serie de acciones, que se llevan a cabo principalmente por su valor simbólico. Estas prácticas responden a una necesidad personal, profesional u organizacional que en ocasiones se desestima: el sentido de pertenencia. La foto de generación, la ceremonia de graduación, la entrega de reconocimientos son huellas de vida que los seres humanos atesoramos. Cómo líderes, es de vital importancia entenderlos, identificarlos y evaluar la relevancia que tienen, porque bien encaminados pueden ayudar a generar lealtad.

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Los rituales organizacionales gozan de la enorme fortaleza de hacer que las instituciones sean espacios humanos. Además, son formas de marcar ritmos, tiempos y movimientos de las empresas, hace que la cotidianidad tenga un ritmo y logra que un día no sea igual al otro, ayudan a entender el inicio y el fin de los ciclos. Cuando estos procedimientos se pierden, las instituciones se vuelven mecánicas, frías, mecánicas y deshumanizadas; se debilitan porque no logran forjar un equipo, porque a la gente le da lo mismo bueno que malo, alto que bajo, comienzo o final porque no se cuenta con marcadores que lo determinen o que los valoren. Entonces, cuando la situación se torna difícil, no se alcanza ni la fidelidad ni la lealtad porque no existe una sensación de pertenencia ni de logro ni de aprecio al desempeño.

Conservar, recuperar e introducir rituales a la organización, así como replantear los rituales existentes tiene efectos virtuosos. Con ello se logra incrementar la productividad, el reconocimiento y lealtad entre los integrantes del equipo. Estos rituales corporativos ayudan a construir la ventaja competitiva de las empresas. Su puesta en práctica inicia desde el procedimiento de reclutamiento y selección de personal. Fraguan vínculos poderosos que se fortalecen cuando la tormenta se anuncia. Si los eslabones son débiles, al momento de la dificultad no resisten y se rompen.

Una de las prácticas lamentables que se están dando es automatizar muchos rituales que debieran ser personalizados. Hay compañías que reclutan por medio de plataformas: envían pruebas por medio de aplicaciones, solicitan documentos por medio de correo electrónico y se avisa por medio de un mensaje que fueron aceptados en determinada posición. En el proceso, no hubo contacto con ninguna persona. No es extraño que esas compañías se topen con personas que a la primera oportunidad busquen otros escenarios de desarrollo. Luego, los departamentos de talento humano se quejan cuando los empleados renuncian con un mensaje de texto.

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Por otro lado, cuando las compañías hacen un esfuerzo para dar importancia al primer día de trabajo, cuando hay una ceremonia de bienvenida, la gente lo evoca con gusto y, evidentemente, un correo electrónico no tiene la misma contundencia ni generará la misma sensación. El recuerdo del primer día de trabajo es muy importante y debe darse relevancia. No se necesitan grandes cosas, el ritual de bienvenida puede darse con un mensaje en el que, en forma personal, se haga sentir a los integrantes que están en un lugar que los valora. Si es presencial o es virtual, hay que tomarse el tiempo para hacerlo. Si se va a entregar algún equipo que quedará en custodia, es el momento de hacerlo, haciendo sentir a los recién llegados que son bienvenidos y serán apoyados.

Las reuniones de fin de año son un ritual muy importante que se han ido perdiendo, dadas las circunstancias, y es una lástima. Aristóteles decía que antes de ser seres inteligentes somos seres sociales. Me ha tocado participar en fiestas multitudinarias, exclusivas, con rifas, con regalos para los asistentes, con brindis, sin alcohol y de todo tipo. Es verdad, muchos de esos festejos terminan dando temas para platicar a lo largo del año. No obstante, son el momento para reunirse a agradecer al equipo por su esfuerzo, es el tiempo para reconocer los esfuerzos, para fijar metas y objetivos del año que empezará.

Antes, los negocios reconocían a sus clientes dándoles algún detalle. Estos regalos, si se piensan con detenimiento, pueden generar oportunidades. Recuerdo que, en alguna ocasión, un hermoso cuaderno de notas que le regalé a uno de nuestros clientes especiales y que conservó sobre su escritorio, eso lo hizo recordarnos en el momento en que requería servicios. Generamos negocio, porque hubo un elemento de recordación. Ese tipo de rituales, tienden brazos de rescate.

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Un ritual que genera mucha pertenencia son las ceremonias de reconocimiento al desempeño del equipo de trabajo. Los rituales tienen una gran virtud: expresan lo que en ocasiones las palabras no pueden. Tienen el poder de cambiar el enfoque y la vida de una organización. Si la gente se siente reconocida, se empiezan círculos virtuosos de pertenencia, lo que fortalece al equipo y a la organización.

Una buena idea para remodelar los rituales es invitar a gente creativa del equipo de trabajo para darles un nuevo planteamiento. Recientemente, fui a una reunión en la que asistieron personas de diferentes jerarquías y edades en la organización. Se llevó a cabo como un brindis de pie, para asegurar que la gente tuviera las manos ocupadas y no estuvieran distraídos con las pantallas de sus teléfonos. El formato se le ocurrió a la gente de diseño.

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En lo personal, también podemos tener nuestros rituales. A mí me gusta mandar notas de felicitación, escritas a mano. Lo mismo para reconocer una buena actuación, un saludo de cumpleaños, deseos de felices fiestas. La gente las recuerda y aprecia que alguien se tome el tiempo de hacer algo especial y no prefabricado. Asimismo, otro ritual que me gusta poner en práctica es que, algunos días, después de las cinco de la tarde, dejo abierta la puerta de mi despacho para que la gente venga a platicar conmigo de lo que quieran. Puede ser algo relacionado con el trabajo o no, debo decir que muchos de los mejores chistes los he escuchado en esos momentos, pero también he recibido y dado muy buenos consejos, he recogido y pronunciado palabras de aliento. He disfrutado de la cercanía con mi equipo de trabajo.

Los recuerdos más entrañables los hemos forjado en las reuniones de aniversario. Organizamos un intercambio de libros, nadie sabe quien será el que tome el regalo que compramos ni quien nos entregará el nuestro. Ha sido divertido y aunque he sabido de gente que no les gusta lo que les tocó, todos lo recuerdan con cariño. En fin, los rituales tienen el poder de cambiar el enfoque y la vida de una organización. Saberlos utilizar, cambia por completo la imagen del líder que los promueve, lo vuelve humano e insisto, ayudan a campear las tormentas.

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No quiero hablar de política. Menos aún de políticos. Pero sí de realidades en lo social.