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En vísperas de las elecciones del próximo domingo, se multiplican los llamados al voto y la reflexión sobre la realidad colectiva que queremos construir.

Me emociona presenciar cómo la sociedad y la ciudadanía de a pie se ha involucrado para convocar a votar, sumándose así a las organizaciones del entramado político-electoral.

Las elecciones son una piedra fundamental de la democracia y es una buena noticia que tengamos instituciones sólidas y creíbles -el INE, especialmente- que nos impulsen a tomar este camino.

Si bien los encargados del Ejecutivo y Legislativo surgen de la expresión mayoritaria en las urnas, es toda la población la que refrenda elección tras elección nuestra convicción democrática y el acuerdo social por el que nos sujetamos a la regla de buscar representantes comunes a través del voto.

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Pero no nos confundamos. Los votos no son un cheque en blanco para avasallar a las minorías ni para aniquilarlas. La democracia exige gobernar para todas y todos, vivir en comunidad, encontrar espacios de coincidencia y respetar las diferencias; entender que nuestra libertad termina cuando comienza la de los demás.

No votamos en el vacío ni queremos recrear el país desde cero en cada elección. El encargo que damos a los gobernantes electos va acompañado de un marco constitucional, de procesos, reglas e instituciones diseñados para guiar sus decisiones. 

El arreglo social en el que vivimos descansa en el voto mayoritario para nombrar a los gobernantes, pero de ninguna manera supone apoderar a esos mandatarios para proteger solamente los intereses de la mayoría o su visión personal del mundo. Al contrario, en los Estados democráticos, los gobiernos tienen la obligación de encontrar los caminos que promuevan el mandato de la mayoría siempre respetando los derechos de las minorías y representando a todos. No hay democracia donde se reverencia a la mayoría, excluyendo a las minorías de hacer valer sus derechos e influir en el rumbo del país.

Pero el gobierno que llegó a nuestro país a través de una elección democrática no ha sabido incluir a todas. No ha entendido el valor de las minorías en la construcción de una sociedad de derechos. No alcanza a ver que la visión de uno no es suficiente para fincar el futuro de una ciudadanía bullente y diversa. 

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Estas elecciones se han convertido en la puerta para hacer oír la voz de grupos de la población que no forman parte de la élite en el poder.  En ese club, por ejemplo, no se escuchan las voces de las mujeres, que, a pesar de ser la mayoría de la población, hemos visto relegados nuestros derechos, necesidades y justos reclamos, inclusive perdiendo avances logrados a costa de muchos esfuerzos.

A través del voto podemos cambiar el balance de fuerzas en el poder legislativo y en algunos gobiernos locales y, sobre todo, refrendar como ciudadanas que queremos contrapesos, equilibrios y decisiones que concilien las visiones diversas que tenemos las mexicanas y mexicanos, para vivir en un país que nos contenga a todas.

Igualmente, además de proponernos mover el equilibrio de fuerzas, nuestra construcción democrática exige alejarnos del pensamiento tribal.

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Los mexicanos tenemos temas prohibidos para la convivencia social, con la idea de que guardar silencio es la única forma de mantener la paz. Quizá eso no nos ha dejado desarrollar una verdadera tolerancia. Ser tolerante no es voltear al otro lado cuando algo no concuerda con nuestro pensamiento. No es, por ejemplo, regodearse en la idea de “permitir” que las mujeres se manifiesten, negándose al mismo tiempo a establecer un diálogo directo y empático sobre sus reclamos.

Hay que entablar las conversaciones difíciles. Tenemos que aprender a hablar de nuestras diferencias, no para denostar y caricaturizar, sino para construir puentes.  El reto es entender que en una sociedad plural caben distintas versiones del mundo si hay una base mínima de respeto a los derechos, libertades y aspiraciones de todas y todos.

Lo que nos toca ahora es empoderar a las minorías, ese fundamento indispensable para reencauzar el quehacer público hacia la pluralidad y la inclusión. Vaya, hacia la democracia.

Movamos el statu quo. Salgamos a votar.

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Contacto:

*Economista especialista en competencia, regulación, ecosistema digital, liderazgo y género. Directora general del Centro-i para la Sociedad del Futuro. Socia directora de AEQUUM. Presidenta de la red de mujeres CONECTADAS y excomisionada del IFT.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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