Sorprendido, leo que el gobierno mexicano “ha apostado por la relocalización de las cadenas de valor para impulsar la economía del país”. Según algunos artículos consultados, en unas recientes declaraciones emitidas por el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, ha señalado la oportunidad que supone esta relocalización para México, teniendo en cuenta sus relaciones con el exterior y la privilegiada posición geográfica en la que se encuentra el país por su cercanía con la primera economía del mundo.

De acuerdo con el artículo consultado, el secretario participaba en una conferencia organizada por la Americas Society Council of the Americas (ASCOA).

En esta, el mandatario señalaba esta tendencia que se observa a nivel global, a la que algunos denominan “nearshoring”, y que consiste en una reordenación mundial de las distintas cadenas de suministro ante lo ocurrido con la crisis originada por la pandemia. Y es que, en un momento de estancamiento económico como el actual, en el que el país se encuentra en búsqueda de nuevos motores económicos y de inversión extranjera, una reordenación de estas cadenas podría suponer una oportunidad única para un país que, a la luz de los datos y los acuerdos, presenta un claro atractivo en los mercados internacionales.

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Pero, antes de nada, es conveniente detenernos y ver a qué estamos haciendo referencia y qué quiere decir el mandatario con “relocalización”.

En esta línea, hay que decir que, desde el estallido de la crisis, esa dependencia del continente asiático, donde se concentraba más del 35% de la producción manufacturera a nivel global, obligó a muchos países a sufrir el desabastecimiento. Condenados por una cadena de suministro extremadamente concentrada en tierras asiáticas, la fábrica del mundo se vio en la obligación de echar el cierre, y esto provocó fuertes perturbaciones tras la apertura que derivaron en cuellos de botella y distorsiones en los suministros que, pese a la posibilidad de operar, impedían a las empresas tener producto como para poder hacerlo con la normalidad de hace unos años.

En otras palabras, China no pudo generar oferta como para satisfacer la fuerte demanda que se iba reactivando en las distintas economías que de esta “fábrica del mundo” se abastecen.

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Este hecho, que marcó fuertemente a la población mundial, e incluso generó sentimientos proteccionistas en muchos mandatarios a lo largo y ancho del planeta, despertó el deseo que derivó en esa tendencia citada. Pues, ante la posibilidad de que se produjesen nuevos cierres que podrían derivar en nuevos desabastecimientos, los países comenzaron a trabajar en una relocalización que pretendía, de partida, diversificar la cadena de valor a lo largo del planeta, y, en segundo lugar, acercarla a destino ante la posibilidad de que los cuellos de botella vuelvan a surgir en el futuro, y la mercancía, en China por no haber actuado, pueda quedarse estancada y sin la posibilidad de llegar al consumidor final.

Teniendo en cuenta que México es un país muy cercano a Estados Unidos, y que su economía se encuentra estrechamente ligada al país vecino gracias a los tratados de comercio que le han convertido en el principal socio comercial de la primera economía del mundo, muchas empresas con intención de reordenar su cadena podrían ver en México una oportunidad de diversificación y, de paso, de acercarse a una economía como los Estados Unidos. En otras palabras, México no solo sería una opción para diversificar y reducir esa dependencia, sino que, de la misma manera, podría ser una oportunidad para establecer relaciones con una economía que se posiciona como el mayor comprador del mundo.

Además, hay que decir que hablamos de una economía que ha apostado fuertemente por el sector exterior, y que confía su economía, prácticamente, en este para salir adelante. Los datos a lo largo de estos años de pandemia justifican lo citado.

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En este sentido, México es un país que supedita cerca del 80% de su PIB al sector exterior. La suma de importaciones y exportaciones representa casi una mayoría de su economía, y lo relativo a exportaciones, únicamente, ya representa casi el 40% del PIB. En otras palabras, hablamos de una economía muy liberalizada en lo que a comercio se refiere, y con una gran participación en los mercados internacionales. Las relaciones comerciales que ha establecido, así como esa importante relación con la primera potencia mundial y su vecina, Estados Unidos, ha permitido al país convertir el sector exterior en un claro motor económico.

Por todas estas razones, celebro las palabras del secretario, a la vez que recuerdo las veces que hemos comentado esta oportunidad en nuestra columna a lo largo de estos meses. Se presenta una oportunidad histórica para impulsar la economía mexicana, apoyándonos en unas empresas que, además, podrían devolver a niveles óptimos una inversión extranjera que no deja de caer con el paso del tiempo. Además, en un momento de estancamiento y nulo crecimiento, esta oportunidad gana mucha relevancia.

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